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JOSÉ EMILIO GÓMEZ BUSTO
Domingo, 23 de junio 2019, 00:45
Coincidiendo con el segundo aniversario de su muerte, EL CORREO reproduce la entrevista a Alberto Zerain, que ascendió el K2 el mismo día que once personas morían en el intento en 2008
El K2 posee un nuevo conquistador. Alberto Zerain engalanó su trayectoria montañera con ... el ascenso a la cumbre más traicionera del panorama 'ochomilista'. Su gesta en solitario, marcando el camino a seguir a otras expediciones, creció aún más con la desgracia de que gran parte de sus continuadores perecieron en el intento. Todavía confuso, Zerain aún no da crédito a lo sucedido. Su calma aparente parte de una lectura profunda de una pasión en la que la muerte siempre es una posibilidad. El primer alavés que ascendió sin oxígeno el Everest reflexiona sobre el alpinismo desde el camino de descenso al Valle de Baltoro junto al portugalujo Aitor Las Hayas, el riojano Alfredo García, los extremeños Santi Martín y Diego Hernández y la andaluza Lina Quesada.
-Enhorabuena por su sexto 'ochomil'.
-Y casi el séptimo porque del Broad Peak me faltó sólo la 'puntica'. La montaña no dio oportunidades para subir más veces. Empecé con dolor de cabeza. A pesar de todo lo intenté el día 17, pero me di la vuelta y ante la única oportunidad que me quedaba por delante, me decidí ir al K2. Al no haberme enterado del accidente, afronté una ascensión perfecta, que ni en mis mejores sueños podía esperar. Me encontré 'superbien' física y mentalmente.
-Destaca su entereza en la ascensión y en el descenso.
-Bueno, creo que en la subida supe calibrar cómo estaba la nieve y, lo más importante, era consciente de cómo bajar después. Estar en el K2 y sentirme a la cabeza de una ascensión, tomando la responsabilidad de ser el que tenía que abrir las zonas difíciles, es una experiencia a valorar en el 'ochomil' más polémico y peligroso. Perdí mucho tiempo preparando la ruta pero pude bajar rápido para lo que se suele ser. Tardé unas tres horas en descender unos 1.400 metros, desde 8.611 a unos 7.250.
-De todas sus ascensiones, el K2 ha sido la más especial, pero también la más dolorosa . ¿Cuándo se enteró de todo?
-Me cuesta asimilar lo que ha pasado. Hice la ascensión disfrutando a tope. Cuando llegué al campo tres dormí con felicidad y sin saber lo que estaba sucediendo con las personas que proseguían la ascensión. A la mañana siguiente me disponía a desayunar y bajar al campo base cuando un alpinista de Singapur se acercó a nuestra tienda para ver si teníamos algo de comida porque estaban pasando cosas raras en el cuello de botella. No se sabía la magnitud ni la gente que estaba en condiciones precarias, pero sí que había ocurrido algo. Luego me fui enterando de los detalles y aún estoy algo tocado.
-¿Ellos tuvieron mala suerte y usted buena?
-Cuando se habla de ascender a una montaña como ésta tiene que haber una motivación especial y una preparación. Ver un 'montañón' así y penetrar en sus trampas es para personas acostumbradas a andar en altitud. Hacía mucho tiempo que me atraía. Hace años ya intenté subirla con otra expedición pero no lo conseguí. Cuando la montaña te dice que no se puede, no se puede. Años después ha venido otra oportunidad, me he entregado a tope y a mí me ha salido bien.
-¿Accidentes como estos pueden ser debidos a la imprudencia o simplemente son fortuitos?
-En este caso puede haber pasado un poco de todo, pero quizá pudo deberse más a un fallo humano que otra cosa. Había un montón de gente, incluidos numerosos sherpas que protegían a sus clientes. En el descenso me crucé con ellos y según ví cómo iban y el horario que estaban siguiendo, yo diría que estaban rozando la temeridad. Eso a pesar del día tan bueno que hacía, que tal vez les hizo confiarse demasiado. En una montaña como ésta no sólo hay que pensar en subir, sino también en bajar. Había zonas complicadas, muy técnicas, con mucha dificultad de paso. Temía que varias personas de ese grupo no pudieran bajar en buenas condiciones.
-¿Cómo se explica lo que ocurrió?
