Filip Babicz es Ueli Steck esprintando en la cara Norte del Eiger, Kilian Jornet haciendo series en el Everest, Alex Honnold corriendo por una pared de 900 metros en la Patagonia… es el presente del alpinismo, en el que ya no solo estimula la ... búsqueda de la dificultad y el compromiso sino la velocidad, el placer infinito de cabalgar aristas y paredes no muy complicadas pero colgadas en escenarios de altura. No es una tendencia nueva, pero si recuperada y aumentada por tipos que se entrenan como atletas o ciclistas de élite.
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Babicz tiene 37 años, es polaco pero reside en el Valle de Aosta, a la sombra del Mont Blanc, y ha completado dos actividades en solitario en un mes tan impresionantes que solo cabe frotarse los ojos y preguntarse cómo es posible. El pasado 31 de julio, el alpinista polaco recorrió sin compañía la Integralissima de Peuterey, considerada como la arista más larga de los Alpes.
La actividad consiste en encaramarse a la arista justo cuando arranca en el valle, a 1.840 metros sobre el nivel del mar, para continuar por el Mont Rouge, Tête de Chasseurs, Aiguille Noire, Dames Anglaises, Aiguille Blanche, Grand Pillier d'Angle, Mont Blanc de Courmayeur y acabar en la cima del Mont Blanc, a 4.808 m. En cifras, 8 kilómetros de recorrido técnico, delicado, aéreo y expuesto, 4.000 metros de desnivel positivo, 900 metros de rápeles y todo esto en apenas 17 horas de carrera desaforada.
La integralísima fue recorrida por vez primera por los alemanes Gottlieb Braun-Elwert y Rudi Kirmeier, y emplearon tres días (del 11 al 13 de Julio de 1973). Nadie había imitado su ejemplo, mientras que la Integral de Peuterey se ha convertido en una clásica para fondistas.
La semana pasada, Babicz regresó precisamente al lugar donde arranca la Integral de Peuterey. De nuevo solo, con zapatillas de correr, pies de gato, un arnés, bolsa de magnesio, un aparato rapelador con su mosquetón y un cabo de anclaje, se plantó en el inicio de la arista sur de la Aiguille Noire de Peuterey con la idea de batir el récord de velocidad, de 2 horas y 45 minutos, establecido por diferentes alpinistas en varios intentos: Renato Casarotto, el 30 de agosto de 1981;
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Yves Astier y Marc Boucesand, el 11 de julio de 1982 (repitieron, desencordados, el 15 de agosto de 1983) y Jean Marc Boivin, el 27 de Julio de 1983. Más allá de la casualidad que supuso que todos firmasen idéntico tiempo, Babizc no podía creer los dígitos de su reloj cuando abrazó la Madonna en la cima: 1:30:14.
«Teniendo en cuenta que una cordada eficaz invierte entre 12 y 14 horas en la vía, la marca parecía imbatible. Además, Ueli Steck la escaló en 3 horas y 20 minutos cuando estableció el récord actual en la Integral de Peuterey: 11 horas y media, en 2013. Con estos datos, mis cálculos más optimistas pasaban solo por acercarme al récord, con un tiempo óptimo de 2horas y 15 minutos. Por eso escalé recientemente cinco veces la ruta, hasta memorizarla», explicó en sus redes sociales el mismo 27 de agosto, poco después de regresar a la civilización tras destrepar la cara este.
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El alpinista polaco no acertaba a asumir la magnitud de su récord, que casi rebaja a la mitad el anterior, obtenido en unos años 80 que conocieron en los Alpes una verdadera revolución de la velocidad y los encadenamientos locos de actividades alpinas.
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