La temporada invernal en el Himalaya es especial en todos los sentidos. La nieve, las bajas temperaturas, la poca energía del sol, imponen un cromatismo diferente en el paisaje con una desnudez y una crudeza inusual. El frío nos encoge y enrosca como si fuéramos ... una crisálida que busca un poco de calor.
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Los que no temen a ese espacio ni palidecen de agorafobia utilizan esa estación para intensificar la relación personal con la naturaleza y así poder reunir experiencias sorprendentes que muy pocos humanos pueden ni siquiera soñar.
La búsqueda de esas vivencias extremas, y un tanto imposibles en invierno, sólo se pueden hallar en lugares apartados, alejados y agrestes como el Himalaya. A esos lugares se encamina siempre Alex Txikon. A este alpinista le gustan los inviernos, y su soledad. En esta época los parámetros cambian radicalmente. Al frío implícito de la altitud y al aliento propio de estas montañas hay que añadir 15 o 20 grados bajo cero. Es demasiado frío. Todo se convierte en un puro sufrimiento.
Esto significa que no puedes fallar en nada. El margen de error no existe. Quizá en verano puedes quitarte un manopla para sacar un foto o se pueda pasar una noche perdido a la intemperie, sin morir. En invierno, es mejor que encuentres la protección de la tienda, porque si no, no verás más la luz. En estas circunstancias, el miedo suele ser el rival más incontrolable, porque los humanos no sabemos hasta qué punto la energía implacable de la tormenta, de la nieve, del frío continuará con crueldad. La naturaleza no tiene escrúpulos.
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Solo hay horas blancas hacia la cima, horas penosas y dolorosas en pleno invierno. Horas de sufrimiento extremo. Seguramente Alex se ha retorcido de frío en cada milímetro de su piel, pero aun así una voluntad interior le ha arrastrado hacia arriba. En ese terreno y en esos momentos, el ser humano tiene grandes posibilidades de perderlo todo, pero la experiencia de este profesional es enorme.
Hay que hablar de su perfecta estrategia, y de su tesón por cumplir sus sueños, de su monumental fuerza y frialdad para enfrentarse a las grandes montañas. Esta vez lo ha conseguido. El Manaslu, una montaña que no acepta a cualquiera, (y lo digo por propia experiencia), ha permitido que un vizcaíno haga nuevamente historia, realizando la primera invernal propiamente dicha. Ha pisado su cumbre.
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La alegría que sentimos sus amigos es inmensa, porque sabemos que el logro realizado es enorme. Aupa txapeldun!!
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