Nepal no es ninguna excepción. Como buena parte del planeta, el país de los himalayas está cerrado a cal y canto por culpa del coronavirus. Y esta circunstancia casi le cuenta un disgusto a Alex Txikon y sus compañeros de expedición, que vieron cómo ... la exigencia de más y más documentación y las reticencias de algún funcionario especialmente quisquilloso estuvieron, si no a punto de dar al traste con la expedición, al menos retrasarla. Aunque finalmente todo se pudo solucionar Txikon y sus compañeros han pisado tierra nepalí el primer día del año a las diez y media de la mañana, hora nepalí, justo 24 horas después de partir de Durango, punto de encuentro de los expedicionarios antes de desplazarse por carretera hacia Madrid.
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Todos pusieron morros cuando Alex les convocó a esa intempestiva hora en el aparcamiento que hay junto al peaje de la A-8. Sin embargo, el alpinista no dudó. «Vamos a ir con tiempo, no vayamos a tener un contratiempo en la carretera o en el aeropuerto y luego perdamos el avión». Y su instinto volvió a acertar. A las diez de la mañana estaban ya en Barajas, pero los problemas no tardaron en surgir. Documentación y más documentación, prueba de PCR, visados indiviuales, seguros… Todo comprobado al milímetro y todo perfectamente cumplimentado...
Hasta que llegó la frase: «Lo siento, no pueden viajar a Nepal». A Txikon le dio un vuelco el corazón. «Pero si tenemos todo en regla», intentó explicarse. «Lo siento, pero el país tiene restringidas las visitas a extranjeros por el coronavirus», le respondieron. Entonces el de Lemoa recordó el documento que el Gobierno de Nepal había expedido a la expedición de forma excepcional y que tenía que enseñar al entrar en Nepal y escrito por cierto en sánscrito. El papel obró el milagro y abrió el camino hacia Nepal. Aunque no evitó unos controles especialmente estrictos en todos y cada uno de los pasos aduaneros y de tránsito que hubo que superar.
Los mismos controles y exigencias que motivaron que el italiano Simone Moro, compañero de expedición, perdiera su vuelo desde Italia, por lo que su llegada a Katmandú se ha retrasado hay mañana sábado.
«Es increíble lo que ha hecho el coronavirus a nivel global», reflexionaba Alex Txikon. «En un país como Nepal donde te recibían con los brazos abiertos ahora te miran con recelo, como si les fueses a meter un veneno». Nepal, pese a ser uno de los países más pobres del mundo, ha padecido una afección bastante suave de la pandemia, con uno de los registros de contagiados y muertos más leves del planeta.
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Instalados ya en Katmandú, la expedición deberá guardar cinco días de cuarentena, al final de los cuales se les realizará otra prueba PCR. Sin dan negativo, iniciarán el trekking de aproximación al campo base del Manaslu, que les llevará una semana. La capital nepalí, por cierto, ha recibido al grupo con un tiempo casi primaveral. De hecho, Chhepal, uno de los dos sherpas que integran el quinto de alpinistas que intentarán la cumbre y que fue a recibirlos al aeropuerto, les explicó los augurios meteorológicos eran máa que positivos. El día anterior había hablado con Samagaon, el último pueblo antes del campo base, situado a 3.500 metros de altitud, y le habían dicho que este año había muy poca nieve en el Manaslu, mucho menos de lo que suele ser habitual en este ochomil.
Alex Txikon y sus compañero de expedición vivieron una Nochevieja atípica. El grupo la paso en un avión recorriendo medio planeta entre Madrid y Katmandú. El momento concreto del paso de año les tocó en el aeropuerto de Doha, la capital de Catar, donde el vuelo hizo escala. Y por eso de los cambios de hora, vivieron dos veces las campanas, la primera con el horario local de Doha y la segunda, dos horas después, con el horario español.
Aterrizaron apenas cinco minutos antes de las doce de la noche catarí para vivir un cambio de año que no alteró la rutina de los transeúntes en el aeropuerto. Luego, algún miembro del grupo se vino arriba y propuso incluso comprar algo de vino o chsmpán para celebrar «como dios manda» más la salida del nefasto 200 que la entrada del 2021. Pero un rápido vistazo a las tiendas del aeropuerto dio al traste con la idea. Estaban en un país árabe y no había alcohol por ningún lado.
Al final se tuvieron que conformar con unas bebidas refrescantes y el recuento tradicional de las campanadas -error incluido, como no podía se de otra forma, en los cuartos por alguno e los presentes- vistas a través de un teléfono móvil
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