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PEDRO MARI AZOFRA
Lunes, 5 de diciembre 2016, 00:22
Broche de lujo a la oferta cultural otoñiza del Club Taurino Logroñés, con Victorino Martín García y el gobierno documentado, ameno y visual de Alfredo Casas, cronista de EL CORREO. Lleno en el salón del hotel Gran Vía. Cristina Maiso, fiel al toreo, Carlos Lumbreras y taurinos de El Quite, Peña 21, Calahorra, Arnedo, saludadores y peticionarios.
En el prólogo Victorino dijo: «Mi padre, que ha dado todo por el toro, ha sido mi maestro y modelo en estrecha unión. No fue fácil trabajar con él pues chocábamos por similar carácter y supe asumir mi rol. Suyos eran los aciertos y míos los errores. Tuve claro cuál era mi función. Con ilusión, fuerza y empuje soy responsable en los últimos veinte años de mejoras en manejo, alimentación, selección y saneamiento».
Victorino, 45 años, desde los diez faenando a caballo, veterinario, apoderado, promotor y con el hierro de más casta de medio siglo acá, debutó de luces en Logroño por san José del 82 con Gitanillo Vega, Villalta y erales de Hernández Pla. Se retiró en Calahorra en agosto del 84. Cartel con Vidrié, Gallito de Alfaro y Malaver. Dijo: «Mi padre era el azote de toreros y no quería que yo probara de luces. Me lo puso difícil».
Con buen pilotaje de Casas, relató sus vivencias académicas, militares, andadura con José Tomás, relaciones aztecas o de Colombia y su vida campera donde ve amanecer y anochecer casi a diario.
Habló de Planteadito, toro premiado en san Mateo16: «Debió ser indultado y lo hubiera echado a las vacas, porque le faltó algo en el caballo pero eso se puede corregir. Ante la duda hay que ser generoso. Me enviaron una declaración del presidente diciendo que no lo indultó porque le faltó picardía. Así como suena».
Sobre la plaza de Madrid mantiene que es «la gran cátedra que quita y pone como Sevilla, Bilbao, México Cada ciudad es un espíritu colectivo». Citó a Logroño así: «Tuvo etapas. Se ha venido abajo, está indefinido y ha perdido pasión».
Opinó de muchos toreros desde Dámaso Gómez hasta hoy. Sobre Diego Urdiales dijo: «Es debilidad de muchos taurinos y mía. Cuando nadie creía en él, madrugaba a las seis para entrenar y luego cogía la brocha. Es uno de los que mejor han entendido nuestros toros. Tiene mucho de Andrés Vázquez y es la continuidad del toreo de los sesenta».
Victorino marcó su gusto literario, cinéfilo, taurino con Antoñete, musical y con Serrat y Sabina, admitió admiración y dijo, al alimón: «Son de izquierdas de boquilla pero viven como dios». Rió el auditorio de alcurnia y los de sin linaje pensaron que Bárcenas, Granados, Tramp, Rouco, Fabra, Correa, Aznar, Bigotes, Rus no lo pasaron mal.
Dos horas de diálogo y al ganadero de bravo le sobraron tablas. Sin molestar ni ahondar, lidió los capítulos sin emplearse. Como Luis Miguel y Ponce, «las mejores cabezas del toreo según mi padre». En privado nos dijo: «Tengo nueve encierros vendidos o apalabrados. La empresa de Logroño no me ha hablado de ninguna de sus plazas».
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