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Tradicionalmente se ha dado en definir la escalada como un gesto fútil. Subir para luego bajar, simple imitación de reptiles y primates, señalan con cierto desprecio los no iniciados. Pero la escalada también puede trascender lo recreativo, el simple placer del gesto, para convertirse en ... un excelente medio con fines de inclusión social. En 2014, un grupo de escaladores mexicanos empeñado en «utilizar la escalada y la educación para fomentar un estilo de vida sano» entre las clases más desfavorecidas decidió salir de su hábitat de confort para recorrer los barrios más humildes de Monterrey. Supieron que habían encontrado lo que buscaban cuando una imagen, que todavía les mueve a seguir trabajando, los dejó pegados al suelo: «Chicos de 13 y 14 años se drogaban en las escaleras de la escuela primaria. Eran jóvenes con la mirada perdida, sin capacidad de hablar correctamente por el estado de intoxicación en el que se encontraban», relatan en la página web de su proyecto Escalando Fronteras.
Seis años después, varios de esos chicos varados en las escaleras han fallecido. Otros han salido del agujero encordados al proyecto solidario al que se han sumado igualmente escaladores norteamericanos. Los responsables del mismo observan que «mientras escalamos estamos constantemente reflexionando. ¿Por qué no pude completar la ruta? ¿Qué pude haber hecho diferente? Al escalar nos enfrentamos a nuestros peores miedos, ya sea miedo a las alturas o a inseguridades en general. Reflexionando a partir de lo que vivimos en la montaña podemos convertir una 'simple' experiencia en un aprendizaje concreto. A través de la educación experiencial podemos reflexionar sobre la necesidad de comunicarnos mejor, de planear lo que vamos hacer o decir antes de hacerlo, podemos aprender el valor del trabajo en equipo o que las metas solo llegan si hay constancia y disciplina, así como y muchas otras herramientas útiles para nuestra vida diaria. La educación basada en experiencias es un modelo acuñado por David A. Kolb en la década de 1970. Este parte de la premisa de que los seres humanos aprendemos no solamente en el aula de clase, sino también a través de experiencias (físicas y emocionales) que nos marcan de por vida. Si juntamos la escalada con un proceso de reflexión, las experiencias que vivimos pueden convertirse en un aprendizaje para toda la vida».
Varios escaladores de talla mundial, como James Pearson, Lynn Hill, Siebe Vanhee o Dani Andrada trabajan como embajadores del proyecto. Solo en 2108-19, se realizaron 41 salidas de escalada, un milagro en un lugar al margen del mundillo vertical. Con esto, la iniciativa busca apartar a los jóvenes de las situaciones de riesgo derivadas de la desigualdad, con salidas a la montaña, cursos de escalada y entrenamiento, talleres de prevención o trabajos comunitarios.
Su última acción está relacionada con las consecuencias del coronavirus: muchas familias han perdido toda posibilidad de alimentarse. Saltándose los márgenes de la escalada, el proyecto Escalando Fronteras (sin ánimo de lucro) ha hecho un llamamiento para captar donaciones que permitan repartir alimentos entre las familias más necesitadas. Todas las donaciones pueden realizarse a través de su web escalandofronteras.org
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