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Cuando a comienzos de este año Alex Txikon desistió de la invernal del K2 (coronar esa cumbre del Karakorum en temporada de invierno), lo último que tuvo que pasarle por la cabeza era que esa expedición hubiera puntuado para el centenario. Aunque si hubiera reparado en ese detalle, sus colaboradores, azotados por vientos huracanados, le hubieran preguntado: «Puntuaba ¿para qué?».
Quizás la palabra 'centenario' resulte ajena a los no aficionados a la montaña, pero hasta los himalayistas vascos saben que es indisociable del espíritu montañero, ya que muchos de ellos conocieron su primera cima cuando eran niños o adolescentes con la excusa de introducir una tarjeta con su nombre en un buzón de los Cien Montes.
Al principio no había que alejarse mucho de casa; era divertido y se escuchaban motes curiosos. A algunos adultos los llamaban 'tachamontes', tipos que recogían tu tarjeta para que llegara a su club (si el documento no era de un socio, lo envíaban a la federación) y así dieran fe de que habías estado arriba. Como un servicio de Correos, pero sin objetivo concreto, salvo conocer parajes y pueblos a los que nunca hubieras ido ni en broma. Todavía te dan un diploma si dejas cien tarjetas en otros tantos buzones, pero por muchas cien subidas que vuelvas a hacer, no hay más premios, si bien desde el principio entras en una Hermandad, en la que un secretario vigila si has hecho los montes realmente (actualmente es Joseba Undurraga, que puede analizar incluso fotografías para verificarlo) y un par de expertos deciden qué sitios valen y cuáles no (Patxi Galé y Javier Urrutia). Como un comité de la Royal Geographical Society o algo así.
A esa Hermandad han ido entrando 4.285 mendigoizales del País Vasco y Navarra desde los años veinte, cuando comenzaron a organizarse pruebas para sumar ascensiones que dieron lugar en 1950 al actual Concurso de los Cien Montes de la Federación Vasca. La existencia de ese grupo –al secretario de la institución lo llaman 'hermano mayor'– explica por qué en las cumbres de Euskadi se conservan tantos buzones. El colectivo pervive con las entre 40 y 50 incorporaciones anuales, personas que hacen el centenario por primera vez, cumpliendo escrupulosamente las normas, que no son pocas.
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Se trata de culminar cien ascensiones en cinco años, pero a razón de veinte por año, una por jornada y sin repetir ninguna. No vale cualquier monte, sino, en primer lugar, los incluidos en un catálogo de Euskal Herria (comunidad autónoma vasca, Navarra e Iparralde), bien por su altitud, bien por significación histórica, geográfica... Esa lista se ha ido actualizando cada cierto tiempo, a medida que la cartografía y la toponimia se han perfeccionado y la información ha sido más correcta y precisa, y se compone también de anexos de sistemas montañosos de toda España y del Pirineo francés, cuyas cimas más destacadas se aceptan para el concurso. El total hace 920 válidas.
El Himalaya y los Alpes no aparecen en el catálogo (está a la venta), pero que el Everest y el Mont Blanc, y en general las grandes cumbres del planeta, estén ausentes no significa que no puedan contar, siempre que sean importantes y las cosas se hagan bien. Las tres cuartas partes del centenar de cimas que se acrediten tienen que ser vascas, incluida Iparralde, y nunca pueden presentarse más de cinco de fuera del listado. De modo que si Alex Txikon quisiera haber concursado con su invernal del K2, tendría que haberse asegurado primero de que 75 de sus otras ascensiones se habían realizado entre las del catálogo de Euskal Herria. Dispone de alguna hasta en su pueblo, Lemoa, donde hay un monte, el Lemoatxa/Gantzabal, con la escalofriante altura de 363 metros (catálogo de 2018). No es el glaciar de Khumbu ni se puede uno conectar con la Pachamama, pero puntúa.
A muchos les extraña que las 'tachuelas' formen parte del concurso de los Cien Montes. En realidad, decidir qué entra en la lista y qué lo reemplaza ha sido y es objeto de discusiones entre los especialistas. Mejor no ir por ahí si uno quiere que le admitan en una excursión. El concepto mismo de cumbre relevante puede ser difuso, y si bien para incluir un monte en la prueba se toman en consideración la historia y las tradiciones, la altitud es, en general, el criterio determinante. Es decir, aquí el tamaño sí importa, y entre dos cimas que están una al lado de la otra, se acaba escogiendo, como en tantas facetas de la vida, la más prominente. Lo que no impide que uno de los debates aparentemente más estériles para los profanos –no por ello menos interesante con unas cervezas de por medio– es a qué consideramos una cima y por qué.
