Jorge A. López
Domingo, 30 de agosto 2020, 01:50
Con el número de contagios y de ingresos aumentando, la preocupación entre los sanitarios, el grupo de personas que con mayor esfuerzo soportó los peores momentos del confinamiento, aumenta. La relajación en el respeto a las normas, la falta de profesionales y medios y los ... riesgos personales que los sanitarios asumen ante el SARS-CoV-2 hace que la preocupación crezca. Silvia G. López Venero, secretaria provincial en Burgos del sindicato Satse, analiza la actualidad y sus posibles consecuencias futuras.
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jorge a. lópez
- La situación actual es extraordinaria, lógicamente nadie podía preverla... ¿en qué situación se encontraban las enfermeras en febrero-marzo cuando se empezó a ver la gravedad de la situación?
- En la zona de Miranda, además, fue donde cayó uno de los primeros casos de España y el primero de la provincia de Burgos. Las enfermeras de aquí fueron pioneras en ese aspecto. Y, como a todos, les pilló desprevenidos, sin estar preparados. Se empezaron a generar sensaciones de estrés porque no había criterios claros ni a nivel organizativo ni de protocolos, por lo que les costó mucho empezar a trabajar, como en todas partes. Nadie lo esperaba.
- ¿Cuáles fueron los grandes problemas a los que se tuvieron que enfrentar?
- Uno de los primeros fue el de los EPIs (equipos de protección individual). Había, pero no los suficientes, por lo que hubo que alargar su vida y volver a usarlos más de una vez pese a que la recomendación era no hacerlo.
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- Pero un EPI reutilizado supone un riesgo mayor de contagio, pierde eficacia.
- Es una de las cosas que estuvimos luchando por ella desde el principio, por que se dotaran a los profesionales de EPIs. No sabíamos al principio cómo se contagiaba el SARS-CoV-2, pero sí que lo hacía de manera muy rápida, por lo que era preciso contar con esos equipos. Como expresó el presidente del Gobierno, «a los sanitarios se lo debemos todos y debemos darles todo». Ahora, a toro pasado, es sencillo decir que se cometieron errores a la hora de usar los EPIs, pero en ese momento no sabíamos lo que ahora sabemos. Lo que sí espero es que estos meses hayan servido para hacer una previsión mejor, una dotación de estocaje suficiente para afrontar una segunda ola.
- Todo ello, sin duda, generó estrés en los profesionales sanitarios.
- La profesión ya conlleva un estrés aparejado importante: qué te vas a encontrar ese día, si los ingresados van a mejorar o empeorar... si a eso se le suma el nerviosismo de estar pendiente de si voy a estar suficientemente protegido y, sobre todo, si hay la posibilidad de que lleve el virus a mi casa, a terceras personas.
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- ¿Cuántos sanitarios resultaron contagiados?
- En junio los datos oficiales de la Junta era de 183 enfermeras, pero en la actualidad el dato que ofrece es menor, así que desconozco el dato real.
- En cualquier caso, el número es importante.
- Sin duda fueron muchos. En Miranda se dio la circunstancia de que se habilitó una planta para enfermos por Covid, pero en otra planta se infectó un paciente que había entrado por otras causas. Eso hizo que varios profesionales sanitarios se 'positivizaran' también. Por poner un ejemplo.
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- En el inicio de la pandemia se evidenció que las plantillas sanitarias eran insuficientes y se realizaron refuerzos; ¿continúan esos profesionales?
- Se reforzaron las plantillas de todos los hospitales y también de los servicios sociales. En el Santiago Apóstol se sumaron 8 profesionales con contratos prorrogables. Esos profesionales, a día de hoy siguen contratados.
- ¿Hasta qué punto era insuficiente el número de enfermeras del Santiago Apóstol?
- Una de las cosas que Satse reivindicaba desde antes del inicio de la pandemia era que había que incorporar, sí o sí, un refuerzo en las unidades de hospitalización Q1, Q2 y Medicina Interna en Miranda. Era preciso que por las noches entrara una nueva compañera porque en las guardias nocturnas había una enfermera encargada de 28 pacientes, lo cual es una auténtica barbaridad. Durante esta pandemia lo único bueno que se ha sacado es que esta necesidad se ha visto y se ha reforzado el puesto. Vamos a luchar por que esa figura se mantenga.
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- Pasó la peor época en cuanto a ingresados, pero ahora la carga de trabajo ha aumentado por las labores de rastreo, ¿cuál es la realidad de este 'servicio'?
- La creación de esta figura ha hecho que las enfermeras estén realizando funciones de vigilancia. La intención inicial era contratar cerca de medio centenar de profesionales en Burgos para desarrollar esas labores de rastreo y no se llegaron a cubrir la totalidad de puestos, se quedó en poco más de una treintena, una reducción que asumen las enfermeras que ya estaban previamente contratadas. Si a eso se le suma que en estos momentos hay gente de vacaciones, no hay profesionales dedicados exclusivamente a esa vigilancia (además de realización de pruebas PCR y seguimiento de los datos). Es más, ya viendo la previsión inicial de contratación me pareció que era una cifra escasa (de cada positivo salen diez nuevos, por lo que la labor de rastreo es muy meticulosa y amplia), así que sin haber cumplido con ese ratio, más aún.
