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Si Martín Zabaleta personaliza desde hace 40 años el éxito del alpinismo vasco en el Everest, la imagen asociada a este momento tiene el rostro oscuro y requemado por el sol y el viento de Pasang Temba, el nepalés de la etnia sherpa que ... lo acompañó hasta la cima del planeta. El mismo que aparece en la foto de cima sujetando un piolet en su mano derecha sobre el que ondean dos banderas, la de Nepal y la ikurriña. Puede que Pasang Temba fuese la primera persona en escalar el Everest a su pesar, gracias a una sucesión de carambolas que escaparon a su control.
Interrogados acerca del perfil de Temba, aquellos que integraron la inolvidable expedición de 1980 coinciden en sus apreciaciones: nadie contaba con él para afrontar la parte decisiva de la montaña, ni por aptitudes físicas, ni por carácter. Y ni siquiera él mismo parecía especialmente interesado en ir más allá de sus labores para hacer historia. Dentro del sistema de organización jerárquica dispuesta por el 'sirdar' -jefe de los porteadores de altura-, Pasang Temba figuraba en la cola de los llamados a acompañar a los alpinistas vascos hasta la cima. «De hecho, los tres mejores sherpas con los que contábamos estaban con nosotros durante el primer ataque a cima, abortado a 8.500 metros», recuerda Ángel Rosen.
Pasang Temba quedó relegado al tercer grupo de ataque, en el que también figuraba Martín Zabaleta. Nadie podía imaginar que el vagón decisivo sería el último. Los integrantes de aquella expedición recuerdan a Temba como una persona muy alegre, bailarín y extrovertido, al menos mucho más que varios de sus compatriotas, más reservados. No se sabe si Martín lo escogió como acompañante, o si fue al revés.
«Los sherpas ayudaban mucho, por supuesto, pero siempre iban por detrás, nunca caminaban por delante de nosotros», recuerda Kike de Pablos. «El occidental iba primero tanto para fijar cuerdas, abrir los tramos técnicos o tomar cualquier decisión que afectase a la seguridad. Ellos llevaban cargas, pero nosotros también lo hacíamos porque el planteamiento de la expedición era muy pesado», observa Ángel Rosen. El discreto nivel técnico de Pasang Temba pudo acabar con su vida y con la de Martín, que fue capaz de detener las dos caídas (gracias a la cuerda que los unía) que sufrió el nepalí. También pasaron juntos un espantoso vivac a un altura sideral: 8.700 metros.
Hoy en día, la situación se ha invertido radicalmente en el Everest, en especial en la vertiente sur, en territorio de Nepal. Ahora, los sherpas ejercen de dueños de la montaña. Si en 1980 la soledad presidió los movimientos de los vascos y encaramarse al techo del planeta seguía siendo una aventura en mayúsculas, hoy en día la ruta clásica es un asunto de negocios turísticos. Los sherpas han asumido una posición de liderazgo tanto en el aspecto económico derivado de la explotación del techo del mundo como en los aspectos técnicos que afectan a la ruta normal.
Su celo alcanzó el paroxismo en 2013 cuando una turba de sherpas quiso linchar a Simone Moro, Jonathan Griffith y Ueli Steck en el campo 2, alegando que los occidentales se habían movido por «su ruta» sin su permiso. En la actualidad, nadie se mueve en la montaña hasta que los sherpas no han equipado la cascada del Khumbu y fijado kilómetros de cuerda fija hasta la mismísima cumbre. Nepal reclama que el Everest es suyo y repudia el papel de comparsa que durante décadas asumió llevándose apenas una diminuta porción del pastel.
Los clientes viajan rodeados de porteadores de altura que abren la huella, instalan los campos de altura, alimentan a sus clientes o se aseguran de que no falten bombonas de oxígeno de recambio. Su sueldo, en los mejores casos, ronda los 6.000 dólares por expedición (unos dos meses de trabajo), no tanto si se tiene en cuenta que el suyo es uno de los trabajos más peligrosos que existen. Eso sí, los guías occidentales cobran por el mismo trabajo hasta 50.000 dólares.
que fue de pasang temba
«Los sherpas viven mejor ahora, y todo su valle se ha beneficiado del turismo: antes no había albergues donde alojarse, ni nada, pero hoy en día tienen casas, comida abundante, internet, cobertura para los teléfonos móviles, infraestructuras y muchas comodidades. No puedes desear que ellos vivan en el pasado, tienen todo el derecho a vivir bien, con las mismas comodidades de las que disfrutamos los occidentales», observa Rosen.
Sin embargo, ahora, los habitantes del distrito de Solo-Kumbu son víctimas de la globalización: cualquier asunto que afecte al turismo los coloca en posición precaria. El coronavirus es la última desgracia que viene a acumularse al terremoto que conoció el país en 2015 o la avalancha que segó la vida de 16 trabajadores sherpas que operaban en la cascada del Khumbu un año antes.
Pasang Temba fue dueño de un alojamiento para turistas… hasta que la crecida de un río se lo llevó. Después, se desplazó hasta la capital para buscar trabajo y desde Katmandú ha conseguido sobrevivir y dar estudios a su descendencia. En el libro 'SOS Himalya', Mingma Dorjee relata cómo su amigo Iñaki Ochoa de Olza le recomendó que no tratase de trabajar en el Everest: «No es una buena idea si tienes familia», le recomendó. En el Everest han fallecido casi un centenar de sherpas, es decir, un tercio del total de fallecidos desde su conquista en 1953.
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