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JOSÉ AHUMADA
Lunes, 2 de diciembre 2019
La temporada de esquí acaba de empezar. Hace apenas dos semanas que Alto Campoo abriera sus puertas y cientos de aficionados al esquí ya se han desplazado a esta y a otras estaciones para disfrutar del blanco elemento... que en ocasiones puede convertirse en un ... riesgo mortal por el riesgo de aludes. Alfonso Allende, experto nivólogo, asegura que «el 'factor humano' suele estar presente en los accidentes con aludes».
Cada mañana, mira la nieve y toma datos de las precipitaciones -cuándo ha nevado, cuánto y en qué cota-, una rutina diaria que comienza al caer los primeros copos de la temporada. Sabe que, en cuanto el monte se pone blanco, los amantes de los deportes de invierno, que llevan meses acumulando ganas, sacan del armario los esquíes, las tablas, las raquetas o los crampones y ponen rumbo a la nieve; sabe también que en ese momento pueden empezar los problemas, y él se dedica, en la medida que puede, a evitarlos. «La gente empieza a hacer esquí de montaña o de travesía prácticamente desde las primeras nevadas, cada vez hay más afluencia y esa es la causa de que haya también más accidentes», asegura el nivólogo. «La familiaridad puede ser un problema: nos sentimos más seguros en terreno conocido, y en las palas que conocemos siempre tomamos más riesgos; también está el deseo de ser aceptado por el grupo, el 'yo también bajo por ahí'», explica.
Según Allende, la prudencia es la mejor compañía para el esquiador, que se ha de unir a otros buenos hábitos que pueden ayudar a evitar contratiempos:
-Preparación y comunicación de la ruta a realizar: «Lo primero es preparar siempre bien la salida, comunicarla y no ir solo. Tiene que haber una buena comunicación con el grupo».
-Material: «Hay que llevar el material necesario y hacer prácticas de rescate: todo el mundo tiene que llevar un detector de víctimas de avalancha, una sonda y una pala»
-Reducir los riesgos: «Trazar por el sitio más seguro y exponer al peligro al mínimo de personas -no pasar todos a la vez por los lugares complejos-;
-Prever las consecuencias: «Siempre hay que tener en cuenta las consecuencias, prever una ruta de escape y revisar continuamente la toma de decisiones; hay que ser curioso e informarse, y hay que ser conservador en las decisiones.
-«¿Para qué ir por ahí?»: «Hay un dicho: cuando la nieve es el problema, la solución es el terreno. Si vemos que podemos tener un problema, ¿para qué vamos a ir por ahí?»
Cualquiera ha oído ese cuento de que los esquimales tienen un montón de palabras para describir los diferentes tonos de blanco. Aunque no llegue a tanto, un nivólogo -dícese del experto en nieve, aunque la palabra aún no aparezca en el diccionario-, sí es capaz de apreciar matices que al profano se le escapan, una serie de detalles como el color, la textura, sus formas o el ruido que hace al pisarla que él sabe interpretar. Con toda la información que proporcionan los nivólogos, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) elabora su Boletín de Peligro de Aludes (BPA), una herramienta clave para garantizar la seguridad en la montaña.
En Pirineos, que es una cordillera mayor, donde está más arraigada la 'cultura' de la montaña y el negocio de la nieve mueve muchísimo dinero, se emiten boletines diarios durante la temporada de esquí; en Cantabria son partes semanales (se generan los jueves, con validez hasta el domingo) para el Parque Nacional de los Picos de Europa, y para las Sierras del Cordel e Híjar, en la zona de Alto Campoo, una periodicidad acorde a la dificultad que supone la obtención de datos, al número de usuarios y también al presupuesto disponible.
Una vez a la semana, Alfonso Allende sube al monte con Eduardo Martínez, compañero de mediciones y fundador, junto a él, de la web de información meteorológica Meteo Campoo. Cuando están arriba, realizan catas de nieve -previamente habrán paleado para tener un frente despejado-, para obtener datos de las distintas capas del manto (dureza, temperatura, tipo de cristales que las forman, cohesión...) y hacen test de estabilidad de la zona. Después de tapar el agujero vuelven a bajar a Reinosa, donde procesan los datos recogidos, junto con informaciones de los aludes que se hayan producido en la zona -de qué tipo, con qué orientación...-, y las envían a los predictores, que son los responsables de elaborar el Boletín de Peligro de Aludes. Si la jornada se da bien, pueden empezar a las 8.30 horas y terminar sobre las 14.00.
Aquí, un cursillo acelerado para novatos: «La nieve está formada por diferentes capas, por efecto de las distintas nevadas, fenómenos meteorológicos y pequeñas transformaciones que se producen en el manto interno de esa nieve», explica Alfonso Allende. «Hay dos tipos de nieve: la seca y la húmeda; la primera tiene una temperatura siempre por debajo de cero grados, mientras que la húmeda está a cero. Hay otro factor, las costras, que es cuando se produce un rehielo del agua líquida que hay entre la nieve. Todo esto nos lleva a otras dos categorías de nieve: con cohesión y sin cohesión. En la nieve seca con cohesión, los cristales que la forman son pequeños y redondeados, y se unen entre sí por puentes de hielo; cuando la nieve seca no tiene cohesión se debe a que los cristales son más grandes y de formas angulosas, y no casan entre ellos. En la nieve húmeda, los cristales se unen por capilaridad, y hay cohesión cuando la cantidad de agua líquida es muy pequeña y forma una película que mantiene unidos esos cristales. Si se aporta más agua, la nieve gana humedad y pierde cohesión».
La probabilidad de que se produzca un alud depende de la estabilidad del manto de nieve, de cómo esté de anclado al terreno, y eso depende de las características de las capas antes descritas y de la pendiente. «Los aludes de placa son los que generan más accidentes: la capa de la superficie es más fuerte que la de abajo, que tiene menos cohesión. A eso se le suma la pendiente, entre 30 y 45 grados, y el factor humano: en la mayoría de los casos somos nosotros los que producimos una sobrecarga, hacemos una presión sobre la capa fuerte y la hacemos colapsar».
Los BPA catalogan el peligro de uno a cinco: el uno significa riesgo débil; el dos, limitado; tres, indica condiciones desfavorables; cuatro, situación crítica, y cinco, extrema (que aquí nunca se ha dado y que obligaría a evacuar). «A los esquiadores no les mata el cinco ni el cuatro: también hay un factor humano importante en la interpretación del Boletín», apunta Allende. De hecho, las estadísticas pirenaicas (más completas y extrapolables) indican que el 87% de los accidentes se producen con aludes de placa, que el 60% tienen lugar en laderas sombrías (norte y noreste), y que el 64% se registran en días de riesgo tres, con esquí de montaña fuera de pista como actividad más frecuente.
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