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Marc Toralles ha vivido el confinamiento derivado de la pandemia por el coronavirus como una oportunidad. Lejos de vegetar en el sofá de su casa, el alpinista catalán se ha hecho un atleta, un fanático del entrenamiento planificado, colmando así un enorme vació en ... su aproximación a su actividad. Y los resultados han llegado solos, nada más superar la forzosa reclusión: el pasado 28 de mayo encadenó la vía El Naufrag, en la Cueva del Ocell (Cataluña). La ruta tiene una dificultad de 8 a+/b y está equipada como una vía de escalada deportiva, con seguros fijos cada dos metros, lo que hacen de ella un vía segura. Pero Toralles escogió un camino más severo y comprometido: prescindió de los seguros fijos para emplear a cambio seguros flotantes para proteger una caída. El problema es que los seguros flotantes solo se colocan en fisuras, y la ruta daba muy poco margen para protegerse, con lo que apenas pudo colocar tres seguros: «la ruta tiene unos 20 metros de recorrido pero apenas 10 metros de altura, con la que si salta una protección acabaría estrellado contra el suelo», ilustra.
El catalán reconvirtió un ejercicio de fuerza y habilidad en otro en el que el factor psicológico resulta mucho más determinante, y para la mayoría de los escaladores, claramente limitante. Tras dos años de trabajo interrumpido por sus frecuentes expediciones, Toralles logró su objetivo, que coincide con el máximo grado de dificultad jamás escalado en su caso. ¿qué ha cambiado? «La diferencia es que he entrenado en casa como un poseso, y en cuanto se ha podido también he trabajado el entrenamiento aeróbico pero de forma científica: alucino lo mucho que se puede mejorar».
Toralles confiesa que necesita retos en su vida, compromiso, y en ausencia de grandes paredes la ruta El Naufrag le sirvió para ilusionarse y dar el paso que venía barruntando desde que regresó de Alaska tras escalar la Slovak Direct. «Allí entendí que para el alpinismo de dificultad en altura necesito ser mucho más rápido, porque es lo que te permite que mejore el margen de seguridad y ampliar el rango de objetivos posible. Así que necesitaba reenfocar mi carrera. Por lo poco que he hecho, estoy encantado. Incluso he perdido tres kilos, estoy en 72 (mide 1,83 cm) cuando solía estar en 75. Y me encuentro realmente bien, pero debo profundizar aún más en el entrenamiento, entenderlo mejor y que me ayuden a ser posible». Su ejemplo remite al del escalador francés Arnaud Petit, quien en 2015 escaló, también empleando solo seguros flotantes, la ruta Black bean (8 b) en Ceüse (Francia).
Lo extraño es que Marc haya alcanzado estas conclusiones a los 36 años, una edad en la que la mayoría de los deportistas de otras disciplinas han dado carpetazo a su carrera. El alpinismo siempre ha oscilado entre el amateurismo y el profesionalismo de supervivencia, y es manifiesto que, en pleno siglo XXI, las técnicas específicas de entrenamiento están por desarrollar. El propio Marc acelera las gestiones para ser admitido como deportista de élite en el CAR de san Cugat, imitando el ejemplo del guipuzcoano Alberto Iñurrategi, quien se entrena desde hace años bajo la supervisión del Centro de Perfeccionamiento Técnico de Getxo. Sin duda, el banderado definitivo del cambio fue el suizo Ueli Steck. Su forma de aproximarse a las montañas no solo le permitió destrozar récords de velocidad (un gran asunto de marketing), sino que le concedió la oprtunidad de firmar la ascensión más imprensable de la historia del himalayismo: ida y vuelta a la cima del Annapurna por su cara sur en apenas 28 horas.
«Necesito saber más para poder optimizar mi trabajo, y me parece un reto apasionante», celebra. «Antes, salía a correr para ver si me cansaba, ahora lo hago con las ideas mucho más claras, mejoro, y estoy menos cansado…» Toralles, del equipo Black Diamond, representa la savia fresca en el panorama del alpinismo nacional, y destaca tanto por la frescura y la falta de complejos a la hora de asumir sus retos como por su motivación. Vive al día, ahora mismo tirando de ahorros. «Tenía que haber ido a la India, pero al cancelarse el viaje me ahorro mucho dinero y no tengo que preocuparme tanto de trabajar como guía», se felicita mientras se despide asegurando que tiene que acudir a su cita con el entrenamiento.
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