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Vamos primero con las obviedades: En el campo base de un ochomil en pleno invierno hace frío, mucho frío. Pese a que estamos teniendo un invierno especialmente benévolo en el Manaslu, y en todo el Himalaya, en cuanto el sol se oculta, las ... temperaturas se desploman por debajo de los 20 grados bajo cero a cinco mil metros de altura. Dentro de las tiendas, a salvo del viento y la intemperie, se convierte en -15º.
Desde las comodidad de un hogar pueden no parecer temperaturas extremas. Y en realidad no lo son. El problema es cuando no tienes forma de escaparte de ellas. Y mira que yo no tengo fama de ser precisamente friolero.
Todo comienza a las tres de la tarde. A esa hora, el sol se oculta por detrás del Manaslu. El domo-comedor ha sido hasta ese momento una especie de invernadero que algunos días ha llegado a superar los 30 grados centígrados. El problema es que en apenas unos minutos, esa temperatura se desploma hasta rozar los cero grados.
Es el momento de activar el protocolo 'traje de noche'. Algunos ni esperan a que el sol se oculte para hacerlo. Corriendo a la tienda a ponerse las tres capas de ropa correspondientes: primera térmica, segunda de forro y tercera de plumas, más doble par de calcetines, botas, guantes, gorro, braga de cuello y todo lo que caiga a mano.
Para las tres y media de la tarde el domo-comedor ya es una nevera que a la media hora pasa a congelador y se sitúa bajo cero. -8 el récord de ayer. A la hora de cenar, el calor humano y un par de estufas logran recuperar la temperatura hasta el entorno de los cero grados.
El frío marca también la duración de la tertulia, que en los últimos días ha sido cada vez más corta. Y así llega el momento crítico del día. El de meterse en el saco de dormir. Algunos lo hacen totalmente vestidos con las tres capas, para ir quitándoselas según van entrando en calor. Yo no puedo. Me quedo con la capa térmica y los calcetines y así me meto en el saco. Los cinco minutos que el envoltorio de plumas tarda en coger la temperatura corporal son un shock en el que te revuelves en busca de la esquina más cálida, de tu punto corporal más caliente. Una vez que lo consigues, todo hay que decirlo, ni el sueño de un bebé es más reparador.
Y al día siguiente, vuelta a empezar...
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