Cesare Maestri falleció el pasado miércoles a los 91 años de edad, cansado, aburrido y asqueado de escuchar una y otra vez la misma pregunta: ¿Subiste al Cerro Torre? El hombre, el genial alpinista y la pregunta se fundieron, con el paso del tiempo, en un amalgama de misterio, descrédito y dolor. El italiano de Trento, bautizado como la araña de los Dolomitas, se lleva consiga el mayor secreto de la historia del alpinismo: ¿Hizo cima en el cerro Torre (Patagonia) con Toni Egger en 1959? ¿Lo hizo en 1970 tras regresar para callar a los incrédulos? Nadie lo sabe a ciencia cierta. La mayoría opina que siempre defendió con obstinación una gran mentira. Lo que sí se sabe es que el debate destrozó la vida de un hombre que no necesitaba mentir. En ausencia de testigos, la palabra de un alpinista es sagrada y respetada. Pero en éste universo en el que no existen reglas escritas, ni jueces, árbitros, cámaras de televisión o público, la mentira hace el oficio de dopaje: no hay mayor trampa y deshonra que afirmar que se ha escalado algo que no se ha escalado, y en el caso de una montaña de la dificultad, estética y reputación del Cerro Torre la sospecha ha generado debates que duran ya décadas y que no morirán con la despedida de Maestri.
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Cuando viajó hasta la Patagonia argentina invitado por Cesarino Fava y acompañado por el austriaco Tony Egger, un virtuoso de la escalada en hielo, Maestri era una leyenda: su capacidad para escalar en libre en la roca y, especialmente, en solo integral, se hizo proverbial. Pero también fue el primero en desescalar sin medidas de seguro rutas de sexto grado, talento que, unido a su fuerte temperamento, le colocaron en el olimpo del alpinismo transalpino como un vanguardista independiente. Cuando, inexplicablemente, cayó en las pruebas de acceso para formarse como guía de alta montaña, decidió humillar a los guías locales para lavar su propia humillación. Un día, en el Crozzon di Brenta, se aseguró que los guías lo tenían a vista para lanzar su cuerda al vacío y desescalar la pared en lugar de rapelarla.
En 1952 obtuvo su titulación de guía. Siete años después, su vida cambiaría radicalmente: el orgullo terco se mudó en orgullo herido y su reputación saltó por los aires. Un gran alpinista exhibe sus ascensiones, después su recuerdo y siempre una reputación. Si ésta última se tambalea, todo lo demás se difumina. En 1959, Egger y Maestri desaparecieron durante 6 días, supuestamente en la cara este del Torre. Cuando Fava salió al encuentro de la pareja, solo encontró a un destrozado Maestri, superviviente de un infierno: una avalancha había arrastrado a Egger durante el descenso victorioso y él había sobrevivido tras una pelea solitaria que le dejó al borde del colapso. Pero, según Maestri, habían alcanzado la cima. ¿Las pruebas? Perdidas para siempre en la cámara de fotos que portaba Egger. La este del Torre es un muro de granito coronado por un hongo de hielo. Sus dificultades de roca parecen demasiado complejas para los medios de la época. Posteriores intentos por la línea supuestamente empleada por la pareja alcanzan un callejón sin salida en el que no se ve rastro de pitones o material empleado necesariamente por el dúo italiano-austriaco.
Maestri siempre señaló que ese año una capa de hielo cubría la cara este y que la suya fue una ascensión sobre hielo, de ahí que no quedase rastro de su paso. Los posteriores intentos de repetición de su ruta dispararon las suspicacias y el descrédito comenzó a asociarse al apellido Maestri. Para acallar las dudas, el orgulloso Maestri decidió regresar al Torre en 1970, ahora como un feligrés de la escalada artificial. Logró un imposible: generar una segunda y tremenda polémica en la arista sureste del Torre. Para superar las tremendas dificultades que ofrecía la roca, el equipo italiano de Maestri hizó un compresor para poder taladrar la roca y colocar los clavos a los que asegurarse y ascender.
Hoy se emplea el taladro a discreción en casi todas las paredes escalables. Su trabajo les colocó debajo del hongo cimero pero el equipo no pasó de ahí dadas las dificultades para escalar en nieve y hielo. Conocida como la ruta del Compresor, fue la ruta más repetida durante años y, todo parece apuntar, que no fue hasta 1979 cuando Jim Bridwell y Steve Brewer escalaron también el hongo cimero hasta la cumbre. En 1974, las arañas de Lecco alcanzaron la cima desde la cara oeste, por un trazado de hielo que hoy se considera como la ruta original mientras que el intento de Maestri del 59 queda como una ascensión 'dudosa'.
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En ausencia de pruebas irrefutables, nadie puede afirmar categóricamente que Maestri mintiese, por mucho que su relato aparezca lleno de sombras. Lo que queda no es solo un asunto (¿menor?) de debate acerca de una escalada sino una realidad: la vida de un superdotado de la escalada manchada durante décadas, su verdad defendida con valor y lucha, su reputación destrozada por la suma incesante de una única pregunta: Cesare, ¿subiste al Cerro Torre?
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