Expedición al Manaslu

Confinados en el hotel de Katmandú

Segundo día de la aventura de Álex Txikón, cuyo equipo no puede salir por ahora de su alojamiento por precaución frente al Covid-19

Domingo, 3 de enero 2021, 11:27

Katmandú (o el destino) me la tiene jurada. De las cuatro veces que he estado aquí, en dos de ellas me he visto obligado a permanecer confinado en el hotel. En 2010 y ahora. Hace una década (¡cómo pasa el tiempo!) vine a cubrir el ... sprint final de los 14 ochomiles de Edurne Pasaban. El plan era acompañarla a su último ochomil, el Shisha Pangma, pero las auritoridades chinas me negaron el visado. ¿Era por aquel entonces un peligroso delincuente internacional? No. Simplemente un periodista. Así que el hotel Jak and Yeti se convirtió en mi particular jaula de oro desde la que iba contando las venturas y desventuras de la guipuzcoana y su equipo, en el que por cierto estaba un jovencito de 28 años llamado Alex Txikon.

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El problema es que el país estaba aquella primavera cerrado a cal y canto por una huelga general convocada por la antigua guerrilla maoista. Y no se andaban con chiquitas. Solo permitían circular a las furgonetas que llevaban y traían turistas desde el aeropuerto a los hoteles. Impresionaba ver la avenida Durbar, la principal arteria comercial y de tráfico de la ciudad, recorrida día tras día por miles de maoístas en formación militar de cuatro o cinco filas armados con palos de bambú. Casualidad o no, el cerrojazo maoista se levantó días antes de la cumbre de Edurne en el Shisha y las celebraciones previstas por su éxito en la capital nepalí se pudieron celebrar con todo el boato previsto.

Y ahora el culpable es el Covid-19 y el lugar del encierro, el hotel Ti-se, que toma su nombre de la nominación nativa del Kaikash, el monte sagrado por excelencia para los tibetanos. En su jardín, que lo mismo vale para comprobar y reparar las tiendas de campaña que para montar un picnic, los nuevos miembros de la expedición de Alex Txikon nos vamos conociendo y haciendo grupo, algo tan importante cuando nos espera una conviviencia de mes y medio en un campo base de un ochomil en pleno invierno. Y cuando los deseos de conocer la ciudad -unos- y redescubrirla -otros- nos tenemos que confirmar con subir a las plantas altas del edificio para ver la pirámide superior de Boudhanath, el tempo budista más importante de la ciudad y que se encuentra a unos pocos centenares de metros del hotel.

Ayer, al menos, Simone Moro nos rompió la rutina de la cuarenta con su visita al hotel para conocer a los que serán también sus compañeros de expedición. Para el italiano, Katmandú es su segunda casa. O casi la primera. Desde su primer viaje en 1992, la ha visitado en 104 ocasiones, ya sea para ascender montañas o para trabajar como piloto de helicóptero, su verdadera actividad profesional. Así que desde hace años tiene una pequeña escúter con la que se desplaza por la ciudad sin depender de taxis ni medios ajenos, en lo que por otra parte supone un verdadero alarde de valentía -o inconsciencia- ante el caótico y peligroso tráfico de la ciudad.

Simone vino a media tarde y tras interesarse especialmente por la carne que Alex ha traído de casa (más de 40 kilos) para la expedición, se quedó a cenar con nosotros. Eneko Garamendi, el cocinero que le acompaña desde hace cuatro años, le preparó una barbacoa con pequeña degustación de lo que le espera en el campo base: chorizo y chistorra, además de pollo nepalí, y queso de idiazabal con membrillo de postre. Más que satisfecho, Simone se volvió a su casa -la dueña italiana del Fire and Ice le invita a su casa siempre que viene a Katmandú- entrada ya la noche.

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