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Raúl Canales
Jueves, 31 de agosto 2023, 00:01
La lluvia de los últimos días nos ha hecho olvidarnos un poco de la ola de calor y la amenaza de sequía. Pero la escasez de agua es uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta la humanidad y al que España mira ... cada vez más de cerca. Miranda también, porque los acuíferos que abastecen la ciudad han bajado su nivel de forma alarmante.
El suministro a corto y medio plazo está garantizado, pero las dos captaciones empiezan a dar «síntomas muy preocupantes» de pérdida de capacidad y sobreexplotación. Si históricamente el nivel freático de La Calera en esta época del año rondaba los 13 metros, estas semanas apenas alcanza los 8,4 metros, cifra que inquieta a la administración local. La situación no es mejor en Valverde, donde se ha pasado de 5 a 3,5 metros. El problema, es que a ambos cada vez les cuesta más recuperar, lo que obliga a que las bombas de extracción tengan que estar casi en constante funcionamiento.
Este verano ha habido jornadas que han tenido que estar activas las 24 horas, lo que acorta su periodo de vida útil. Recientemente ha sido necesario adquirir otra de repuesto ante el temor de que se rompa y media ciudad se quede sin agua, equipamiento que ha tenido un coste de 24.000 euros para las arcas municipales.
Tener funcionando tantas horas las bombas, además de que refleja un consumo desmedido de un recurso vital cada vez más escaso, representa un gasto energético elevado que ronda los 30.000 euros anuales que salen del bolsillo de todos los mirandeses.
Ante este panorama, la concejalía de Servicios ha puesto en marcha una batería de medidas encaminadas a reducir el consumo y a animar a la población mirandesa a que avance en la misma línea, para alejar el fantasma de las restricciones. Entre las acciones que se han llevado a cabo, la más destacada es la de ordenar al servicio de limpieza que no llene los camiones para barrer las calles con agua potable sino que lo haga en la depuradora. Además, se ha reducido un 40% el riego de las zonas verdes de la ciudad y se ha pedido a la ciudadanía a ser más responsable.
La campaña ha tenido resultados positivos. «En poco tiempo se ha recuperado un poco de nivel freático y las bombas funciona entre 14-15 horas al día. Sigue siendo demasiado, pero es mucho menos que antes», asegura Guillermo Ubieto.
El bajo nivel freático de los acuíferos afecta también a la actividad agrícola. Los que más lo sufren son las personas que tienen pequeños huertos familiares en el área de influencia del Oroncillo. El río cada vez tiene menos agua y hay más usuarios, pero el principal problema que tiene la comunidad de regantes es que las precipitaciones y los sedimentos provocan que el agua baje más turbia de lo normal. Al haber poco volumen, tarda más en diseminarse el barro, lo que genera atascos en la tubería e impide que la corriente fluya.
Los valores que indican la turbiedad del agua han estado este verano hasta seis veces por encima de lo normal. Eso impide que se pueda embalsar el agua para que luego baje con la fuerza suficiente como para abastecer a todas las huertas, ya que en caso de hacerlo, ese barro acaba filtrándose en el acuífero de Valverde y empeoraría la calidad del abastecimiento que se realiza a la ciudad. La concejalía está buscando soluciones para en el futuro, compatibilizar sin contratiempos las huertas con el suministro a las viviendas.
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