En Bizkaia, la discusión más caldeada gira en torno al Pagasarri, la salida montañera más bilbaína, pero que no figura en el catálogo de Euskal Herria (de hecho, salió de la lista en una primera revisión realizada hace muchas décadas). En cambio, aparece el monte contiguo, el Ganeta, ligeramente más elevado, presidido por una antena. Ese tipo de dilemas son de los que tienen ocupada a la Hermandad de los Cien Montes, a esas personas que han hecho el concurso una, dos, tres y hasta siete veces. En el listado aparecen incluso ocho montañeros que sumaron ocho centenarios y tres que hicieron nueve. Dicho de otra manera, 900 ascensiones 'oficiales', aunque no se corresponden con otros tantos montes, porque a partir del segundo centenario se pueden repetir algunas cimas. Y además, el plazo para acabarlo baja a cuatro años.
Esos aficionados son la punta de lanza de un colectivo que el año pasado tuvo su primer encuentro en Artaun, barrio de la localidad vizcaína de Dima, mientras que este otoño será en Álava. Ellos son los 'tachamontes' que cogen el catálogo, eligen una cumbre que no han hollado y programan una ruta para el siguiente fin de semana. A su regreso, le ponen una cruz y van a por la siguiente. Para atraerlos, los grupos de montaña procuran añadir cimas centenarias a sus travesías, a fin de alimentar su adicción o mejor... su sueño carente de lógica, algo que los anima a calzarse unas botas, ponerse una mochila a la espalda y salir a conocer su país y, poco a poco, aventurarse más y más lejos.
Esa obsesión ha arrastrado a algunos montañeros más allá de la Península Ibérica y de las islas Canarias y Baleares, e incluso de Europa. Y de qué modo. Una aficionada viajó a Guinea Ecuatorial, a la isla de Bioko, solo para subir el pico Basilé (antiguo Santa Isabel), un tres mil que aparecía en el catálogo de los Cien Montes durante la época colonial. No es raro que quienes han hecho varios centenarios pongan sus ojos sobre los 'ex', los nombres que ha sido expurgados de la lista oficial con el paso del tiempo, entre ellas, algunas cimas del norte de Marruecos, en el antiguo Protectorado español.
En fin, cualquier excusa es útil para marcarse un objetivo y respirar en lo más alto. Y aunque puede haber quienes recurran a la picaresca y simulen haber subido a cimas centenarias donde no han estado o hayan hecho varias el mismo día, lo que no está permitido, aquí cuenta lo que escuchas en la Federación Vasca cuando llamas por la Hermandad de los Cien Montes: «Nos puedes engañar a nosotros, pero ¿te puedes engañar a ti mismo?».
TESTIMONIOS EN PRIMERA PERSONA
Empecé en esto de los centenarios con 12 o 13 años. Tenía el listado y cuando hacía uno, lo iba apuntando. Lo bueno es que tienes que buscar montes diferentes y es una manera de conocer el territorio. Según vas haciendo las cimas de alrededor, amplías el marco y vas más lejos. Así conoces el entorno, otros sitios, otros valles.
De joven no tenía coche, iba mucho por los alrededores de Bilbao. Cogía el tren, me buscaba la vida. También andaba mucho por la zona de Areatza y me apuntaba a las excursiones de mi club (Aldatz Gora). Éramos unos cuantos montañeros pendientes del concurso, un poco los mismos. Desde entonces han cambiado los nombres, al euskera, y también la altura, porque con los satélites se mide con mucha exactitud. Y tenemos el GPS, que te lleva como a las cabras. Un técnico explicó en mi club que, para usarlo, primero hay que saber leer un mapa y manejar la brújula. De otro modo, si te quedas sin batería, solo sabes llamar al 112 de emergencia. Está pasando.
Tengo subidos todos los montes de Bizkaia. Conozco amigos que han hecho todos los de Euskal Herria. Es impresionante. Se dedican a tachar montes para ir pasando de un centenario a otro. Y lo acaban conociendo todo. A mí, el concurso me motivaba, un reto a cinco años. Tengo dos hijos y ambos tienen 'centenarios', uno ha hecho dos; el otro, uno. No le falta mucho para el segundo. Cuando eran niños, íbamos la familia al Ganguren, al Gorbea. Ahora, al mayor le gusta escalar.
