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El sonido rítmico de la madera de los bolillos al golpear entre sí marcó el ritmo del Pabellón Multifuncional de Bayas que en la mañana de ayer se convirtió en un ir y venir de gente dispuesta a conocer más de cerca los trabajos de ... las más de 750 personas -en su mayoría mujeres- dispuestas a demostrar que el encaje está de moda, acudiendo a la llamada de la Asociación de Encajeras de Miranda.
Y que lo está porque se puede lucir en bolsos, chaquetas o chalecos, pero también porque es capaz de incorporar sabia nueva a una labor artesanal y tradicional, además de seguir despertando la curiosidad de los mirandeses, pese a que el encuentro ha cumplido ya 17 ediciones, y de las aficionadas a esta labor por seguir mostrando en qué consiste. Baste como ejemplo la imagen de un pabellón con todos los puestos de trabajo llenos y que dejó fuera, en reserva a 160 personas. De hecho, a alguna de la asistentes el evento le sirvió de excusa para un encuentro familiar.
Ese fue el caso de Ana Garrido y su madre, Hermelinda Sendín, cuya afición compartida las llevó a sentarse codo con codo a trabajar sobre el mundillo, tras viajar desde Calahorra, la primera; y de Salamanca, la segunda. «Esto es algo que no se debería perder y el hecho de que se celebren encuentros como éste ayudan precisamente a eso, a que algo tan tradicional que se sigue haciendo en las casas, no se pierda. Esto también es patrimonio cultural», valoró Ana, que se inició con su madre en el manejo de los bolillos, al igual que una de sus sobrinas, pero que también recurre a tutoriales y youtube para perfeccionar su técnica y resolver dudas. «Tener alguien con quien compartir tu hobby también anima y ayuda a mejorar y tratar de perfeccionar», valoró. Ella lo hace prácticamente a diario. Ha encontrado en los bolillos la calma y la relación. Acabada su jornada laboral como directora de Marketing, «esto me da la vida».
También a Eduardo Zorrilla, para el que el resto del mundo «se para» cuando se sienta con el mundillo en su casa de Valencia, ciudad en la que reside desde hace muchos años este mirandés que ayer compartió pasión en el Multifuncional con su madre y su hermana, aunque él aprendió en su lugar de residencia hace más de 25 años gracias al empeño de una mujer muy mayor, casi centenaria que, además, le dejó en 'herencia' unos hilos con los que ayer, casi a modo de homenaje, estaba trabajando en Bayas, en una cita a la que siempre que puede hace un hueco en su agenda.
Y ayer le vino muy bien la jornada de trabajo conjunto porque logró resolver una duda que tenía gracias a la ayuda de Pilar Narro, presidenta de la Asociación de Encajeras de Miranda; un colectivo del que valoró su enorme esfuerzo por dar a conocer una actividad que a mucha gente ni siquiera le suena y a la que cree que hay que dar una mayor visibilidad, apostando por llevar los trabajos a prendas actuales, del día a día, ya sea una camiseta o un abrigo.
«Los bolillos pueden parecer de otro siglo pero se pueden incorporar a las prendas de hoy»
«Eventos como éste ayudan a que algo tan tradicional no se pierda. Es patrimonio cultural»
«Los encajes de bolillos pueden parecer de otro siglo pero se pueden incorporar a prendas de hoy. Sigue sonando a algo de antaño que estaba en el baúl de la abuela; pero no es así, tiene visibilidad hoy y pone en valor la artesanía y el trabajo que se realiza», destacó Eduardo.
Buen ejemplo de ello dio también Isabel Velasco, integrante de un colectivo de Bilbao y profesora de un grupo de Santurce, que ayer lució una chaqueta color coral confeccionada por ella misma, con metros y metros de hilo y muchas horas sentada con el mundillo. Tantas que no se planteaba ni contabilizarlas. Sobre su mesa también había alpargatas, bolsos, chales... La variedad de prendas a la que se pueden incorporar los bolillos es infinita. Eso sí, siempre y cuando se sepa hacerlo, porque comprarlo no es una opción. Sólo teniendo en cuenta las horas de dedicación que requiere cualquier labor su precio resultaría muy alto. Aunque eso sí, también destacan que son piezas únicas, exclusivas y artesanas; de ahí la importancia de enseñar a nuevas generaciones, para no se pierda porque «una vez que se aprende no hay nada difícil», destacó Isabel, una habitual de la concentración mirandesa.
750 inscritas se dieron cita en el Pabellón Multifuncional de Bayas, donde la Asociación de Encajeras de Miranda esperaba a 50 más de Palencia que anularon el vieja el viernes.
Confraternización Además de pasar la mañana haciendo bolillos y compartiendo trabajos, más de 200 compartieron comida (esperaban también a las 50 que les fallaron). Otros grupos optaron por comer en otros puntos de la ciudad.
13 puestos para comprar todo el material necesario se montaron en el pabellón.
También apuestan por mantener la tradición en Fuenmayor y Logroño, desde donde se acercó Inmaculada Arnedo, que disfruta de las labores y, en este caso, además del para ella relajante sonido de los bolillos; al igual que Daniel Molina, de Zaragoza, que descubrió la actividad en un viaje familiar a Galicia y que volvió ya a casa con su propio mundillo, donde empezó a practicar y mejorar con videotutoriales, hasta que se enteró de que había una asociación que daba clases presenciales y se apuntó. «Estoy muy contento, la profesora explica muy bien y he avanzado mogollón», reconoció durante el que era su primer encuentro de encajeras.
Disfruta y se relaja practicando una actividad muy manual a la que acompaña un sonido, el de los bolillos, que es como un bálsamo para él y en la que se mete de lleno todos los días un rato, cuando acaba de estudiar. «Me llama mucho la atención cómo se va creando una puntilla o cualquier labor», zanjó.
Ha crecido con el sonido de los bolillos. Y no sólo el que sale de los que mueven su abuela, su tía y su hermana, también del que genera ella misma con las labores de su mundillo, al que lleva unida más de media vida. Empezó con 4 años y 5 después sigue disfrutando de una actividad manual a la que reserva siempre un tiempo en una agenda semanal que incluye música, inglés o jockey.
Valeria Abecia tenía claro desde pequeña que aquello que veía hacer lo quería probar. Así que «le dije a mi abuela que yo quería hacerlo, no mirar». Y se lanzó. Ahora mismo está confeccionando una liga, una pieza que le requiere usar más pares de bolillos de los que está acostumbrada a mover, pero que no le está suponiendo mayor complicación. Quizá porque, junto al jockey, es una de sus actividades favoritas. Por eso, no duda en explicar a sus amigas cuánto le gusta para tratar de animarlas.
De hecho, ése es uno de los retos que de cara al próximo curso se ha marcado la asociación: acercarse a los colegios y explicar qué hacen. Es un proyecto al que están dando forma para ponerlo en marcha a partir del próximo curso y tratar de sumar a escolares con los que ya contaban antes de la pandemia.
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