El Orfeón y Alberto Sáez se unen en Miranda por la restauración del órgano de Sagrados Corazones

Una cita en la que el instrumento, construido en 1884 por Nicolás Duputel, será un espectador más de una actuación para la que contarán con otro órgano ubicado en ese espacio para esta ocasión. Otra forma de llamar la atención sobre la necesidad de apoyos públicos y privados para recuperar una pieza que forma parte del patrimonio de la ciudad y en la que, calculan, por los últimos presupuestos de organeros españoles y franceses, que habría que invertir, como mínimo, 80.000 euros, y dos meses de trabajo.

«Nos hubiese encantado poder hacer todo el concierto con ese órgano, pero el estado del mismo nos hace meter uno eléctrico en la iglesia. El instrumento manual que hay en la iglesia necesita una restauración íntegra. Es muy antiguo y, además de sufrir los efectos del tiempo, tuvo una restauración en los años 50 que es de dudosa calidad», valoró Héctor G. Mirumbrales; quien también reconoce que, para la iglesia en la que está emplazado, es demasiado pequeño y que podría llegar a plantearse una ampliación. «Hay muchas vertientes de estudio de esa restauración y tenemos que ser coherentes a la hora de definir qué se puede hacer».

Pero, al final, además del hecho de contar con el visto bueno de Sagrados Corazones, propietario del instrumento, todo va a depender del dinero. Ellos, van a poner su granito de arena destinando parte de la recaudación del concierto del día 12 a las 20.00 horas en la iglesia de SS CC. El precio de la entrada es de 8 euros y se puede adquirir, además de en la propia puerta el día de la actuación, en Musical 75.

«Queremos seguir recordando que este instrumento está aquí y es un bien de patrimonio. Hay que ver qué ayudas tenemos por el camino para dejarlo en condiciones óptimas para hacer conciertos». Actuaciones de calidad y que no se elijan en función de las limitaciones del órgano, como hicieron el año pasado. En esta ocasión, directamente van a traer uno electrónico, aunque también pretenden hacer sonar el de la iglesia, de manera casi anecdótica, para que el público pueda constatar que no está en la mejor de las condiciones pese a ser «una joya».