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Javo, escalando en la pared de Aragón, en Montrebei.
Javo, la pasión infinita

Javo, la pasión infinita

El montañero que me inspiró ·

Javier Alonso Aldama (Amurrio, 1957) comenzó a escalar en 1971. Comenzó entonces una carrera brillante que se truncó diez años después cuando en un accidente en la montaña perdió los dedos de una mano. Esta es su historia

Martes, 26 de noviembre 2019, 16:27

Un grave accidente en los Alpes truncó la carrera de Javier Alonso Aldama, uno de los mejores alpinistas de su generación. Después, tuvo que aprender de nuevo a vivir, e incluso a escalar. Conocí a mi héroe local en el funeral de Pedro Udaondo y, pese a que ni siquiera fuimos presentados, decidí que tarde o temprano charlaría con Javier Alonso Aldama, por todos conocido como Javo (Amurrio, 1957).

El alpinismo se sostiene de leyendas, relatos e imaginación porque es una actividad privada que no se retransmite en directo con cámaras desde todos los ángulos, narradores y público. El alpinismo seduce tanto a los que lo practican como a aquellos que adoran las historias, y las que uno había escuchado de Javo eran jugosas. Recuerdo verle a la salida de la iglesia de Begoña, mucho más alto y fuerte de lo que había podido imaginar. Sonreía con inteligencia y parecía una persona en paz. Sencillamente, me pareció que desprendía serenidad. El periodismo puede ser una llave para conocer a personas extraordinarias y abre con facilidad puertas que de otra forma serían herméticas. Con la excusa de una entrevista, dialogamos en el salón de su casa, una biblioteca en realidad, donde para mi sorpresa encontré decenas de libros y revistas de montaña. Me despedí convencido de que mi grabadora había recogido una entrevista estupenda. Solo después de conocerle bien, entendí que la entrevista apenas recogía un esbozo de su experiencia en montaña y de su personalidad.

Existen instantes que definen y condicionan toda una vida: «En un día oscuro de 1971 de principios de abril me até por primera vez a una cuerda, o mejor dicho, me ataron a una cuerda en las paredes del Pagasarri una cuadrilla de chavales de Otxarkoaga mayores que yo entre los cuales estaba Ángel Catalán, que aún sigue escalando. Desde entonces hasta hoy, salvo en ocasiones de causa mayor, sigo atándome a una cuerda para repetir aquel instante extraordinario y aquel gesto maravilloso que da acceso a otros mundos y otros universos», explica Javo.

Javier Alonso Aldama (dcha) y Luis Garagarza, tras escalar la vía Casiopea a la Torre Salinas, en Picos de Europa. A continuación, Javo, en la vía de Las placas, Peña Olvidada (Picos de Europa). Finalmente, Javo, en primer término, y Luis Garagarza escalando en Ogoño.
Imagen principal - Javier Alonso Aldama (dcha) y Luis Garagarza, tras escalar la vía Casiopea a la Torre Salinas, en Picos de Europa. A continuación, Javo, en la vía de Las placas, Peña Olvidada (Picos de Europa). Finalmente, Javo, en primer término, y Luis Garagarza escalando en Ogoño.
Imagen secundaria 1 - Javier Alonso Aldama (dcha) y Luis Garagarza, tras escalar la vía Casiopea a la Torre Salinas, en Picos de Europa. A continuación, Javo, en la vía de Las placas, Peña Olvidada (Picos de Europa). Finalmente, Javo, en primer término, y Luis Garagarza escalando en Ogoño.
Imagen secundaria 2 - Javier Alonso Aldama (dcha) y Luis Garagarza, tras escalar la vía Casiopea a la Torre Salinas, en Picos de Europa. A continuación, Javo, en la vía de Las placas, Peña Olvidada (Picos de Europa). Finalmente, Javo, en primer término, y Luis Garagarza escalando en Ogoño.

