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javier muñoz
Jueves, 30 de mayo 2019
El deseo de llegar a la cumbre solos y con el equipo justo, como en las primeras expediciones al Everest, esa fidelidad a las raíces de los escaladores seducidos por la montaña impregnan la historia de Felice Benuzzi (1910-1988), el italiano que ... se fugó con dos compatriotas de un campo de prisioneros británico durante la II Guerra Mundial sólo para escalar el Monte Kenia y regresar a su barracón. A los tres los sedujo aquel macizo volcánico de varias cumbres (el Batian, de 5.199 m. la más alta) situado a 150 kilómetros al norte de Nairobi y que los desafiaba en la lejanía (la ascensión era más arriesgada que ahora).
El relato arranca en el campo 354 de Nanyuki, donde los presos mataban el tiempo leyendo, esperando paquetes de su familia y traficando con cigarrillos. Uno de ellos era Felice Benuzzi, licenciado en Derecho nacido en Viena y afincado en Trieste, que había escalado en los Alpes Julianos y los Dolomitas. En 1938 fue destinado al servicio colonial de Etiopia, donde lo sorprendieron la guerra y el encierro de los italianos por los británicos. A Nanyuki lo llevaron en 1941 durante la estación de las lluvias cuando las nubes ocultaban el Monte Kenia a 30 kilómetros de distancia. Pero un día el cielo se abrió. «Levántate –le dijo un prisionero a Benuzzi–. Tienes que verlo. La forma recuerda al Monviso visto desde Turín, pero éste es mucho más imponente».
Aquella montaña –la segunda más alta de África tras el Kilimanjaro (5.891)– obsesionó al escalador de tal forma que a mediados de 1942 comenzó a preparar una expedición a la que se sumaron otros dos presos: Giovanni Balletto, exoficial y médico genovés (1905-1972), y Vincenzo Barssotti, marinero de Viareggio (apenas hay datos de él). No tenían mapas, pero se guiaron por un libro. El equipo de escalada lo obtuvieron reciclando material robado y de estraperlo con la ayuda de sus compañeros (algunas prendas y manoplas se confeccionaron con mantas; los piolets se improvisaron con martillos, los crampones, con chatarra, y las cuerdas provenían de las mosquiteras).
Los alpinistas se las ingeniaron para esconderlo todo, y el 24 de enero de 1943 se escaparon por un huerto anexo al campo de prisioneros, burlando la vigilancia de los guardianes indígenas. Provistos de mochilas y un saco, sin conocer el camino y con los víveres justos, atravesaron la sabana infestada de fieras y de policías coloniales que complicaban las tentativas de fuga. Tuvieron que cruzarse con un elefante, un rinoceronte y un leopardo antes de llegar al Monte Kenia e intentar ascender a uno de sus picos, Batian, que había sido hollado por primera vez en 1899.
Escalar esa cumbre sagrada de la tribu kikuyu, en 1943 y hacerlo con material rudimentario era una empresa más compleja que hoy. Benuzzi y sus compañeros probaron por la arista noroeste, algo que sólo habían conseguido los escaladores de élite Eric Shipton y Bill Tilman en una estación más benigna; pero una tormenta de nieve los echó atrás y atacaron el pico Lenana, que con 4.985 metros es la tercera punta más alta del macizo del Kenia. Benuzzi y Balletto dejaron al debilitado Barssotti en el campo base, una tienda de lona, y se plantaron en la cima con la bandera de su país, agotados y hambrientos, el 6 de febrero.
Fue una insólita aventura que pudo acabar mal. A diferencia de cualquier otra expedición, la encabezada por Benuzzi no terminaba con el descenso del Lenana. Los huidos habían dejado una nota en Nanyuki en la que prometían volver porque era casi imposible ponerse a salvo en Somalia o Mozambique sorteando a nativos que cobraban diez chelines por cada fugado que capturaran.
Felice Benuzzi
Giovanni Balleto
Los alpinistas reaparecieron en el campo 354 para el recuento el 10 de febrero, delgados y aseados. Se habían topado con africanos en el regreso, pero lograron introducirse en sus barracones tan silenciosamente como marcharon.
No tuvieron un gran recibimiento. Aunque el régimen de Nanyuki era relajado, los demás prisioneros habían sufrido represalias tras la huida. Benuzzi y sus amigos fueron castigados con 28 días de celda, pero salieron en siete días atendiendo al espíritu que habían demostrado, que se hizo público cuando unos alpinistas ingleses encontraron la bandera en el Lenana y un mensaje en una botella de brandy.
4.985 metros tiene el Lenana, tercer pico más alto del macizo, al que subieron los italianos cuando el mal tiempo los echó atrás en el Batián.
Nelion. 5.188 metros.
Batian. 5.199 metros.
La noticia hizo algo de ruido en la prensa británica y más en la Italia fascista, a punto de desplomarse. 'The Times' dijo que el Monte Kenia tenía una deuda con los huidos por la vía de acceso que habían empleado, pero agregó que ellos también estaban en deuda con la montaña, pues había sido escenario de «la aventura más bella de sus vidas».
¿Qué hubiera dicho la prensa hoy si unos alpinistas hubieran protagonizado una expedición como aquella? «Por encima de todo, –escribió Benuzzi más tarde–, nuestra huida había sido una reacción contra la inactiva vida en un campamento de prisioneros, un acto de voluntad en medio de toda esa inercia».
Felice Benuzzi y Giovanni Balletto fueron los dos montañeros que hicieron cima en el Lenana y de los que, al contrario que Barssotti, hay información. El primero estuvo confinado en África hasta 1946, y ese año, ya en otro campo, escribió «Evasión en el Monte Kenia» (Editorial Xplora). Tras la guerra fue diplomático y escaló por el mundo hasta poco antes de morir. Balletto acabó estableciéndose en el Kilimajaro y abrió un amulatorio. Fue enterrando en Moshi (Tanzania).
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