Andrés Araiko ha estado colaborando como masajista en un hospital saharaui. e. c.

Un compromiso inquebrantable

Cooperación ·

En cuanto la pandemia se lo ha permitido, Andrés Araico ha regresado al Sahara para prestar ayuda humanitaria a un pueblo al que se siente muy unido

raúl canales

Lunes, 2 de mayo 2022, 02:16

Ni los secuestros, ni la guerra, ni la pandemia frenan a Andrés Araico. Su compromiso con el Sahara es inquebrantable. Este mirandés acaba de regresar de su enésima visita a los campos de refugiados, donde una vez más ha puesto sus manos al servicio de ... quienes más lo necesitan. Hace una década, el secuestro de tres cooperantes con los que él guardaba una estrecha relación, hizo que muchos se replantearan volver al desierto. La acción fue atribuida a un grupo terrorista, aunque siempre planeó la sombra de que estaban detrás de la misma los servicios secretos de Marruecos. «Querían meternos miedo a todos para aislar aún más al pueblo saharaui», asegura Araico. En su caso, no lo consiguieron porque nunca ha dejado de apoyar la causa, sobre el terreno y en la distancia.

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Por eso, en cuanto el coronavirus se lo ha permitido, no ha dudado en montarse en un avión. Su destino, Rabouni. El escenario que ha encontrado dos años después ha sido desolador. Para un pueblo que sobrevive gracias a la ayuda internacional, la pandemia ha supuesto un corte total de suministros, por lo que los casos de desnutrición y raquitismo se han disparado.

«El raquitismo infantil se ha disparado; hay niños que solo comen un trozo de pan y un yogur»

hambre

La dieta diaria de muchos niños saharauis se compone, debido a la escasez de alimentos, de un trozo de pan y un yogur. «Están pasando realmente hambre, algo que antes no sucedía», afirma Araico, que aprovechó su estancia para echar un cable a un par de familias con la compra de unas cabras y con una aportación económica al hospital en el que ha desempeñado su labor como masajista.

En otras épocas, algunos rebaños de camellos llevaban el nombre de jugadores del Mirandés por las donaciones que era capaz de juntar en la ciudad. «Esta vez el viaje ha sido un poco improvisado y no he tenido tiempo de reunir mucho dinero», asegura casi a modo de disculpa. Pero Araico no necesita justificarse porque es uno de esos héroes sin capa que huyen del protagonismo pero que hacen del mundo un lugar un poco mejor para vivir. Su cuerpo está la mayor parte del año en Miranda, pero su corazón siempre está en el desierto. Y es que son ya muchos años de poner su experiencia profesional al servicio de la rehabilitación de víctimas de las minas antipersonas, de organizar caravanas solidarias con alimentos de primera necesidad o de visibilizar la causa saharaui.

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«Es duro porque algunos de los jóvenes que están en el Frente Polisario son casi como mis hijos; les he visto nacer»

guerra con marruecos

Para lo que quizá no estaba preparado en este viaje era para ver como muchos de los niños que conoció en sus primeras visitas, y a los que ha visto crecer, ahora integran las filas del Frente Polisario y tienen que empuñar un arma para defender a su pueblo. Estos días, aguardaba impaciente las noticias que llegaban cada tarde a los campamentos de refugiados, una sensación desconocida hasta este momento para él. «Es muy duro, porque no son mis hijos pero casi», asegura sin ocultar el malestar que le genera el cambio de posición de España respecto al conflicto y el olvido internacional. Y es que a pesar de no tener la atención mediática de Ucrania, desde hace más de un año el Sahara vive una guerra oculta que aleja aún más el sueño de miles de refugiados, que anhelan vivir un día en una nación libre y en paz.

Recién aterrizado en Miranda, Araico hace un llamamiento a la solidaridad de los mirandeses para acoger a niños saharauis durante el verano. Mientras tanto, en su cabeza ya está dando vueltas a las próximas actividades de cooperación, y cuando cierra los ojos, no puede evitar imaginarse que está en una jaima tomando un té, una de las pocas tradiciones sociales que permiten matar el tiempo en los campamentos.

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