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Jorge A. López
Domingo, 14 de marzo 2021, 23:44
La pandemia ha agravado la situación de los sectores más desfavorecidos de la sociedad. También en Miranda, donde Cáritas atendió y dio alimentos a casi 300 personas durante 2020, una cifra muy superior a la de ejercicios anteriores y que ha obligado a la ... entidad a realizar un esfuerzo extra. Pese a ello, existe «satisfacción» con el modo de proceder de los voluntarios y la ayuda prestada a la sociedad.
«Tengo que reconocer que en las primeras semanas nos vimos desbordados por la cantidad de gente que acudía», admite Jesús Ponce, presidente de Cáritas Miranda. Y explica Ponce igualmente que lo que se pensaba que sería una situación pasajera se ha estancado, lo que ha obligado a Cáritas a «reinventarse» para mantener la ayuda a niños, sintechos, refugiados... y sumar las necesidades de alimentación de las familias en situación más desfavorecida.
Y es que la pandemia ha incrementado el riesgo de pobreza y exclusión y hecho que la crisis afecte de manera más directa a las personas más vulnerables. «La situación era extrema para muchos», relata Ponce. «Los servicios jurídicos han estado desbordados por la situación de extranjeros que ante la situación de crisis necesitaban acelerar los trámites de sus papeles». Y a todo el trabajo se sumaba la creciente necesidad de alimentar a familias que veían cómo sus pocos recursos menguaban por los ERTEs, los cierres de negocios... «Sin darnos cuenta, en el despacho de atención y acogida estábamos repartiendo bolsas de comida» a familias muy heterogéneas: «desde una con cinco hijos a otras con solo un niño. No se puede establecer un retrato», reconoce Ponce.
Todo ayudaba a incrementar la dificultad para dar satisfacción a todas las personas que necesitaban la ayuda de Cáritas: la demanda subía por lo prolongado de la pandemia, el espacio era limitado y el centro de día tenía que cerrar sus puertas por las medidas restrictivas. En el lado positivo, la ciudad ofreció notables muestras de su solidaridad y las donaciones cada vez eran más generosas, haciendo que el espacio fuera aún más limitado.
Por ello, la parroquia de Espíritu Santo cedió los locales de la calle Sorribas 3, que se empezaron a utilizar como centro logístico en julio y los voluntarios (seis, a los que sumar dos trabajadores sociales y una persona que percibe una beca económica) se organizaron para tener siempre en el lugar dos personas que atendieran las demandas recibidas. El centro sigue abriendo sus puertas de lunes a jueves de 11 a 13 (los lunes, miércoles y jueves se reciben productos de Eroski y Mercadona y los miércoles una pescadería local dona bacalao), aunque los voluntarios acuden antes y se marchan más tarde para higienizar el espacio y clasificar convenientemente los alimentos recibidos. Cáritas dispone igualmente de una furgoneta, tres frigoríficos y un arcón congelador para la recogida, almacenaje y distribución de la comida.
Nacía así el meRcaRmiR (Mercado de Cáritas Miranda), que hasta el cierre de 2020 había suministrado alimentos a un total de 293 personas de 95 familias directas. El valor de estos alimentos fue de 45.626,62 euros que complementaron los 40.646.06 euros compartidos en metálico.
La organización realiza una valoración de la situación de las personas que acuden al mercado, valorándose la procedencia o no de incluirles en el programa. Una vez aceptados, se les entrega un un documento que les identifica como usuarios del mercado, documento con una fecha de validez de inicio y de fin que se renueva cuando se considera oportuno.
Pero, fieles al espíritu de Cáritas, a los beneficiarios de meRcaRmiR no se les da «limosna», sino que a cambio de los alimentos que perciben se les exige una contraprestación. «Siempre hemos considerado que no es positivo regalar, que hay que dignificar a la persona convirtiendo esas entregas no en caridad sino en recompensas»: los beneficiarios, así, reciben los alimentos a cambio de, según sus características y posibilidades personales, acudir al taller de manipulados, a los cursos de formación organizados, a actividades en los huertos ecológicos, en el comedor social o a clases de castellano, entre otros. Esto hace que los beneficiarios del mercado de Cáritas «den un valor real» a lo que reciben.
A estas personas no solo se les ayuda a recibir alimentos y en muchos casos capacidades que faciliten su acceso al mundo laboral, sino que también se les garantiza un contacto continuado con los trabajadores sociales y con una voluntaria referente de seguimiento, porque no solo se busca facilitar el acceso a los trabajos sino mejorar la nutrición, la economía doméstica y los hábitos saludables.
La pandemia, por otro lado, ha puesto de manifiesto la necesidad de Cáritas Miranda de contar con voluntarios más jóvenes. «Son gente mayor en su mayoría -explica Ponce- y eso ha hecho que parte de la gente que colabora con nosotros no lo haya hecho este año. Por lógica tienen miedo al contagio, son parte de un grupo de riesgo, y eso nos ha mermado a la hora de atender a la gente», relata el presidente de la asociación.
293 personas, integrantes de un total de 95 familias, recibieron la ayuda del programa de alimentos de Cáritas Miranda entre el 15 de marzo y el 31 de diciembre de 2020.
Familias heterogéneas Jesús Ponce afirma que no es posible establecer un 'retrato robot' del beneficiario del programa, ya que se trata de familias muy heterogéneas tanto en cuanto al número de miembros como a las circunstancias personales.
45.626,62 euros es el valor de los alimentos repartidos en primer lugar en la sede de Cáritas y desde principios de julio en los locales cedidos por la parroquia Espíritu Santo, en el número 3 de la calle Sorribas de la localidad.
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