- ¿En qué situación física y anímica afrontan las enfermeras esta segunda ola?
- Los profesionales están preocupados por la realidad de ver que los positivos crecen, que empieza nuevamente a haber ingresos, que tienen que volver a ponerse los EPIs para trabajar... si bien los nuevos contagiados son más jóvenes, los ingresos están llegando de nuevo y se están habilitando plantas exclusivamente para enfermos de Covid. Hay cierta frustración.
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- Hay incluso más casos que en los peores días del confinamiento, pero el número de muertos y de ingresados está muy alejado. ¿A qué se debe?
- Es un tema para epidemiólogos, pero sí parece que aunque hay muchos contagios, el porcentaje de ingresos en planta y UCI está siendo inferior. Eso sí, hay que ver qué sucede si el virus regresa a los más mayores; padres, abuelos, etcétera.
- ¿Es Atención Primaria quien está sufriendo en la actualidad la mayor carga de trabajo?
- Una de las cosas que es necesario defender es que la prevención es primordial, hay que ser responsables. En Atención Primaria es donde se está trabajando principalmente en estas labores de rastreo y de control de brotes y por ello se está viendo desbordada. También porque en algunos centros ha habido positivos y eso ha obligado a poner en cuarentena a profesionales.
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- Como sucedió en otras regiones, ¿se dio a los sanitarios la orden o al menos la recomendación de gastar o disfrutar cuanto antes de las vacaciones?
- Sí, se habló de que intentáramos gastarlas antes del 31 de octubre en vista de que en invierno, también con la gripe, la cosa puede complicarse.
- En la sanidad pública ha habido problemas, pero nada comparado con lo que ha sucedido en las residencias de mayores.
- Las residencias quedaron muy cojitas en la pandemia. Es bueno y es de alabar que las enfermeras que trabajan allí realizaran una gran labor y una transformación camaleónica espectacular. Pero se vio una carencia importante no solo en el sistema nacional de salud o en Castilla y León, también en Servicios Sociales, en Diputación, en las privadas... El ejemplo de la residencia de Adrada de Haza (en la Ribera del Duero) es significativo, los pobres residentes estaban un poco, como quien dice, dejados de la mano de Dios. Es preciso una auditoría completa, no se puede dejar a un ser querido y no saber si está atendido como corresponde.
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- ¿Ha habido profesionales con necesidades de apoyo o ayuda psicológica?
- Desde el inicio de la pandemia en Satse comprobamos que nos desbordaban las llamadas de incertidumbre, de miedo a lo desconocido, de no saber manejar la situación. Creíamos que era necesario proporcionar apoyo psicológico no solo a enfermos y familiares, también a enfermeras. La dirección de Enfermería del HUBU lo acogió bien y lo puso en marcha, también en el Santos Reyes (Aranda de Duero). En Miranda y en Atención Primaria se solicitó pero no se aceptó.
- Pasado un tiempo, ¿cómo ha afectado a los sanitarios lo vivido entre marzo y junio?
- El impacto psicológico es claro que tiene que existir porque a las dificultades ya comentadas hay que sumar la soledad que ha generado este virus: pacientes que morían solos, muy graves y sin poder recibir a sus familiares.
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- En el inicio del confinamiento el agradecimiento hacia los sanitarios fue prácticamente unánime, pero poco a poco ha menguado y en los últimos días incluso han comenzado a conocerse otra vez casos de agresiones físicas y verbales a sanitarios. ¿Tan corta es la memoria?
- Por desgracia, sí. Tenemos, como ciudadanía, que hacer una reflexión a este respecto. Las enfermeras estamos para ayudar y seguimos unos criterios que nos marcan. Puede haber gente a la que le parezca bien y a la que le parezca mal, pero hacemos siempre el máximo. Hay que reconocer el momento que nos está tocando vivir. Es necesaria una ley que proteja a los sanitarios.
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- ¿Qué opina una enfermera cuando ve una manifestación negacionista con cientos de personas sin mascarillas o cuando la alcaldesa de Miranda anuncia que desde el estado de alarma se han presentado 900 denuncias por incumplimientos relacionados con las medidas contra el Covid?
- La ciudadanía tiene su parte de responsabilidad en todo esto y debemos estar acordes a lo que está sucediendo. Ver números de muertos o contagiados no da miedo ni te hace saltar las alarmas de lo que realmente está pasando. Durante el confinamiento, con todos en casa, el problema era más visible. Pero ahora, cuando podemos hacer una vida relativamente normal, salir a la calle y cruzarnos con gente... se nos ha difuminado esa sensación y hemos perdido el respeto al virus. Por eso debemos ser responsables, echar una mano y ayudar porque esta no es una labor de sanitarios, sino de todos. Se deben respetar las reglas, aunque hay a gente que le cueste seguirlas. España es una sociedad comprometida, sensible con las personas mayores, y creo que se merecen que les echemos una mano.
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