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La pradera de Ordesa es seguramente el punto donde más visitantes de los Pirineos se congregan ansiosos por adentrarse en el corazón de sus impresionantes montañas, valles y senderos. Desde su parking parten multitud de rutas a cada cual más bella. La más conocida, claro, la que lleva a la cola del caballo pasando por las no menos hermosas gradas de Soaso. Desde aquí también se puede subir a Monte Perdido y al Marmoré -la ruta es común hasta el famoso lago helado, ya a casi 3.000 metros de altura-. Otras opciones son la senda de los cazadores, los miradores de Ordesa o el circo de Cotatuero, todas ellas igual de imprescindibles. Hay otra que a lo largo de sus más de 30 kilómetros permite conocer algunos de estos parajes y recorrer otros que quedarán para siempre en el recuerdo como la faja de las flores o, a distancia, la brecha de Roldán, el mágico paso natural entre España y Francia.
Sí, han leído bien: más de 30 kilómetros. En concreto, 31,5. Y unos 1.300 metros de desnivel positivo. No es por asustar al lector, pero no hace falta decir que para afrontarla es imprescindible una buena forma física, conocer el terreno y llevar en la mochila la suficiente comida y agua para soslayar cualquier imprevisto. No se desanimen. Si no se atreven a realizarla, al menos quédense a leer el relato y contemplar su belleza en las fotos que salpicarán los párrafos que siguen.
Como decía, la ruta comienza en la pradera de Ordesa. A estas alturas del verano solo se puede acceder con el servicio de autobús que parte desde Ordesa. Comienza bien pronto, a las seis de la mañana, para alegría de los montañeros más madrugadores. En apenas 20 minutos se llega al parking, el tiempo suficiente para perder la cobertura en el teléfono móvil y poder disfrutar de la naturaleza sin Whatsapp ni correos electrónicos del trabajo. Una bendición. A diferencia de la mayoría de rutas, para emprender esta hay que retroceder unos metros hasta dar con el cartel que indica la dirección del circo de Carriata, Faja Racón y Tozal del Mallo. El primero es el que nos interesa. Sus 1.000 metros de desnivel nos llevarán unas dos horas o incluso más.
El camino comienza adentrándose en un frondoso bosque que acaba abriéndose para contemplar la imponente pared del circo. Es una subida dura que supone incluso superar unas clavijas que pueden echar para atrás a los que sufren vértigo. Existe la opción de evitarlas por un camino, la fajeta, que alarga un tanto la travesía pero evita miedos innecesarios.
Una vez arriba y tras la obligatoria mirada a las espectaculares vistas, basta seguir unos hitos hacia la derecha para entrar a uno de los lugares más bellos de los Pirineos: la faja de las flores. Se trata de una estrecha senda que recorre durante tres kilómetros las alturas de Ordesa ofreciendo una panorámica desde las alturas del discurrir del río Arazas por el cañón de Ordesa.
La salida de la faja ofrece un premio si cabe mayor: la vista, a lo lejos, de la imponente brecha de Roldán. Se trata de un inmenso tajo en la roca que permite el paso entre España y Francia. Cuenta la leyenda que fue Roldán, el valiente sobrino de Carlomagno, el que abrió esta enorme hendidura en la montaña cuando ya agonizante tras la batalla de Roncesvalles trató de lanzar su imponente espada, de nombre Durandarte, hacia su tierra natal. Tres veces lo intentó sin lograr su objetivo hasta que en su último esfuerzo la arrojó con tal fuerza que logró partir literalmente la montaña.
Hay que dirigirse hacia la llanura existente a sus pies. El camino no siempre es evidente y obliga a alguna trepada ocasional, pero no tiene pérdida. Una vez en los Llanos de Millaris, que así se llama la explanada, y dejando la brecha a la izquierda, se ha de subir al collado del Descargador, que queda justo delante. La parte más dura de la ruta ya ha quedado atrás. A partir de ahora solo queda asombrarse ante la inmensidad del paraje y seguir el camino bien marcado hacia el refugio de Góriz.
Han pasado cinco horas y 19 kilómetros desde que comenzara la caminata. Momento para reponer fuerzas con la mirada casi hipnotizada en el cañón de Ordesa. Quedan todavía tres horas de camino para arribar a la pradera. Por el camino, la cascada de la cola del caballo, bien nutrida de agua, y las gradas de Soaso, una cascada escalonada y cabe más hermosa. Y tras casi nueve horas, volvemos al punto de partida de una ruta imprescindible.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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