maría muñoz
Sábado, 7 de noviembre 2015, 00:01
Juan José Omella ya es, oficialmente, arzobispo de Barcelona. La Santa Sede hizo público ayer a mediodía el nombramiento del hasta ahora titular de la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño en sustitución de Lluís Martínez Sistach y, una hora después de esa comunicación ... por parte de la Nunciatura, Omella comparecía ante los medios en el Seminario logroñés para compartir su mezcla de sentimientos ante este nuevo reto.
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«Lo primero, la pena de tener que dejar esta tierra y esta Diócesis que tanto quiero. De alguna manera, casi me siento riojano, después de once años. Antes de venir yo aquí, decían que los aragoneses y los riojanos son primos hermanos y ese refrán es verdad, porque yo me he sentido aquí muy en mi casa», explicó.
Al mismo tiempo, expresó su «ilusión ante un reto nuevo, una exigencia nueva en mi vida que acepto con una cierta alegría, aunque me da también mucho miedo, porque no es lo mismo trabajar en una Diócesis como La Rioja o Barbastro, de talla humana, donde al final conoces a la señora María del pueblo de Santa Marina, o al tío Pedro de Rincón de Soto... Barcelona es una ciudad muy grande». «Yo me acuerdo en estos días de Paco Martínez Soria, ese aragonés que decía la ciudad no es para mí. Me parece que me va a pasar lo mismo», bromeó, reiterando su «pena por perder toda esa cercanía y esa gente tan cariñosa que son los riojanos».
Omella (Cretas, 1946), llegó a la Diócesis riojana en 2004 y, a la hora de hacer balance, usó su habitual estilo campechano y directo. «Me voy contento de haber caminado con esta Iglesia y con esta sociedad de La Rioja. Con la Iglesia hemos hecho lo que hemos podido. Hemos sembrado el tema de la pastoral vocacional... Tenemos ocho seminaristas en este momento, de los que tres han entrado este año. Bueno... No ha ido para atrás», comenzó.
Tampoco ocultó que el trabajo pastoral con los jóvenes «no ha logrado los resultados esperados». Resaltó la creación del centro de orientación familiar y afirmó que «hemos intentado sobre todo vivir cada día más la fraternidad entre todos, que nos sintamos a gusto en esta gran familia que es la Iglesia». Mención especial para el impulso que se ha dado a Cáritas, Manos Unidas y Proyecto Hombre. «Creo que ahí hemos conseguido un buen resultado, un buen trabajo y una gran valoración de las tres instituciones».
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Omella tiró del símil del agricultor. «Hemos hecho lo que hemos podido, hemos recogido alguna cosecha, otras cosas no han salido muy bien, pero ¡bendito sea Dios! Hemos sembrado con lágrimas, cosechado con un poquito de alegría y esperamos que la siembra produzca sus frutos», dijo.
«Abrir bien los ojos»
A Omella le aguarda un destino complicado, no solo por su dimensión, sino por la convulsa situación política que vive Cataluña. A este respecto, el nuevo arzobispo se mostró dispuesto, en primer lugar, a «abrir bien los ojos». «Mi pueblo está muy cerquita de Cataluña y siempre ha estado volcado a ella, cerca de las preocupaciones, inquietudes y forma de ser de Cataluña, aunque yo he estado ahora más distante al vivir más aquí», subrayó.
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«Yo voy con actitud del pastor que va a pastorear la Iglesia, no soy el político que va a hacer política. Soy el pastor que va a conocer a sus ovejas, donde hay pensamientos de toda clase, gente mayor, gente joven, de un sentimiento u otro... Yo lo que quiero es tender la mano, primero mirar, luego escuchar y luego ya iremos viendo lo que la Iglesia de Cataluña ha ido haciendo y lo que puedo impulsar yo desde lo que sé y puedo hacer», reflexionó Omella, que tiró de la máxima recibida en sus años de seminarista: «Cuando llegues a un pueblo de cura, el primer año, ver, oír y callar, para impregnarte de la cultura de aquel pueblo». «Ojalá yo lo sepa hacer en Cataluña y aprenda de las cosas buenas que también tienen los catalanes, que son muchas», manifestó.
Sobre las voces que dentro de la Iglesia catalana han visto con malos ojos su designación, Omella opinó que es algo «normal». «Yo entiendo que algunos dijeran que les gustaría un obispo catalán. Luego llegas, vas relacionándote y, al final, el roce también crea amor, ¿verdad?», planteó.
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Sin tiempo aún de conocer los problemas concretos de la archidiócesis, recalcó que hay «retos comunes» que la Iglesia debe afrontar, como «el de la Europa que se va secularizando de alguna manera, que pierde la fe», el de la familia, «célula básica de la sociedad», el de los jóvenes «que a veces están sin trabajo, sin futuro», el de la falta de vocaciones sacerdotales o el problema del «sufrimiento de la gente que está sin trabajo, inmigrantes, etc.» «Ojalá lográsemos en la sociedad un gran pacto contra la pobreza, un pacto entre las instituciones por trabajar juntos, y no enfrentados, por el bien común», reclamó.
Omella, que dijo hablar catalán «mal, chapurreao, como lo hablan en mi pueblo», retó a los periodistas en broma a preguntarle en este idioma. A sus nuevos feligreses, les mandó el siguiente mensaje: «Me siento ya muy unido a ellos. El nuncio me había dicho en secreto hace días que estaba destinado a Barcelona y desde ese momento rezaba por ellos. Vamos a caminar juntos, tengo deseo de conocerles y les voy a tender la mano a todos. Como Cataluña es una tierra muy acogedora, seguro que cogidos de la mano sabremos caminar y construir esa sociedad e Iglesia de esperanza para los hombres de nuestro mundo».
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