La familia Fatrás confía en las pruebas de ADN para dar luz a su historia familiar

«En casa de mi abuela éste era un tema tabú y no se hablaba. Lo poco que sé es por lo que le contó a mi padre, que tenían 6 años entonces, la chica que lo cuidaba y llevó comida y ropa al calabozo a mi abuelo», explicó ayer en la ciudad, Vicente Fabrás Sanz, quien se desplazó a la ciudad desde Madrid para la recogida de muestras de cara a hacer las pruebas de ADN que permitan su cotejo con los perfiles extraídos de los restos aparecidos en La Pedraja, donde se cree que pudo acabar fusilado en agosto del 36.

Desde entonces y hasta ahora sólo en dos ocasiones afloró ese periodo de la historia familiar. Y ambas ya en democracia. Una cuando su padre contactó con Adolfo Guerra, quién durante muchos años fuera vicepresidente de los gobiernos socialistas de Felipe González, para «ver si podía recuperar parte de la finca» que el abuelo tuvo en Miranda. «Estuvo en alguna reunión con él, pero no le hicieron mucho caso», reconoció ayer Fatrás Sanz.

Y otra, cuando un general amigo de su padre, alto cargo del Cesid (antiguo CNI) le llamó para informarle de que habían estado investigando la figura de Vicente Fatrás Neira y que habían concluido que «era un buen hombre» al que no sabían por qué se lo habían llevado. «No volvieron a hablar más del tema», aseguró.

Lo que sí que guardan como una gran herencia los nietos de Fatrás Neira son miles de fotos hechas por su padre y otras que éste conservaba y en las que además de aparecer su abuela, también se ve al político, la casa de Miranda... Material que se completa con agendas en las que su abuelo apuntaba el día a día de sus negocios pero también situaciones de la vida cotidiana, así como otros documentos entre los que están la carta de desalojo del chalet de veraneo, los recibos de la contribución...

«Todo eso lo tenemos escaneado. Habrá unas 3.000 imágenes en papel, además de un montón de documentos. Lo guardo como oro en paño», detalló Fatrás Sanz; aunque al mismo tiempo reconocía que nunca se planteó hacer una investigación en serio sobre la historia de su familia porque «no tengo medios y no sabría ni por dónde empezar».

Y la posibilidad que ahora, a través del Ayuntamiento mirandés y la Asociación de Familias de La Pedraja, se le ha dado de cotejar su ADN con el de los restos encontrados en las fosas de esa zona de camino a Burgos, la vive con una sensación de «nervios y angustia»; pero, al mismo, tiempo, valora la oportunidad de poder cerrar ese capítulo de la historia familiar si su muestra coincide con alguno de los perfiles genéticos de los restos encontrados en La Pedraja.

«Es muy importante que los familiares se hagan la prueba de ADN porque hay que intentar cerrar esa etapa en la que no saben qué o por qué pasó», concluyó la concejala de Memoria Histórica, Begoña González.

Será en aproximadamente dos meses cuando se sepa si hay coincidencia entre las perfiles de las fosas y las de Vicente Fatrás Sanz, al que ayer se le tomaron tres muestras de células de la boca. «El proceso en el laboratorio es bastante complejo. Además, en el terreno de La Pedraja se conservaron muy mal los restos y fue casi milagroso que muestras tan pequeñas pudiesen dar material genético», apuntó Jimi Jiménez, de la Sociedad Aranzadi.