Chris Bonington, entre el alpinismo puro y la logística ejemplar

El brillante escalador abrió el camino de la edad dorada del himalayismo británico

Lunes, 2 de diciembre 2019, 17:07

La semana pasada, los cuerpos sin vida de dos de los alpinistas más respetados del panorama internacional, los guías franceses Pierre Labbre y Max Bonniot, fueron encontrados a los pies de la cara oeste de la Aguja de Plan, en Chamonix. Ambos buscaban la segunda ... repetición de una vía abierta en 1964 por Lito Tejada-Flores y un tal Chris Bonington. Se especula con la probabilidad de que un desprendimiento de roca acabase con la pareja francesa. Esa misma semana, Nirmal Purja, el exsoldado nepalí que ha sido capaz de escalar los 14 ochomiles en apenas seis meses, lideró el trabajo logístico para colocar una bandera de Kuwait de 100 metros de largo y 150 kilos de peso en la cima del Ama Dablam, una de las más bellas montañas de Nepal. Si algo ha demostrado Nirmal es su capacidad logística.

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Pero esto ya lo demostró hace medio siglo el inglés Chris Bonington. También evidenció ser un alpinista tan auténtico como visionario, capaz de inspirar hoy en día a los mejores especialistas del presente. Bonington, pese a una alucinante carrera alpinística que se extendió durante 30 años, sigue vivo. Muchos de sus cómplices no tuvieron esa fortuna. Sus éxitos rivalizan con las gestas que lograron los equipos que financió y dirigió. Fue un maestro en el arte de encontrar dinero, pero también en el arte de hacer realidad sus sueños o de completar los sueños ajenos. Descubrió Chamonix y sus montañas icónicas en 1958 y apenas tres años después se adjudicó la primera ascensión del Pilar del Frêney, recogiendo el testigo de Walter Bonatti tras su épica y desesperada retirada bajo la tormenta. Apenas un año antes, el ahora sir inglés había firmado la primera ascensión al Annapurna II (7.937 metros) en compañía de un militar inglés y un soldado gurkha de nepal… como Nirmal Purja. Ese mismo año firmó la primera ascensión del Nuptse, dejando claro un don para relacionarse con las montañas más elevadas del planeta.

Aún no aspiraba a vivir de la montaña pero en 1962, el año clave en su existencia, su jefe se lo puso fácil: o trabajar o escalar. Eligió, claro, lo segundo, se casó, firmó la primera ascensión británica de la norte del Eiger junto a su cómplice Don Whillans y empezó a creer que la montaña podía llenarle no solo el espíritu sino los bolsillos… aunque solo fuese para explorar el planeta. Cuando colgó las botas, no solo era un alpinista genial sino un escritor, fotógrafo y conferenciante de renombre. Todas las brillantes ascensiones de los primeros años 60 llevadas a cabo en los Alpes constituyeron un escenario perfecto para dar el salto al Himalaya. Era lo esperado, un reto a la altura de su pasión por explorar las grandes montañas del planeta. Pero no de cualquier forma: Bonington escogería con precisión quirúrgica y profesional tanto los materiales como el contingente humano. Sencillamente, fracasar era un verbo que el futuro sir no sabía conjugar.

Pronto nació cierta obsesión con la inescalada cara sur del Annapurna (8.091 m), una pared de 3.000 metros de desnivel ciertamente intimidante que obliga a superar dificultades técnicas de roca, mixto y hielo por encima de los 7.000 metros. Tras dos años de preparativos logísticos, un poderoso equipo británico liderado por Bonington acampó a los pies de la mítica pared. El 27 de mayo de 1970, Don Whillans y Dougal Haston alcanzaron la cima casi 20 años después de la conquista de la montaña, el primer ochomil escalado de la historia. Ian Clough, uno de los cómplices de Bonington en el Frêney, falleció días después sepultado por un alud.

Después, las posibilidades inéditas de escalar el Everest, y el reclamo publicitario del techo del planeta que le permitirían recaudar el favor de los patrocinadores, centró sus esfuerzos, pero sin perder de vista su gusto por la exploración en montañas que más tarde serían referentes del estilo alpino: firmó los primeros ascensos del Brammah (6.411 m) en 1973, con Nick Estcourt y el Changabang (6.864 m) en 1974 con Doug Scott, Dougal Haston, Martin Boysen, Balwant Sandhu and Tachei Sherpa. Parecía inevitable que un explorador ávido como Doug Scott no acabase en la nómina de socios de Bonington: bajo su liderazgo, Scott y Dougal Haston firmaron la primera ascensión de la cara suroeste de la montaña más alta del mundo. Su trabajo conjunto dejó uno de los episodios más alucinantes de la historia del himalayismo: su improbable lección de supervivencia en el Ogro (7.284 m).

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Ocurrió en 1977, justo después de que ambos alcanzasen la cima con el tiempo justo de constatar que la tormenta también les había alcanzado. Entonces, justo antes del primer rápel, Scott resbaló, fracturándose ambos tobillos. Con las rodillas intactas, decidió que entre rápeles y un inseguro avance a gatas lucharía hasta morir. Ambos tardaron una semana en regresar al campo base, donde sus compañeros ya los habían dado por muertos. Bonington, al borde del colapso, cayó fracturándose tres costillas. Solo la insistencia de sus compañeros Mo Anthoine y Clive Rowland permitió el milagro: ayudándoles en el tercio final de la pared (y tomando fotografías terribles de un Scott arrodillado, reptando en la tormenta) los cuatro alcanzaron el campo base, donde un helicóptero los esperaba para evacuarlos a un hospital… algo que no logró pues se estrelló con ellos en su interior sin que nadie falleciese.

Bonington aún viviría un episodio terrible. Fue en el Everest, en la esquiva arista noreste. Después de admitir su lentitud frente a la pujanza de Peter Boardman y Joe Tasker, Bonington los dejó marchar. Nunca volvió a verlos. Perdiá dos grandes amigos y desaparecían dos de los mejores alpinistas británicos de la historia. «Fueron demasiado ambiciosos», lamentaría después Bonington.

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El sir inglés inspiró a la siguiente genaración de alpinistas ingleses, negados a la hora de buscar financiación para sus aventuras y partidarias, por necesidad, del estilo alpino llevado a las grandes paredes del Himalaya. Alex MacIntyre fue uno de los máximos referentes y cuando pereció en la sur del Annapurna entre sus ambiciones figuraba la posibilidad de escalar en estilo ligero la mayor conquista técnica del maestro Bonington.

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