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Hace unos pocos años, Simón Elías y Christian Ravier encadenaron en 24 horas las tres grandes vías abiertas en los años 60 por Alberto Rabádá y Ernesto Navarro. Su alocado viaje les condujo desde el Pilar del Gallinero, en Ordesa, al Mallo Firé en Riglos ... y, finalmente, a la cara oeste del Picu Urriellu. Los encadenamientos de paredes, el consumo voraz de actividades de escalada empalmadas sin descanso se hicieron célebres en los años 70 del pasado siglo en Los Alpes, aunque fue en los 80 cuando se vivieron momentos impresionantes: Jean-Marc Boivin o Christophe Profit, y más tarde, Jean-Christophe Lafaille dejaron boquiabiertos a la comunidad local de alpinistas al unir cimas de renombre de forma original.
El 17 de marzo de 1986, empleando esquís de montaña, un parapente y un ala delta, Jean-Marc Boivin encadenó las 4 gloriosas caras norte del macizo del Mont Blanc en menos de 24 horas: la vía Gian Carlo Grassi à la Aguja Verde, la Cornuau-Davaille a las Droites con salida por la Boivin-Gabarrou, la vía de los Suizos a las Courtes y el linceul a las Grandes Jorasses. Acabó a lo grande volando 15 kilómetros hasta Chamonix.
Devorar cimas por el placer de asumir un reto, de ilusionarse con una posibilidad remota, siempre ha sido uno de los motores del alpinismo. Uno de los últimos adeptos de esta forma de relacionarse con la montañas es el checo Martin Zhor, residente en Chamonix y empleado por la compañía que gestiona los teleféricos locales. Alpinista y corredor, no es profesional y todo el valle le conoce, acostumbrado a verle en la llegada del Teleférico de la Aguja de Midi. «Pasarme horas a 3.800 metros me garantiza una aclimatación perfecta para enfrentarme a mis retos».
El último le llevó la semana pasada a encadenar las cimas del Monte Rosa (4.634 m), Mont Blanc (4.807 m) y Gran Paradiso (4.061 m), un viaje entre Suiza, Francia e Italia que le dejado el «cuerpo para tirar a la basura. Necesito descansar y analizar lo que he hecho», explicó al terminarlo.
Zhor arrancó el pasado miércoles desde la localidad suiza de Zermatt para enfrentarse al recorrido más largo y complejo hasta el Monte Rosa. No pararía hasta el jueves por la noche. Después, un amigo le condujo en coche hasta la localidad francesa de Les Houches, desde donde ascendió por Gouter hasta la cima del Mont Blanc. Otro viaje en coche hasta Le Pont, en Italia, le permitió cerrar su periplo en el Gran Paradiso para exhibir unas cifras extenuantes: 103 kilómetros recorridos a pie, 10.000 metros de desnivel positivo (y otros tantos negativos) en 34 horas y media. «Es un alivio haber soltado esta bestia», comentó en sus redes sociales.
Vestido con tres capas de ropa técnica ligera, zapatillas de correr con crampones adaptados y material alpino ultraligero, Zhor solo se alimentó a base de barritas energéticas y geles, así como de bebidas isotónicas. Licenciado en IVEF, ya había escalado la travesía de los cuatromiles al Mont Blanc en dos horas y diez minutos y llevaba un año entrenándose para afrontar el reto de las tres cimas. Un homenaje a su pasión y a la historia del alpinismo.
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