El accidente que lo cambió todo

El material que teje las pasiones es flexible, altamente resistente, impermeable a la desilusión y muy terco. Hasta una madrugada de 1981, la existencia de Javo se concretaba en un único deseo: escalar. Su itinerario vital era bien sencillo: trabajar esporádicamente de lo que fuese y gastar lo ganado en viajes al Pirineo, Picos de Europa, Alpes, el Verdon… Todavía no había amanecido pero Javo, Marisa y el Musgaño avanzaban a buen ritmo escalando el Cordier a la Verte, en el macizo de Chamonix. A sus 23 años, Javo era ya un alpinista contrastado con un currículo multidisciplinar y brillante: primera nacional al Diedro de 1973 en Ordesa (con Guillermo Bergaretxe) y en los Alpes con ascensiones importantes al pilar d´Angle al Mont Blanc, la Sea-Jackson a la cara norte de les Droites o el super couloir de Mont Blanc de Tacul. Pero también el pilar Bonatti al Dru en su primera estancia en los Alpes con 17 años, o su ascensión y unos días antes al pilar Bocalatte del Mont Blanc de Tacul, así como numerosas ascensiones en las Dolomitas o en el Verdon. Solo en los Picos de Europa abrió 18 itinerarios de escalada en roca, algunos hoy en día clásicos: Casiopea, la vía de las viras…

La misma cornisa que se desplomó y segó las vidas de sus compañeros Marisa Montes y Manuel Martínez, destrozó las expectativas de Javo. Gravemente herido, pasó seis meses en un hospital de Grenoble y la herida que menos preocupaba a los médicos, era la evidencia de un fin de ciclo. Javo perdió todos los dedos de su mano derecha. También le amputaron su pasión. Lo más impresionante de la biografía de Walter Bonatti es que decidiese abandonar para siempre el alpinismo a los 35 años de edad para reconvertirse en reportero de viajes. Abandonó una pasión como quien abandona un pañuelo de papel. Javo no tuvo más remedio que reinventarse, contra su voluntad.

¿Cómo se reconstruye una persona que cree haber perdido todo salvo la vida? ¿Qué fortaleza mental se precisa para abandonar el motor vital de los sueños? Durante su convalecencia, Javo aprendió francés. Después, se tituló en Filología griega y acabó en la UPV como Profesor del Área de Filología Griega. También fue Director de Universidades del Gobierno vasco. Colecciona desde hace años libros de montaña, revistas especializadas y cientos de reseñas de escalada, su conexión entre lo que pudo ser y lo que es.

Contra toda lógica, Javo sigue siendo un escalador: de alguna forma inverosímil reaprendió a escalar con sus circunstancias y ha sido capaz de repetir muchas de las rutas que escaló o abrió antes de su accidente. «Las vías que no me dé tiempo a tachar, las dejo pendientes para mi próxima reencarnación», suele bromear, quizá porque sabe que de volver a nacer, escogería de nuevo la montaña como forma de existir. Escalar con él y con su cómplice, Luis Garagarza, es un bálsamo de serenidad, un baño de la mejor compañía, el placer de compartir metros de escalada, aislamiento y complicidad con dos personas tan cultas como sensibles. Ahora que mi propia pasión es mucho más elástica, con idas amargas y venidas estimulantes, me intriga la ilusión de Javo: «Espero que la fortuna me siga permitiendo dedicarle una parte de mi tiempo a seguir atado a una cuerda a cuyo cabo se encuentren amigos que han hecho y hacen posible que disfrute de cada día de montaña».

Una tarde, de regreso de una pared, quise preguntarle por los detalles de su accidente y, después, le confié mi admiración: me impresionaba su capacidad para superar una experiencia tan traumática. Su respuesta, firme, me dejó helado: «No te engañes, nunca lo he superado ni lo superaré». Creí entenderle.

Mi héroe local

¿Has conocido en tu vida de montaña a un héroe que te inspirase, una figura tan cercana como extraordinaria, un mentor, alguien del que aprender y compartir cuerda, cimas o paseos? Si es así, envíanos su historia a este correo electrónico

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