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En el mundo de la escalada en roca, David Maciá tiene el valor de los pioneros. Este escalador catalán licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte por el INEFC de Barcelona y Entrenador Nacional de Atletismo por la RFEA se atrevió a publicar en 2002 el primer manual de entrenamiento para la escalada deportiva, modalidad donde la seguridad se da por resuelta y se persigue el máximo rendimiento. Maciá ya trabajaba desde 1997 como entrenador personal, y dirigió, entre otros muchos, a Ramón Julián, uno de los grandes escaladores de competición del panorama internacional. La 'deportiva' es un deporte joven si se compara con disciplinas como el atletismo, el fútbol, el ciclismo, el tenis, etc. No fue hasta 1975 cuando el genial escalador alemán Kurt Albert redefinió las reglas de la escalada: a su juicio escalar una pared agarrándose a elementos colocados en la misma por el escalador (pitones, empotradores, expansiones en la roca…) era un concepto anacrónico. Así que propuso escalar en libre empleando los puntos de amarre a la pared únicamente para detener una caída. Solo la roca valdría para progresar en libre, usando pies y manos, por la pared. Desde entonces, la evolución en la dificultad ha crecido de forma exponencial hasta alcanzar hoy en día límites impensables hace apenas 10 años. También se ha alcanzado un hito histórico: en los juegos de 2020, la escalada será olímpica por vez primera y esta noticia remite de nuevo a David Maciá, desde enero nuevo seleccionador nacional y desde 1991 profesor de Educación Física en la escuela pública (secundaria).
El reto al que se enfrenta Maciá es notable: fue llamado para sustituir al precedente equipo de seleccionadores y se ha visto obligado a trabajar contra el reloj para, al menos, lograr clasificar a alguno de sus deportistas para los Juegos. Paradójicamente, España es uno de los mejores destinos del mundo para los aficionados a la escalada en roca, un país de grandes escaladores que cuenta con nombres propios de referencia: Iker Pou (tercer hombre en alcanzar el noveno grado de dificultad), Josune Bereziartu (primera mujer en alcanzar el noveno grado), Patxi Usobiaga y Ramón Julián, ambos campeones del mundo de dificultad, y muchos otros grandes escaladores… «Es cierto que pese a la enorme tradición que tenemos, nos veamos confrontados a serias dificultades para clasificarnos para los Juegos, pero también es cierto que tenemos muy poca tradición en el mundo Indoor (en estructuras artificiales de resina, que es donde se celebran las competiciones de escalada), tenemos muy pocos rocódromos buenos y muy pocos técnicos o entrenadores. Muchos entrenadores no entrenan a competidores. Somos lo opuesto a Austria: ellos apenas tienen roca pero sus instalaciones Indoor son fabulosas. Hubiera ayudado mucho disponer de infraestructuras, rocódromos donde poder usar la cuerda, etc», analiza David Maciá.
El nuevo seleccionador reconoce que se ha visto forzado a trabajar a pleno rendimiento: «Hay mucho por hacer… quizá el equipo técnico anterior tenía pensado forzar la máquina, darle un fuerte empujón final, pero nunca lo sabremos así que trabajamos con lo que tenemos mirando de reojo las fechas», observa.
De cara a la cita olímpica de 2020, Maciá reconoce que deberá «esprintar a tope con lo que tenemos, si bien de cara a París 2024 me gustaría poder trazar un plan olímpico en el que pueda diseñar una planificación completa con los seleccionados». Uno de los problemas a los que se enfrenta el combinado nacional es la naturaleza misma de la competición: los ganadores serán aquellos que mejor nota saquen en tres disciplinas diferentes de escalada: velocidad, bloque y dificultad, algo novedosos puesto que tradicionalmente siempre han sido disciplinas separadas. «Pero en 2024 se volverá a adoptar el formato tradicional, con las disciplinas separadas, y esto nos favorece. De todas formas, en Japón 2020, el perfil del ganador va a ser el de un bloquero o el de un escalador de dificultad que sepa hacerlo bastante bien en velocidad. Creo que Adam Ondra ganará aunque sea un poco lento en velocidad», estima Maciá.
Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta el equipo nacional es la ausencia de estructuras de velocidad: « A día de hoy sólo tenemos dos pistas de velocidad para todo el estado español… así es muy complicado ser competitivo en un programa olímpico que solo contempla una clasificación global en vez de separar las tres disciplinas. En cambio, en bloque, Madrid, Barcelona y Bilbao tienen buenas salas específicas y debemos aprovecharlas», observa.
Austria, Francia o Japón parecen, ahora mismo, a años luz, realidad que Maciá justifica señalando un enorme trabajo previo: «estos países apostaron hace mucho por la competición y han desarrollado una gran gestión del trabajo. También cuentan con medios, buenos técnicos e infraestructuras. Como seleccionador, necesitaría más recursos económicos y humanos, lamentablemente todos se reduce a eso. Pero la Fedme (Federación Española de montaña y escalada) dispone de recursos limitados. Lo ideal sería que la Fedme pudiese crear rocódromos, a la imagen de Francia, que dispone de tres centros de tecnificación. Después, habría que formar a los entrenadores exclusivamente en el mundo de la competición».
A corto plazo, el equipo de Maciá se enfrenta al reto de clasificarse para los Juegos de 2020: «Trabajo con 50 deportistas, hombres y mujeres, desde juveniles hasta la absoluta. Hay 20 plazas para chicos y otras 20 para chicas. 7 plazas se disputan en Japón en agosto pero no pueden clasificarse aquí más de dos competidores por país. Una vez clasificadas estos 7 se lleva a cabo en noviembre otra competición donde se clasificarán 6 escaladores y escaladoras más. En marzo de 2020 en los campeonatos continentales se otorgará una plaza más, y habrá otra más para aquel o aquella que gane la regularidad en la Copa del Mundo. Por último, la plaza definitiva está reservada a aquellos países en dificultades (conflictos armados, países en desarrollo… )».
Si algo llama poderosamente la atención es la evolución que han conocido las tres modalidades competitivas. Si la escalada de dificultad (escalar una estructura de unos 15 a 20 metros de altura con cuerda) sigue pareciéndose a lo que fue en sus principios, la velocidad es un añadido nuevo y el bloque es una mezcla de Parkour, gimnasia y fuerza. «Hemos conocido un cambio radical, pero creo que se empieza a ver un cierto retorno a los orígenes y se introducen de nuevo las placas, los slabs, etc y lo que se equipa es muy físico pero también clásico porque escalar no es solo hacer fuerza. El concepto es bueno porque el bloque es muy creativo e imaginativo… ahora de eso a dar botes como un saltimbanqui…. El parkour ha dejado una base de coordinación y agilidad que es buena…», explica Maciá.
Después de años entrenando a escaladores, David Maciá alcanzó un punto en el que pensó que como entrenador no tenía nada más que decir, pero el empuje de sus dos hijos le confrontó a una necesidad: tenía que reinventarse porque sus métodos tradicionales no eran de ayuda para unos niños. Mientras señala a Alberto Ginés y Mikel Linacisoro como las grandes opciones de su equipo, Maciá confiesa que una de sus grandes apuestas pasa por mejorar el nivel del equipo femenino.
Pese a que su trabajo sea en interiores y en estructuras artificiales, Maciá desea recordar que la esencia de la escalada tiene que ver con la roca y anima a los futuros escaladores a que empiecen no en un rocódromo sino en una pared.
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