Andres Espinosa fue uno de los pioneros del alpinismo vasco. Diario Vasco

Herriarentzat lorpena (un logro para el pueblo)

Alex Txikon

Miércoles, 13 de mayo 2020, 17:50

Este 14 de mayo se cumple el 40 aniversario de la primera ascensión vasca al Everest. Pasang Temba y Martín Zabaleta culminaron el arduo trabajo de un nutrido equipo de escaladores vascos. Yo ni había nacido. Fue la culminación en ese momento para un montañismo ... vasco que comenzó a caminar en 1912, cuando se fundó el primer club vasco de montaña, como sección con vida propia del centenario Club Deportivo Bilbao. Años después, en 1924, esta vez en Elgeta, se fundó la Federacion Vasco-Navarra de Alpinismo. Fueron los cimientos que expresaron el sentir de la juventud de la época.

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La irradiacion derivada de ello se plasma con todos los clubes que se crean pueblo a pueblo en todo el ámbito geográfico vasco-navarro. Va a ser la base de un montañismo que primero asciende las montañas de casa, para después saltar a los Pirineos, Picos de Europa, Alpes, Andes y llegar finalmente al Himalaya.

Fueron décadas que dejaron hitos como la primera ascensión en solitario al Mont Blanc y la primera en solitario y sin cuerda al Cervino, ambas por Andres Espinosa en 1929. O la expedición de 1967 a los Andes, con varias aperturas y ascensiones a picos vírgenes. Después llegarían la expedición Tximist al Everest en 1974 y el éxito de la expedición navarro-catalana al Dhaulagiri en 1979.

Pero en paralelo, en el ámbito local, la fermentación del montañismo a través de los clubes de montaña iba creciendo considerablemente, sobre todo en una juventud que vivía unas circunstancias muy especificas: post guerra civil, franquismo y la sensación de que la práctica montañera simbolizaba sus sentimientos de libertad, resistencia y patriotismo (abertzaletasuna).

Muestras de ello que aún perduran son las romerías en algunas de las cimas de nuestro montes más emblemáticos, como Aizkorri, Larraitz, Mendaur o Gorbeia. En muchas de aquellas romerías confluían el sentir militante político, la practica del montañismo, el sentido de fiesta y libertad y el espíritu religioso.

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Esta efervescencia política, social, montañera y religiosa que perduró en el tiempo asumió como propia la conquista al Everest de 1980. El pueblo se sintió identificado con este logro histórico y lo hizo suyo. Hoy es el día que cada vez que veo las imágenes de la multitudinaria llegada de la expedición al aeropuerto de Sondika me emociono y soy consciente de que esa escena nunca jamás se volverá a repetir.

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