La gesta de Oiarzabal en las alturas cumple un cuarto de siglo

De hecho, aquel lejano 29 de abril de 1999, el alpinista alavés pasaba a ser el sexto montañero que lograba subir las cimas más altas del planeta, tras Messner, Kukuzcka, Loretan, Carlos Carsolio y Wielicki. Ese logro y el hecho de que en su currículum aparezcan 26 cimas de más de 8.000 metros le convierten, a sus 68 años, en una auténtica leyenda del alpinismo español.

Eran las 11.46 hora local –ocho de la mañana en España– cuando Juanito Oiarzabal alcanzaba la cumbre del Annapurna junto a su compañero Juan Vallejo. Llegaron prácticamente de la mano. Atrás quedaban siete horas y media de batalla contra los elementos, principalmente el viento, que puso en jaque hasta el último instante el intento de ascensión desde el campo tres. Llegaron exhaustos –debían parar cada dos pasos– y con el corazón a mil por hora por el enorme esfuerzo realizado, pero también por la satisfacción de haber conseguido por fin alcanzar el reto.

No era para menos. Representaba el final de una carrera de obstáculos que había empezado catorce años atrás. Y por el rostro de Oiarzabal se dejaron ver algunas lágrimas pese a su leyenda de hombre duro. «Es el fin de un ciclo, de una parte de mi vida dedicada a la alta montaña», reconoció horas después a ELCORREO, aunque realmente su historia con el Himalaya duró mucho más.

Al dúo se le unió minutos más tarde en la cumbre el cámara de 'Al filo de lo imposible' Ferrán Latorre. Eneko Pou, integrante también de aquella expedición alavesa al Annapurna no pudo hacerlo. Sus ilusiones se vieron truncadas por un edema de altura que le obligó a quedarse en el campo III por decisión propia. En la cima, no hubo mucho tiempo para disfrutar del histórico momento. Abrazos, una enorme sensación de paz y apenas veinte minutos para sacar algunas fotos.

«En poco tiempo te pasan tantas cosas por la cabeza... Me he acordado de los que he dejado atrás, de Zulu, de Atxo, de Miranda. También de todos los que me han apoyado», reconoció emocionado el segundo hombres con más ochomiles del mundo. El trío se apresuró a iniciar el descenso. Las previsiones meteorológicas indicaban un empeoramiento del tiempo y las fuerzas también iban justas. Arrancaron poco después de la llegada a la cima de los coreanos, Un Hong Gil, Park, dos sherpas y la única mujer de la cordada, la también coreana Gi. Comenzaba otra odisea.

De hecho, «lo más complicado ha sido bajar porque son pendientes de 45 grados y vas ya sin demasiados reflejos debido al cansancio. Es necesario poner los cinco sentidos», reconoció el alpinista vitoriano. Les costó tres horas y media llegar al campo tres y «ha sido entonces cuando verdaderamente te das cuenta de por dónde habíamos subido a la noche», resaltó.

Aquel 29 de abril de 1999 Juanito Oiarzabal cerraba un círculo. Catorce 'ochomiles' en catorce años llenos de sacrificios, desgracias, ilusión y grandes dosis de constancia en los momentos de desánimo. La aventura, aunque el ni el propio alpinista vitoriano era consciente de que era así comenzó en 1985. El 15 de mayo de ese año alcanzó la cima del Cho Oyu –8.201 metros–. Fue su primer contacto con el Himalaya y todavía no pasaba por su cabeza el sueño de completar la gesta de los catorce ochomiles. Se trataba de una expedición de carácter deportivo y científico.

Oiarzabal tuvo que esperar dos años para hacer un nuevo intento. Fue el Gasherbrum II (8.035 metros) que holló el 16 de agosto de 1987. Tras una pausa de cinco años, sumaba en el Nanga Parbat (8.125) su tercera muesca en el piolet de los ochomiles. Un año más tarde, la montaña más alta del planeta, el Everest, marcó la primera tragedia en el historial deportivo del alpinista vitoriano. Mientras Oiarzabal consigue hollar la cima, su compañero Antonio Miranda caía por una grieta cuando intentaba regresar al campo base tras renunciar a la cima perdiendo la vila.

Pese al duro golpe, Juanito logra en junio del año siguiente hacer cima en el K2 y en mayo de 1995, después de tres intentos, en el Makalu. Para entonces, tiene claro que quiere entrar a formar parte del selecto club de los elegidos del himalayismo. Así, sólo dos meses después de coronar el Makalu hace cumbre también en el Broad Peak. No contento con eso, cierra un espectacular 1995 con su tercer ochomil, el Lhotse.

El noveno hito del alpinista alavés fue el Kangchenjunga (1996) junto a los hermanos Iñurrategi, cuyo descenso fue una odisea. Al año siguiente llegarían las cumbres del Hidden Peak y Manaslu. En su frenética carrera hacia los catorce 'ochomiles', en 1998 sumaría las cumbre del Dhaulagiri, la montaña de las tormentas, y el Shisha Pangma, penúltimo escollo hacia sueño que se convirtió en realidad aquel lejano, pero tan presente, 29 de abril de 1999 en el Annapurna.

Su carácter inconformista y apetito pantagruélico por las alturas le llevó una década después a iniciar un ambicioso proyecto denominado 2x14x8000, con la intención de convertirse en el primer alpinista que alcanzaba dos veces la lista de catorce 'ochomiles'. Sin embargo, la salud le obligó a renunciar a tal empresa en 2012.