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enrique olmedo
Domingo, 21 de agosto 2016, 00:11
Hace años estar moreno era sinónimo de ser pobre y ser blanco lo era de ser adinerado. Tanto es así, que era costumbre maquillarse para parecer más blanco. Pero qué antojadiza es la historia de la humanidad: en la actualidad, estos cánones significan justamente lo contrario y cuanto más rico, más moreno. Pasa lo mismo, por ejemplo, con las dimensiones del cuerpo. Todo está en constante cambio y lo que hace cincuenta años era de una forma ahora es de otra completamente diferente.
El vivo ejemplo de este cambio es el de las historia que han vivido los pueblos y aldeas de La Rioja.
En 1940, en la región comienza un largo proceso que llevaría a la mayor parte de los habitantes de los pueblos a vivir en las ciudades. Las fábricas sustituyeron, como fuente de ingresos, al campo y las urbes fueron acogiendo más y más personas.
Este hecho provocó que cincuenta pueblos riojanos quedaran despoblados y otros muchos tocados de muerte con pocos habitantes.
Según informa José Ángel León, un apasionado especialista en pueblos deshabitados y sus historias, durante los años sesenta y setenta «se quería huir de los pueblos para acercarse a las ciudades». Ahora, sin embargo, se huye de la ciudad para ir al pueblo en búsqueda de la tranquilidad de la naturaleza... aunque no sea por mucho tiempo porque es en la ciudad «donde hay trabajo».
Si se considera como despoblado a los pueblos que no tienen ningún habitante, la lista en La Rioja, es muy amplia. Para empezar, cabe destacar los pueblos desaparecidos por inundación para hacer embalses como son: Mansilla, Cambones (aldea de Mansilla), Las Ruedas de Enciso (próximo a inundarse), Los Molinos (Ortigosa de Cameros), Pajares y Barrio de San Andrés (Lumbreras).
Otros muchos pueblos han sucumbido ante el paso del tiempo y han desaparecido totalmente o han quedado resumidos a restos de una antigua iglesia o muro. El investigador riojano afirma que casi todos los municipios abandonados se encuentran en el sur de la comunidad «ocupando el 40% del territorio de la zona, el sur concentra a menos del 5% de la población».
Como muestra, León ha podido resumir la, casi interminable, lista con duro trabajo y horas revisando documentos y corroborando los nombres y datos. De esta manera, ofrece los siguientes nombres como los más reseñables y destacados de la comunidad. Del Valle del Jubera cuenta diez pueblos deshabitados y son: La Monjía, Ribalmaguillo, La Santa, Oliván, Buzarra, Dehesillas, Valtrujal, Reinares, Bucesta y Villanueva de San Prudencio. Además, apunta a otros cuatro como despoblados históricos: Los Horcos, Venturiel, Regajal y Santa María de Agruiones.
En cuanto a los Cameros, León señala que en Cameros Viejo quedan deshabitados Santa María de Cameros, Montalbo en Cameros, Avellaneda, Valdeosera y El Solar de Tejadaur; en Cameros Nuevo solo ha sido deshabitado El Hoyo (Lumbreras).
En el Valle del Cidacos destaca el conocido Turruncún, Antoñanzas, Garranzo, La Escurquilla (Enciso), y Valdevigas.
En el Valle de Ocón solo ha sido afectado Oteruelo y en el Río Alhama, Gutur.
La lista sigue con aldeas que también fueron afectadas por la despoblación. Pero el problema no queda estancado ahí.
Pese a existir desde 1990 una tendencia a recuperar los pueblos perdidos, la lista no está cerrada y todavía quedan muchos que están en riesgo de ser despoblados.
León admite que muchos de estos pueblos que se encuentran en riesgo tienen más personas empadronadas de las que realmente viven durante todo el año. «No están todos los días pero suben muy a menudo», detalla.
El riojano, José Ángel León, es gran conocedor de los pueblos deshabitados de la comunidad. Conocimiento de primera mano, ya que vive en una de las zonas con más municipios despoblados, el Valle del Jubera.
En 2012 comenzó a realizar un mapa, con fines turísticos, del río Jubera. Durante estos años ha ido marcando en ese mapa desde un puente antiguo, hasta los restos de un chozo. Al comenzar esta labor, el riojano encontró restos de aldeas a punto de desaparecer, hecho que le animó a recabar toda la información existente de estos pueblos. Además, consideró necesario hacer planos y ubicar en ellos la localización de dónde se encontraban las escuelas, la fuente, la fragua, el lavadero y, en definitiva, todo lo que se pudiese ver.
El resultado, un libro de 500 páginas que intentará publicar con ayuda del Instituto de Estudios Riojanos. Además, ofrece su correo electrónico,
26131sanbartolome@gmail.com
, para quién desee aportar más información.
Pese a disponer del nombre de alguno de estos pueblos, El Correo no ofrece el nombre para evitar que los ladrones acudan a ellos y entren en las casas de las personas que no viven diariamente, un riesgo que para el especialista, existe.
Otros, al alza
Pero no todo son malas noticias. Muchos municipios han sabido actuar para revertir la situación y prevenir la despoblación. Como ejemplo, León expone a Trevijano, Aldeanueva de Cameros, las aldeas de Ezcaray, Peroblasco «con su original fiesta del humo de colores», San Vicente de Robres «con las canteras de piedras de molino», Luezas, Ambasaguas, San Bartolomé o San Martín de Jubera, entre otros. Objetivo que se ha conseguido porque, según León, ha cambiado la gente. «Ahora se quiere visitar esos pueblos olvidados, se quiere andar por esos senderos, en definitiva, se quiere naturaleza», apunta. Para este riojano lo que ahora se busca es «lo que tenían nuestros abuelos», estar sentados a cobijo de un buen chozo, cuidando de cuatro cabras y cuatro ovejas. «Se busca la calidad de vida que ahora está en el pueblo», afirma.
Otras medidas que el especialista destaca han sido la creación de casas rurales para atraer turistas y, de esta manera, animar al arreglo de resto de casas y a la consolidación de antiguas tejeras, molinos y edificios para ver y pasear. Por ejemplo subraya las tres casas rurales de Velilla, la de Aldeanueva de Cameros, el molino que se ha hecho en el Valle de Ocón, la adaptación de las minas en el Valle del Jubera, las minas de piritas de Navajún, las icnítas de San Martín de Jubera, San Vicente de Munilla y casitodas las aldeas de Enciso. «En general han recuperado habitantes, aunque solo sea para estar el fin de semana o para pasar las vacaciones».
León tampoco quiere olvidarse de que muchos de estos pueblos se han salvado gracias al empeño y los recursos de descendientes y amigos que, ayudados por Ayuntamientos y Fondos Europeos, han comenzado a atraer a los municipios «servicios que nunca tuvieron como: servicios de carreteras, suministro de agua potable y desagües o la línea de teléfono fijo». Pese a todo, el investigador reconoce que todavía faltan algunos servicios, «que se puede hacer más»; pero, de momento, muchos han logrado sobrevivir.
Es muy difícil hablar del qué pasará con estos municipios, queda trabajo de recuperación pero, según León, «surge una sonrisa al ver todo lo conseguido, el futuro ya se verá».
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