Condenan a 19 años de prisión al asesino del escayolista y a 10 meses a los encubridores

Por este motivo la jueza ha impuesto la pena de 18 años solicitada por el Fiscal, cifra a la que se suma un año más por tenencia ilícita de armas. No se han tenido en cuenta las atenuantes pedidas por la defensa, como la leve discapacidad mental de Duval o su adicción a las drogas, ya que tanto el médico forense como los peritos que han declarado en el proceso manifestaron que era plenamente consciente de sus actos. De hecho, no ha quedado probado que sufriera síndrome de abstinencia o una intoxicación tan severa que afectara a sus facultades.

Asimismo, el asesino deberá compensar económicamente con 70.000 euros a cada uno de los hijos de la víctima en concepto de daños morales, aunque no deberá indemnizar al hermano del fallecido como también se reclamaba por parte de los abogados de la familia.

Además de Duval, en el banquillo se sentaban otros dos mirandeses imputados por encubrimiento (Cristian S. y Jonathan G.) que fueron las personas que ayudaron a deshacerse del cadáver, como ellos mismas confesaron durante el juicio, en una versión que arrojó mucha luz sobre lo ocurrido aquel fatídico 26 de abril de 2019.

La pena para los encubridores, representados por el despacho Herrero Alegre, es de diez meses de cárcel, un castigo inferior al que solicitaban tanto la acusación particular como el ministerio público.

La sentencia considera probado que, nervioso por echar en falta una importante cantidad de cocaína, David Duval bajó al piso de Fernando Martín portando una pistola de calibre 7 milímetros y le disparó a corta distancia y por la espalda, cuando la víctima no podía defenderse.

El asesino no se marchó inmediatamente del piso, sino que esperó hasta que el escayolista estaba lo suficientemente débil por la pérdida de sangre para ser incapaz de pedir ayuda. Posteriormente se puso en contacto con Jonathan, que a su vez llamó telefónicamente a Cristian para sacar de madrugada el cadáver y trasladarlo en coche hasta Montañana, donde tras atarle pesos al cuerpo, lo arrojaron al río. Allí fue descubierto por un vecino varios días después al asomar los pies.

Para condenar a los tres implicados en el crimen, han sido determinantes las escuchas telefónicas de las llamadas realizadas por los miembros del clan familiar del asesino, gracias a las cuales ha quedado acreditado que David Duval estaba muy alterado porque le faltaba droga y que portaba ya el arma en la mano cuando bajó al piso de la víctima, vecino que le custodiaba parte de la misma. La pistola la guardaba en un zulo con doble fondo construido en su vivienda y en el que se encontró munición en el posterior registro efectuado por las fuerzas de seguridad.