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Raúl Canales
Miércoles, 13 de noviembre 2024, 00:02
Puede que Eric Jiménez sea uno de los baterías más carismáticos del indie español, el artista que a las baquetas de Lagartija Nick y Los ... Planetas puso ritmo a un buen puñado de canciones que son imprescindibles para entender la escena de las últimas décadas. Pero detrás del músico está Ernesto Jiménez, el niño que sentía el desprecio de los padres de sus amigos por ser hijo de madre soltera en pleno franquismo, el adolescente que buscando el calor familiar se casó sin haber cumplido la mayoría de edad y el adulto que en una desesperada huida hacia adelante se metió de lleno en el mundo de las drogas. Mañana estará en la Fábrica de Tornillos (20.30 horas) para presentar el documental que repasa su vida y su carrera. Tras la proyección, organizada por la asociación Amigos de Rafael Izquierdo, charlará con los asistentes.
–Esta entrevista, ¿la responde Eric o Ernesto?
–En realidad somos el mismo y siempre lo hemos sido. El mote me lo pusieron de pequeño porque me hice un peinado con el que parecía un erizo y siempre lo utilicé para firmar mis discos. No sé si ha habido tanta diferencia entre Eric y Ernesto, simplemente que con los años ves las cosas distintas.
–Cuando se está en la cima, ¿cuesta desligarse del personaje para que se vea la persona?
–En mi caso no, porque nunca hubo un personaje. Todas las locuras que he hecho las hice de forma consciente, no para cumplir con el estereotipo de un personaje. Pero sí, he visto a muchos leerse una biografía de un músico y querer copiarle tratando de seguir todos los clichés del rockero. Con los años el personaje les ha devorado, no han sabido salir de ese círculo y ahora hacen el ridículo. Cuando era joven me hubiera dejado cortar un dedo antes que mi flequillo, pero hace años que no. El cementerio está lleno de rockeros vestidos de payasos.
–Repasando su biografía, es evidente que ha llevado al extremo el lema de vivir rápido tan repetido en el punk, el estilo que marcó sus primeros años en la música.
–Sí, pero quiero ser un cadáver muy feo porque no tengo ganas de morir rápido sino que quiero durar hasta los 100 años (risas). Hay un tiempo para hacer el gilipollas en la vida, que va desde los 13 a los 45 años. Yo me he dado cuenta que en algunas etapas de mi vida era un auténtico imbécil, pero otros lo siguen siendo y no se dan cuenta.
–En el documental no se pretende transmitir la imagen del típico famoso con una vida bonita, sino que refleja etapas oscuras.
–Sí, porque me ha costado mucho encontrar mi sitio para ser feliz y en esa búsqueda me he refugiado mucho en las drogas, pero no por estar enganchado, sino porque era cuando mejor me lo pasaba. Los que me conocen dicen que he vivido como cuatro o cinco vidas, pero sin pretenderlo.
–¿La música le ha dado siempre una segunda oportunidad?
–La música no me ha salvado de nada, al contrario, ha estado a punto de llevarme a la tumba. No he escuchado nunca canto gregoriano. Mis ejemplos musicales han sido tipos duros, oscuros y que se drogaban. Lo que me ha salvado siempre ha sido el público, porque para alguien que creció sintiéndose rechazado y que no encontraba el amor, subirse a un escenario y que la gente le aplaudiera significaba sentirme por primera vez admitido y reconocido.
–¿Hay mucha Cara B dentro del mundillo musical?
–El mundo de la música es una mierda maquillada con focos. Hay una letra de Lagartija Nick que dice que el rock and roll es el trampolín de los mediocres. Lo sigo pensando. Todos empiezan igual, como un grupo de amigos de barrio, pero cuando aparece el dinero, pocos son los que no se corrompen y dejan de tener escrúpulos.
–Si pudiera, ¿qué capítulo de su vida eliminaría?
–Es complicado, pero quizá ataría en corto cada paso que he dado en la música.
–¿Se ha sentido engañado a lo largo de su carrera?
–Engañado, defraudado y maltratado, pero valgo más por lo que callo que por lo que cuento. Si alguien está esperando que cuente miserias de Lagartija Nick o Los Planetas, se equivoca. Son dos grupos que me han dado mucho y para los que siempre estaré ahí cuando me necesiten. Hablar de las cosas malas cuando un grupo se acaba es como criticar a tu pareja cuando te deja. Para mi los dos grupos lo han sido todo.
–¿En qué grupo de los actuales le gustaría tocar si tuviera veinte años?
–Hay muchos que me encantan: Depresión Sonora, Alcalá Norte, Carolina Durante,... De todas formas no creo que nadie hubiera aguantado mi ritmo porque si por mi fuera, en mis buenos años, hubiera tocado todos los días de la semana. Tocar la batería es el capítulo de mi vida que repetiría todo el tiempo en bucle.
–¿El tiempo ha curado sus traumas de infancia?
–Cuando peor lo he pasado es cuando he sido padre y he entendido todas las carencias que tuve yo. En mi infancia no sé si era realmente consciente. Siempre he sido una persona insegura y solitaria, a la que le costaba conectar con los demás. Luego, con los viajes, tocar en un grupo, las drogas,... descubres otras cosas y te vas abriendo más.
–Aún le queda cuerda para rato, ¿habrá segunda parte del documental?
–Con mi edad ya tengo bagaje suficiente para contar muchas cosas, pero está claro que no voy a parar. Soy una persona que necesita estar siempre haciendo algo.
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