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«Hemos arriesgado demasiado». «No he pasado tanto miedo en mi vida». Cuando frases así salen de la boca un tipo curtido en decenas de expediciones, muchas de ellas invernales, que ha perdido a casi media docena de compañeros en las montañas y él mismo ... sufre secuelas en su cuerpo de varias congelaciones, hay que tomárselo en serio. Forman parte del relato que Alex Txikon ha hecho este jueves a sus compañeros del campo base vía talkie desde el campo 2 tras dos jornadas dantescas en las que el mal tiempo, la nieve y las avalanchas han puesto en peligro su vida y la de sus compañeros en más de una ocasión.
Tras pasar la noche en el C-2, a 6.450 metros de altitud, su objetivo era llegar a la pared del Lhotse y afrontar su escalada hasta el campo 3, que se encuentra en mitad de la tapia, un poco por encima de los siete mil metros de altitud. Pero ha sido imposible. «Nos hemos metido por la vía normal pero es que en la pala había 40 ó 45 centímetros de nieve», explicaba el alpinista vasco. «Era imposible progresar. Se nos iba a caer todo encima. Y, además, el viento había comenzado a soplar otra vez». «Nurbu quería continuar y Tejen le ha dicho '¿a dónde vas?'. Estaba todo muy peligroso. Si te viene todo eso encima...».
El momento más peligroso lo paso camino de la pared del Lhotse, en el que reconoció que había tenido «mucha suerte porque no me ha pasado nunca nada igual». Aunque Alex lo contaba en un tono casi humorístico, queriendo quitar hierro al asunto, imaginar la situación pone los pelos de punta: «Estábamos saliendo por el flanco del Nuptse, me acababa de dar el relevo Pechanbe e iba yo de segundo cuando de repente todo lo que había debajo de mis pies se cayó. Toneladas de hielo. Me quedé colgando de medio cuerpo. Estaba encordado con Nurbu y Lama por detrás. Nurbu me tiró para atrás y me quedé colgando del vacío. No he pasado tanto miedo en mi vida», concluía.
Txikon se reconocía sorprendido por la nieve. «No me esperaba tanta», añadía. Para relatar a continuación la odisea vivida el miércoles, el día que subieron desde el campo 1 al campo 2. «Ayer fue el peor día. Nos cayeron avalanchas... Bueno... Nos han caído los dos días».
En realidad, no han tenido tregua en ningún momento. «Desde que salimos del campo base no hemos tenido visibilidad más allá de 20 metros. Y decir 20 metros es exagerar. Cuando subíamos, no veíamos nada y oíamos muchas avalanchas pero no veíamos ni papa. Hemos pasado mucho miedo. Menos mal que teníamos colocados bambús y nos conocíamos bien la ruta. Aun así hemos arriesgado demasiado. Yo he tenido mucha suerte en varias ocasiones y mis compañeros también», reconocía.
Su travesía por el Valle del Silencio ha sido lo más parecido a un paseo por el Pasaje del Terror. «Sobre todo en el flanco del Nuptse nos caían coladas continuamente de la nieve acumulada que iba purgando. Bueno, más que coladas eran verdaderas avalanchas y alguna de ellas nos cogió. Eran de nieve polvo, pero el susto no te lo quita nadie«.
Al final, la meteorología ha vuelto a ser el enemigo que les ha batido. «Hemos hecho una intentona seria y lo teníamos todo preparado, pero si la meteo no acompaña es imposible». Y lo lamentaba especialmente ya que físicamente el de Lemoa se encuentra pletórico. «Yo me encuentro muy muy bien, así que bajarse de aquí da mucha rabia». Y ponía como ejemplo sus parámetros físicos propios de una persona que se encuentra a nivel del mar. «Yo estoy saturando al 90% después de todo el tiempo que llevamos aquí, y con unas pulsaciones en reposo de 52. Y el equipo también se encuentra muy bien. Es una pena, pero es lo que hay», se consolaba.
Así que Txikon daba por concluida la expedición, cuyo permiso expira el sábado y cuya renovación le costaría 9.000 euros. «Vamos a recoger todas las cosas porque no vamos a pagar otro permiso. Aquí esta todo el pescado vendido y ahora tenemos que bajar todos sanos y salvos».
Efectivamente, aún les queda retornar al campo base, lo que supone volver a cruzar la Cascada de Hielo. «Bajaremos mañana con calma», explicaba. «A ver si se asienta un poco más la nieve».
Alex Txikon y su equipo de sherpas no han sido los únicos que han intentado escalar el Everest este invierno. El alemán Jost Kobusch lleva en el campo base desde finales de diciembre. Este joven alpinista de 27 años desconocido para el gran público aunque con ascensiones de mérito en solitario quería escalar el techo del mundo también solo. Y no por una ruta fácil.
Su plan era subir por la arista oeste y luego enlazar con el Corredor Hornbein, la impresionante cicatriz que atraviesa la cara Norte del Everest desde los ocho mil metros hasta casi la cima. Era la forma de evitar la Cascada de Hielo, imposible de cruzar en solitario.
Su expedición también ha sido una odisea con todo tipo de avatares, incluida una lesión de ligamentos que le dejó sin opciones. Pese a todo ha seguido en la montaña reconociendo el terreno y cogiendo experiencia para próximos intentos. En su última incursión sufrió una pequeña avalancha sin consecuencias y se vio obligado a vivaquear en mitad de un glaciar al no encontrar su campo 1, enterrado por la nieve. Ayer anunció que se volvía a casa.
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