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Eric Newby era militar, escritor y modisto.
Una vuelta increíble, arriesgada y divertida por el Hindu Kush
Expedición al Mir Samir (6.059 m.)

Una vuelta increíble, arriesgada y divertida por el Hindu Kush

Expedición del militar, escritor de viajes y modisto Eric Newby y su amigo el diplomático Hugh Carless, que se fueron por curiosidad a Afganistán a mediados de los cincuenta sin haber escalado en su vida, salvo unos días en Gales a toda prisa

Miércoles, 15 de mayo 2019

Cómo un miembro del embrión de las fuerzas especiales británicas, un soldado que estuvo destinado en el norte de África durante la Segunda Guerra Mundial y que en su juventud había estudiado Publicidad y cruzado el cabo de Buena Esperanza en buques mercantes... En fin, cómo un personaje como ése pudo transformarse en empresario de alta costura es un asunto que no carece de cierta lógica, porque su padre fue socio de un negocio de moda y su madre, modelo. Lo que ya no es tan fácil de explicar es por qué en 1956, cuando Eric Newby preparaba la colección de otoño y un desfile, le entraron unas ganas incontenibles de marcharse lejos. Tantas que envió un cable a su amigo y diplomático Hugh Carless, destinado en la legación británica de Río de Janeiro, para preguntarle: «¿Puedes viajar al Nuristán en junio?».

Para valorar esa propuesta primero hay que saber de qué lugar estamos hablando. Nuristán significa País de la Luz, pero antes de recibir ese nombre, hasta 1895, en que fue arrasado por el emir Abdur Raman, era conocido como Kafiristán o País de los Infieles (kafires). Hoy es una provincia del noreste de Afganistán, de 9.225 kilómetros cuadrados (el País Vasco tiene 7.234), encajonada en la cadena principal de la cordillera del Hindu Kush y fronteriza con Pakistán. Lugar recóndito donde los haya, tiene algunas cimas de más de seis mil metros, una de ellas el Mir Samir (6.059). En los años cincuenta del siglo pasado, el territorio causaba fascinación por la idea de que Alejandro Magno había estado en él y por su difícil acceso, con pasos situados a 4.500 metros de altitud. Era una zona peligrosa, tribal, cuyos habitantes tenían rasgos más bien europeos, habían sido islamizados muy tarde y bebían vino. Históricamente pocos occidentales, no digamos británicos, los habían tratado.

Mir Samir

Aunque a Eric Newby, la región no le resultaba del todo extraña. Si bien no la conocía directamente, años antes de combatir en África, y de ser capturado más tarde por los alemanes en Sicilia, había estado bastante cerca de Afganistán, sirviendo en el regimiento de rajputs de Uttar Pradesh, un estado del norte de la actual India. Su amigo Hugh Carless, hijo de un funcionario del Raj, sabía un poco más de Nuristán, ya que había pasado un tiempo destinado en la embajada británica de Kabul, estancia que aprovechó para acercarse al territorio nuristaní, sin adentrarse demasiado, y para fracasar en una aproximación al Mir Samir, donde llegó a un glaciar con un norteamericano, y a alguno de los dos le cayó encima una avalancha de piedras. Carless escribió a Newby cartas sobre aquellos parajes y le despertó el gusanillo. «Es un sitio hecho para ti», le dijo.

Mapa de la zona donde tuvo lugar la curiosa expedición.

Sin embargo, muy pocas razones más tenían ambos para moverse por Nuristán, salvo la curiosidad. La única lengua de aquella parte del mundo que Newby conocía era el urdu que había aprendido en Uttar Pradesh, pero casi lo había olvidado. Y Carless hablaba persa tras haber pasado por la Escuela de Estudios Orientales. No era una cuestión menor que, pese a tratar de presentar el viaje como una expedición al Mir Samir, un seismil que los himalayistas ya miraban por encima del hombro, ninguno de los dos aventureros hubiera efectuado jamás una ascensión de relevancia técnica. Ese detalle lo solventaron marchando cuatro días al País de Gales para iniciarse en la escalada en roca, agenciándose un libro con indicaciones sobre cómo trepar en nieve y hielo. Con ese nivel de preparación y una camioneta llena de material de alpinista del que lo desconocían casi todo, pondrían rumbo a Nuristán, en un viaje en el que Newby y su esposa, Wanda, marcharon primero a Estambul, donde recogieron a Carless, y luego emprendieron la ruta afgana, despidiéndose de Wanda en Teherán.