Llevo 19 años con los Cien Montes. En 2000, el presidente de mi club (el Ganerantz, de Portugalete) era muy 'tachamontes' y siempre nos hablaba de este catálogo. Yo entré rápido, simplemente lo vi y me dije: 'Quiero hacerlo', y ahí me mantengo, con dos años ya completados para lograr el quinto centenario. He subido a todo tipo de montes del libro. En verano, 'tresmiles' del Pirineo, Picos de Europa, la Cordillera Cantábrica... A lo largo del año, las salidas del club incluyen montes centenarios y hacemos los más cercanos, de Euskal Herria y anexos de Cantabria, Burgos, La Rioja...
El concurso es útil para no ir siempre a los mismos parajes. En las fechas que no están en el calendario de mi club, cojo el catálogo y miro qué me interesa. De otro modo, no hubiera ido a la mitad de salidas. Así se dan a conocer muchos montes, los caminos no se pierden.
No busco batir récords. Más que nada, lo que me mueve es que me apetece, es una afición. Algunos terminan un primer centenario y se dicen: 'Ya está'. Pero cuando hice el cuarto sentí la misma satisfacción que el primero. El diploma ahí permanece colgado. Mi club también te entrega un trofeo que es la figura de un montañero. Quizás un día sea la figura de una montañera.
En los últimos años todavía hay gente que está haciendo los Cien Montes. No muchos, pero los hay. En la directiva del Ganerantz (Txaro Iglesias es ahora vicepresidenta) los animamos. Son de mediana edad; los jóvenes no muestran mucho interés, un fenómeno que también se aprecia en los clubes. Ellos están en otra línea, en ir por su cuenta, a la escalada, las carreras...
Mi sitio ha sido la montaña. Estuve siete u ocho años compitiendo en maratón de montaña, tambien hice esquí de montaña... Comencé a salir al monte con mi aita, sin un gran control. Recuerdo que íbamos al Ganguren, al Pagasarri... Ya con 17 años entré en el club Padura, de Arrigorriaga, y todos los domingos había una salida. Escuchaba a los mayores hablar del 'centenario', pero a esa edad no me motivaba. Me gustaba el monte, sin más.
Más tarde fui al Aldatz Gora y conocí ese mundo de los Cien Montes que antes incluso criticaba. Descubrí que se le podía sacar jugo, porque exige preparar las salidas, subir por lugares distintos. El concurso me ayudó a conocer mi zona y a ver otros sitios de fuera del País Vasco. Estoy satisfecha por lo que hecho. He conocido gente y lugares que de otro modo no habría visto. Ha sido un acicate continuo, una disculpa para hacer lo que disfruto.
Voy a por el séptimo centenario, pero no hay que llevarse las manos a la cabeza. Hay quienes han hecho tres y dicen que están hasta las narices, pero a mí me basta llevar un poco de orden. Resulta más dificil, pero no se pierde el aspecto lúdico. En definitiva, consiste en que llega el domingo y te vas al monte. Si además, es un centenario, qué mejor.
He comprobado que los jóvenes viven el monte de otra manera. Recuerdo cómo antes el club sacaba dos autobuses para una salida de domingo. Hoy ellos tienen otra autonomía y buscan algo más explosivo. Pero si han hecho monte, más adelante lo retoman.
Soy un montañero más de ir por su cuenta. Salgo al monte desde hace veinte años con Amaia (su mujer), excepto un viaje al año con mi hijo mayor. He hecho mi primer centenario oficial entre 2014 y 2019, pero lo recibiré en enero. Voy a solicitar el diploma a través de mi club (Goizale, de Gernika). Empecé con los Cien Montes después de escribir a la Federación Vasca. Todavía me acuerdo de cómo me contestaron en euskera (fue Patxi Galé): «Tienes interés en engañarte a ti mismo?»
Desde que empecé a contar los montes, los anoté en el catálogo de Euskal Herria y en una hoja de cálculo. Lo que más me agrada del concurso son los pequeños retos que te vas marcando y el hecho de salirte de lo habitual. Lo normal es no cambiar nunca de lugares, el Gorbea, el Anboto, el Ganekogorta... Pero con los Cien Montes me he movido por Gipuzkoa, Álava y Navarra. Contemplas otros paisajes diferentes. Caseríos, campos, pequeñas montañas que son bellísimas.
El concurso es mi mayor diversión. He estado en el Pirineo navarro, el aragonés. También he ido a Iparralde, últimamente dos o tres veces. Si tuviera que describir el concurso diría que es un juego como los de los niños, pero lo jugamos los mayores.
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