-En este caso había un grupo muy numeroso que estaba esperando a que le abrieran la zona los sherpas, y al final el que lo hice fui yo. Al no tomar la iniciativa, es obvio pensar que no tendrían una técnica muy depurada, al menos la que se exige allí por la altitud y la dificultad del cuello de botella. Se sabe algo de que cayó un trozo de hielo golpeó a algún alpinista, arrancó la cuerda fija y ahí empezó todo el drama. La gente no supo qué hacer. Probablemente, se produjeron algunas caídas de gente ya cansada. Otros quedaron atrapados en la parte más alta y no tuvieron recursos humanos o técnicos para descender. Se habría necesitado más cuerda fija por el grupo y las condiciones que tenía la nieve.
-Parece muy numeroso que se formara un grupo de 25 ó 30 escaladores.
-Hubo muchas reuniones en el campo base del K2. Todo el conjunto de gente que se juntó allí quería formar un organigrama perfecto para que los sherpas de altura tuviesen toda la equipación necesaria. Yo desconocía lo que se había organizado. Vivo aparte de ese tipo de expediciones comerciales, que es algo que no va conmigo. Ya me habían avisado de que en el campo base había mucha gente esperando a que abrieran la ruta. Vi lo que había y me puse como uno más de los sherpas que estaban subiendo. Así se abrió la zona para que la cumbre tuviese un acceso asequible para la gente que venía detrás. Todo el mundo venía por la huella y nadie tenía reparos. Se veía el día bueno, pero el K2 tiene mucha trampa. En la bajada siempre ocurren cosas por la calidad de la nieve, porque no hay cuerda..., todo puede influir.
-Sorprende que en una escalada de tanto nivel muchos accidentados afrontaran la cumbre con oxígeno.
-Eso es. Es que un 'ochomilista' de mucha experiencia sería partidario de prohibir el oxígeno en este tipo de cumbres. Así iría menos gente. Ver tanta bombona es señal de que los expedicionarios no funcionan con elementos propios y naturales. En este tema están ahora figuras del 'ochomilismo' como Reinhold Messner o Mondinelli. Cuando hay tanta bombona falta técnica y falta todo.
-Debido a las dificultades del Broad Peak, ¿en algún momento pensó que se volvería a casa sin poder culminar ninguna de las dos cumbres?
-Qué va, qué va. Lo del día 17 fue un momento en el que me empezó a doler la cabeza, había que abrir mucha huella y la gente de delante iba muy lenta. Pensé que no era mi día y que ya habría otra oportunidad. A veces las cosas son así, hay que hacerle caso al cuerpo.
-¿Qué sintió, de quién se acordó en la cumbre del K2?
-La verdad es que fue una emoción muy grande. Por dentro tienes unas vibraciones especiales. Te dices: ¡Pero dónde estoy! Verlo desde arriba, sentir el K2 es algo difícil de explicar. Pero no todo es la cumbre, sino disfrutar de la ascensión. El último día, cuando ya lo tienes cerca, sientes tanta tensión que vas viviendo la cumbre desde muchos metros antes. Es el sueño que tenías y que estás a punto de cumplir, sin olvidar que luego hay que bajar, a veces lo más complicado. Arriba el primero que se me vino a la cabeza fue mi padre. Llevaba su reloj. Lo miré, le di un beso y me quedé contemplando el paisaje.
-Es la según da vez que afronta un doble objetivo en la alta montaña, ¿cuestión de rentabilidad o de economía?
-Por un lado, debido a la cercanía de las montañas. Cuando me aclimato, recupero pronto y puedo embarcarme en ese tipo de retos. Por otro lado, es que que no salgo tanto, suelo hacerlo cada dos años. Los presupuestos hay que ajustarlos bastante. A mí no me patrocinan ni material ni nada, pero voy tirando. Espero que a partir de ahora me tengan más en cuenta. Mis compañeros me dicen que llevo el material de un pordiosero. La verdad es que lo aprovecho todo lo que puedo. Llevo el mismo saco de hace 16 años y es que no puedes comprarlo todo, es un gasto exagerado. Si te comparas con otros expediciones comerciales que van a al última, te da qué pensar. Para afrontar este tipo de cumbres tienes que llevar infraestructura adecuada y yo he estado en las mínimas.
-¿Ya piensa en la próxima?
-Me gustaría ascender al Kangchenjunga, (8.586 m). Es una zona que no conozco y a la que quisiera ir algún día.
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