Fue una de las aventuras más increíbles, arriesgadas y divertidas que se puedan imaginar, una locura plasmada por Eric Newby (1919-2006) en el clásico 'Una vuelta por el Hindu Kush' (editorial Laertes); un gran relato de viajes, uno de los más famosos títulos que publicó, divertidísimo, plagado de anécdotas y descripciones de personajes y grupos étnicos, con abundante información geográfica e histórica. Y todo ello sazonado de sentido del humor británico que salta a la vista desde el principio de la historia, cuando antes de partir los protagonistas se ganan el respeto de algunos experimentados alpinistas en Gales, hasta el punto de que uno de ellos se toma la molestia de adiestrarles y otro propone a la Fundación Everest que les dé una subvención, siendo consciente de la bisoñez de los recomendados.

No sin dificultades y de peripecia en peripecia, Newby y Carless (1925-2011) logran llegar a Kabul, y cuando van a buscar un guía local al departamento de Protocolo del Ministerio de Asuntos Exteriores, encuentran a un funcionario que les avisa: «Aquí nadie tiene ni idea de escalada». Es un verdadero inconveniente para dos aprendices que tratan de ejercitarse. «Tenemos que escalar alguna cosa. Algo con cuerdas; eso es lo que nos hace falta. El Mir Samir es una montaña terrorífica», dice Hugh Carless. Finalmente aparece un posible acompañante, pero no es de Nuristán, sino un individuo elegido por el Comité Olímpico de Afganistán, alguien que, al parecer, ha dado la vuelta al mundo en bicicleta, pero no ha estado jamás en una montaña. A los ojos de los recién llegados, «parecía salir de una película de Tarzán».

Fotografía del Mir Samir.

Los dos británicos siguen sin el ciclista, pero con un cocinero local y un chófer, camino del valle de Panjshir. «Ahora frente a nosotros, las montañas del Hindu Kush se erguían, puntiagudas, de aire estéril, por encima de la llanura», relata Newby. El asalto al Mir Samir, con un peculiar equipo de apoyo autóctono, es un fracaso. Hay que intentarlo de nuevo por otro camino, previa revisión de la zona. «Para asegurarme de que no hubiera ningún paseo fácil hasta la cima utilizado por los ancianos nuristaníes los domingos por la tarde, partí a la mañana siguiente a explorar el valle en su extremo superior», ironiza Newby. Esta vez, los británicos llegan a doscientos metros de la cima, pero... Preferimos dejarlo ahí, salvo para añadir que tiempo después, Newby y Carless se encontrarán con el legendario viajero Wilfred Thesiger. El Mir Samir sólo fue hollado en 1959.

'Una vuelta al Hindu Kush', publicado originalmente en 1958, lleva un prólogo del escritor británico Evelyn Waugh, otro exoficial de operaciones especiales durante la Segunda Guerra Mundial que disfrutó con el libro. «El no cargar las tintas -escribe Waugh, autor de 'Retorno a Brideshad' y 'Noticia bomba'- el reírse de sí mismo, el deleite en lo extraño de los extraños, la completa renuncia a cualquier intento de ganarse la simpatía de los lectores por las penalidades con las que se ha regalado caprichosamente y, por último, su ceremonioso ceder el paso al especialista (…) con que concluye, casi demasiado bruscamente, esta seductora narración, he ahí las cualidades con que el señor Newby reconforta a un hombre cuyos días viajeros han terminado».

Es difícil que 'Una vuelta por el Hindu Kush' no resulte agradable al lector.

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