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Andrés Araiko lleva años como cooperante, y hace escasas fechas acaba de regresar de la zona de los territorios ocupados en el Sahara. «Siempre que voy es una satisfacción poder echar una mano a esa gente tan maravillosa que agradece muchísimo todo lo que les ... aportes, por pequeño que sea», argumenta pensando en que «cada vez tengo más años, pero mientras pueda seguiré yendo por temporadas».
Él es masajista, «prefiero que me llamen así antes que fisioterapueuta», y lo que hace es aportar sus conocimientos y realizar tratamientos con personas de todas las edades que han sufrido lesiones que de otra manera no podrían curar.
Ese es el trabajo que siempre le lleva a los territorios ocupados, pero cada vez que acude lleva cantidades económicas que sirven para cubrir necesidades básicas. Él prefiere enseñar a pescar antes que dar el pescado y, por eso procura conseguir para ellos lo que les permita mejorar su nivel de vida.
En sus inicios con las cantidades que conseguía en Miranda compraba camellas, después llegó el tiempo de facilitar cabras para la subsistencia de las comunidades y, en esta última ocasión ha habido un cambio significativo. En una de sus estancias le dijeron que en el hospital militar de Buela estaba «nuestro paisano Carmelo Yárritu», así que fue a visitarlo ya allí se encontró con que en uno de los recintos, Rossana, una cooperante italiana trabajaba con niños discapacitados. Inició el contacto con ella y empezó a colaborar. Este año antes de ir «me comentó que habían preparado un huertecito y un gallinero y que la ayuda sería mejor para eso, así que, me pareció estupendo y lo que le he conseguido han sido algunas gallinas».
Cierto es que también ha aportado un año más una cabra que, como siempre «lleva un nombre relacionado con nuestra ciudad. Se ha podido conseguir gracias a la aportación de la asociación Deóbriga, así que ese es el nombre que le hemos puesto, para que un pedacito de Miranda esté siempre en el Sahara».
Siempre que regresa de una de sus estancias de cooperación insiste Araiko, por un lado, en «agradecer la generosidad de Miranda. Siempre hay gente que en cuanto sabe que me voy está ahí para hacer alguna aportación económica para que yo allí pueda conseguirles algo que necesiten», y por otro en que si el da algo a las personas que viven en los territorios ocupados «es mucho más lo que recibo», así que para él su labor de masajista es «de lo más gratificante».
Este año ha tenido además una sorpresa «increíble». En su consulta se presentó Amnadi Salama, secretario del ministro de Asuntos Exteriores portando dos hogazas, comestibles a la vez que simbólicas porque «cuando me las entregó me dijo que el ministro sabía del trabajo que yo hacía y que le había pedido que me dijera que a ver si aceptaba la doble nacionalidad. Fue toda una sorpresa y un inmenso honor». No lo ha hecho porque quiere Araiko sentirse, ante todo «ciudadano del mundo».
Y como tal tienen a este mirandés en el Sahara, donde disfruta, de la hospitalidad de las personas a las que atiende en su consulta. «Que te inviten a su jaima a tomar los tres tes es lo más grande. Ellos dicen que el primero es amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte. Cada vez que me llaman disfruto y gozo con su hospitalidad».
Acaba de regresar y ahora le toca descansar unos días, aunque no por ello se va a olvidar del Sahara, los territorios ocupados están siempre en su mente y, en cuanto pueda, volverá para cooperar durante un tiempo.
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