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Christophe Profit cambió los tres últimos grandes problemas de los Alpes por soluciones a su necesidad de fijar nuevos límites en el juego del alpinismo. Las caras norte del Cervino, Eiger y las Grandes Jorasses son los tres escenarios alpinos por excelencia, teatro de los sueños para todas las generaciones de alpinistas. Escalar una de ellas ha servido muchas veces para justificar años de dedicación, premio a una vida en la vertical. A principios de los años 80, jóvenes como Profit, entonces aspirante a guía de montaña, o Éric Escoffier, dejaron de conformarse con lo establecido. Ambos creían, con razón, que no deberían existir límites para el alpinismo, actividad en constante revisión. Y ambos deseaban demostrarlo con hechos. Así nació el alpinismo ultraligero, rápido y de inmenso compromiso. Christophe Profit vivió tres años, entre 1984 y 1987, obsesionado con encadenar ascensiones de vértigo a la carrera y su aproximación a éste sueño fue tan premeditada como estructurada y metódica. En 1982 sorprende al mundo escalando en solo integral en un puñado de horas la Directa Americana al Petit Dru, ejercicio filmado que ofrecerá imágenes espeluznantes: Profit se atasca en un paso, destrepa dos metros y vuelve al ataque para acabar pasando… un documento gráfico impresionante para la época, del estilo de los ejercicios firmados por Alex Honnold.
Dos años después, de nuevo en solitario, recorre en 32 horas la arista más famosa de los Alpes: la integral de Peuterey que conduce a la cima del Mont Blanc. En 2013, Ueli Steck recuperaría el desafío enlazando Val Veny con Les Houches en 16 horas. En ambos casos, el entrenamiento sistemático (carrera a pie y esquí de fondo, junto a escalada) estuvo en la base del éxito. Profit no se detendría ahí. Fue su pistoletazo de salida a unos años fanáticos que le permitirían añadir varias vueltas de tuerca a su plan. En 1985 se convierte en el primer alpinista en escalar en solitario y en invierno la norte del Eiger… en 10 horas. En verano del mismo año, escala sin compañía la norte del Cervino, la del Eiger y la vía Linceul a las Grandes Jorasses en el día, enlazando en helicóptero los tres escenarios. No parece posible imaginar un encadenamiento más salvaje. Pero Profit no deja de entrenarse, necesita ser aún más rápido, aún más resistente y es que su verdadera ilusión es firmar la trilogía de las tres grandes norte… en invierno. En ésta ocasión, en 1987, el mal tiempo da paso a tres jornadas anticiclónicas en los Alpes y Profit está preparado. Los medios de comunicación, con el prestigioso Paris Match a la cabeza, y la televisión pública francesa van a seguir todo su periplo alpino. Su plan pasa por escalar el Espolón Croz a las Grandes Jorasses, 1.500 metros de pared de hielo, mixto y roca, saltar en parapente desde la cima, volar después en helicóptero hasta la localidad suiza de Grindelwald para escalar la norte del Eiger, con sus 1.800 metros de desnivel y volver a tomar un helicóptero hasta Zermatt y la base de la norte del Cervino (1.100 m de postre). Profit esprinta el Croz en apenas 5 horas y, en la cima, los periodistas le interrogan: «¿Cansado? En absoluto. Estoy fresco como al empezar». Con ropa seca, el francés nacido en Rouen ataca a las 17.30 de la tarde el Eiger: necesita luz para recorrer los primeros 300 metros de desnivel hasta dar con la fisura difícil. Cuando anochece, las pilas de litio de su frontal le juegan una mala pasada y le obligan a esperar el amanecer. En la cima, el cansancio y el sueño se reflejan en su rostro y en su discurso, que pierde seguridad. Cuando sus piolets rectos golpean la norte del Cervino, su avance es pesado, ha perdido gracia y eficacia, pero su determinación sigue inquebrantable. «No sería capaz de hacer una cuarta cima», bromea en la cima del Cervino. Da igual, ha hecho historia firmando las 42 horas más intensas de su vida.
Satisfecho, Profit dejó de lado los encadenamientos pero no el alpinismo: en 1991, junto a Pierre Béghin completó el primer ascenso de la arista noroeste del K 2 y continuó su idilio con la norte del Eiger, guiando la ruta clásica hasta en 10 ocasiones. «La humildad es el ingrediente más importante a la hora de afrontar la montaña», defiende hoy en día, a sus 59 años, todavía activo.
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