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Tras más de veinte años de carrera ochomilista, Alex Txikon creía haberlo vivido -y padecido- todo en las montañas más altas del planeta. Pero no. Lo que le sucedió ayer se añade a una larga lista de incidencias que demuestran que los alpinistas tienen que estar preparados para cualquier eventualidad. El equipo se las prometía muy felices y veía la cima del Annapurna más cerca que nunca. Tras pasar una noche tranquila aunque fría, ayer salieron del C2 muy animados con destino al depósito que habían dejado en la ubicación del campo 3, a 6.400 metros de altura, desde donde iban a partir esta madrugada hacia la cima. La meteorología les sonreía con un parte que hablaba de tiempo soleado y vientos de entre 15 y 20 km/h en la cumbre con -30º de temperatura (-40º de sensación térmica). Unas condiciones perfectas para que Alex sumara a su mochila el tercer ochomil invernal.
📣Kaixo! Oinarrizko Kanpamendura itzuli gara. Gaur aurreikusita genuen bezala, eta haizeak gogor astindu bagaitu ere, C3ra iristea (6.400m) lortu dugu, baina iritsi garenean ikusi dugu gure aurreko errotazioan utzitako depositua pic.twitter.com/ZOtbg27vn2
— Alex Txikon (@AlexTxikon) January 11, 2024
Ese depósito de material del C3 almacenaba su vida para las siguientes 48 horas: tiendas de altura, comida, gas, cuerdas, estacas, tornillos de hielo, botellas de oxígeno para los sherpas… Pero cuando llegaron hasta el punto indicado -es habitual marcar el lugar con banderines de bambú, además de grabar el punto exacto en gps- solo encontraron una gran grieta. De todo el material que habían dejado hace una semana, solo quedaban un par de rollos de cuerda. El resto se los había engullido la montaña.
Intentaron descender por la grieta para recuperar al menos parte del material, pero su profundidad lo hacía imposible. Solo les quedaba retornar al campo base rumiando su mala suerte. De vuelta al CB tras diez horas de intensa actividad (casi mil metros de desnivel de subida entre el C2 y el C3 y 2.500 de bajada desde el C3 al CB), el alpinista vasco explicaba lo sucedido. «Hemos perdido todo el depósito del C3, y no por el viento, sino por el colapso de una de las estructuras de hielo, que ha provocado la desaparición de prácticamente todo el material que teníamos en este campamento, salvo unas bobinas de cuerda».
Alex detallaba lo que había pasado. «La zona donde estaba ubicado el depósito del C3 ha cedido, formándose alguna grieta por la que se ha perdido todo el material. Este es un terreno complejo, con un conjunto de seracs que se podría asemejar a una cascada de hielo», añadía. «Desde los 6.200 hasta los 6.500 metros está todo muy descarnado, no hay nada de nieve. Al no nevar nada, esa inmensa placa de hielo se comporta como un pequeño glaciar que se mueve y colapsa creando grietas como la que se ha comido nuestro material».
Lo sucedido ayer no hace más que confirmar la peligrosidad de un Annapurna que sigue teniendo el mayor ratio de muertes por cumbres logradas entre todos los ohomiles. Hasta ahora se había comportado de forma noble con la expedición del vizcaíno, pero en esta tercera incursión la montaña ha enseñado sus garras, con la gran avalancha que sufrieron el martes camino del campo campo 1, la grieta que ha engullido el C3 y otro alud que «nos ha caído pasando por 'el cono' y que hemos librado por un minuto», explica Txikon. Y es que «caen avalanchas a todas horas. Tal y como está el Annapurna en estos momentos, sin nada de precipitación y con muy bajas temperaturas, no hay prácticamente lugar seguro en la montaña», apostilla el alpinista.
Ahora toca mirar de nuevo al frente y meditar los próximo pasos a dar. «El golpe ha sido duro. Una putada», reconoce Alex. «Estos próximos días decidiremos lo que hacemos», añade. Reponer todo el material supone una rotación más que no estaba prevista y aunque todavía queda mucho invierno por delante, la montaña se muestra cada día más peligrosa.
Alex Txikon cuenta con un nuevo compañero de expedición. Se trata del brasileño de origen italiano Moeses Fiamoncini, que llegó al campo base hace apenas cinco días y viene ya aclimatado tras ascender el chileno Nevado Ojos del Salado, el volcán más alto del mundo (6.893 m). Moeses, de 43 años, es un guía de montaña instalado en Nepal que cuenta con siete ochomiles: Everest, K2, Manaslu, Nanga Parbat, Broad Peak y G-II, todos sin usar botellas de oxígeno.
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