Jonatan García escala los 51 tresmiles del macizo del Aneto en 34 horas
alpinismo ·
El alpinista vizcaíno afincado en Benasque completa este encadenamiento inédito 'non stop' y en autosuficiencia sumando 67 kilómetros y 6.129 metros de desnivel positivo
Jonatan García volvió del Dhaulagiri la pasada primavera sin ganas de volver a un ochomil. «Subir a un ochomil por la ruta normal hoy en día es cualquier cosa menos alpinismo. Ha sido la expedición más decepcionante que he hecho. No te permiten sentirte alpinista y la mayoría de los que van allí están más pendientes de la foto para instagram que de escalar», explica con el regusto amargo aún en la boca.
Una vez decidido que solo volverá al Himalaya «para intentar alguna montaña remota alejada de las rutas comerciales o un ochomil por una vía lejos de la normal» tocaba quitarse de encima esa mala sensación que se trajo de Nepal. La suerte de este vizcaíno afincado en Benasque desde hace tres años es que el 'patio' de su casa es un sueño que para sí quisiera cualquier alpinista: Los Pirineos y más concretamente el macizo de Maladeta-Aneto. El mejor escenario para sacarse la espina del Dhaulagiri y volver a sentirse alpinista. El principal submacizo de la cordillera pirenaica. Reúne nada menos que 51 tresmiles de los 312 que hay en todos los Pirineos.
El reto que se planteó fue ascender esos 51 tresmiles en solitario, 'non stop' y saliendo desde la puerta de su casa, en Benasque. «El campo base» como él dice, utilizando la bicicleta para realizar el tramo de enlace entre el pueblo y la base de la montaña. Tras comprobar cuidadosamente los partes meteorológicos, las fechas elegidas fueron el 27 y 28 de agosto.
El trabajo de decidir la ruta y los enlaces entre cumbres y crestas también fue fundamental para llevar a buen puerto este desafío. «Para que todo saliese perfecto no solo hacía falta conocerse y haber entrenado bien los pasos técnicos, sino también haber estudiado todas esas larguísimas aproximaciones que de no orientarse y tomar el camino correcto la pérdida de tiempo hubiese sido irreparable«. recuerda.
Este desafío ha sido lo que el considera una «evolución lógica» a las actividades que ha desarrollado en los últimos meses en las cumbres que rodean Benasque: «El año pasado escalé las crestas de Salenques y de Llosás en diez horas, y en junio hice el recorrido desde La Besurta, Salenques, Aneto, Alba y vuelta a La Besurta en doce horas».
El objetivo no era realizar ningún récord, aunque la velocidad otorga un plus de seguridad a estas actividades extremas que siempre hay que tener en cuenta. «Yo priorizaba dónde comenzar el proyecto y que montañas pisar antes que cuánto tiempo tardar, aunque claro está que intentaría tardar el menor tiempo posible«, explica.
Y sabía que las horas nocturnas iban a ser determinantes a la hora de llevar a buen puerto el desafío. «Una de las claves para el éxito de este proyecto era seguir caminando y escalando de noche, aunque creo que este proyecto para ser exitoso tenían que alinearse demasiados condicionantes. Cuesta mucho andar de noche, pero aún más escalar«, explica.
Otro aspecto nuclear del reto era cómo afrontarlo, la filosofía de la actividad. Jonatan la realizó sin ayuda externa y en total autosuficiencia, renunciando a asistencias o depósitos, cumpliendo así la premisa de que «era importante no perder la ética ni las formas, que eran la base del proyecto», recuerda. De hecho, no llevó ni teléfono. Se arregló con lo que le entró en una mochila de 14 litros. Como anécdota recuerda que llevó encima todo el tiempo unos crampones que apenas uso tres minutos durante el descenso del Aneto.
Salió el 27 de agosto a las 3:45 horas de Benasque en bicicleta. En menos de dos horas se plantó en refugio de Pescadores. Desde allí remontó, aún de noche, el barranco de Culebras para ascender su primer tresmil (Culebras) poco después de amanecer. El 28 de agosto al mediodía volvería a coger la bici en el mismo refugio de Pescadores y tras una hora de descenso y lucha contra el sueño y el cansancio llegó a Benasque a las 13:45. Objetivo cumplido. Ya podía dormir, aunque «durante unos cuantos días las yemas de los dedos de mis manos me recordaron lo vivido».
El resto es un relato escueto pero revelador de lo que sufrió -y disfrutó- en esta actividad única:
«El pico Mulleres es un punto clave, psicológicamente hablando, es el punto más lógico para darse la vuelta, hay que tener sangre fría para no dejarte llevar por esa errónea decisión.«
«La cresta de Salenques cuanto más la escalo más me gusta, nos conocemos muy bien, siempre la respeto».
«El tiempo con sol se me pasó más rápido de lo que me gustaría. Pensé que me anochecería en el Pico de la Rimaya, pero no fue así, sino en el Pico Maldito.«
«A ratos me acordaba de la película «Tocando el vacío» yo también soñaba con agua, pero no tenía canción.«
«Haurillon y Tchihatcheff para terminar me obligaron a estar muy atento, sobre todo en los descensos.«
«Bajar con la bici desde el Refugio de Pescadores a Benasque fue durísimo, me quedaba dormido, y el que conozca la pista se puede imaginar como bajaba mi cuerpo.«
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