Borrar
Sáez de Heredia, con sus mejores galas, sostiene la vara del abad de la cofradía de la Virgen Blanca en el Museo de los Faroles, en la Zapatería. Igor Martín
El pregón pasado por agua de tormenta

El pregón pasado por agua de tormenta

Ricardo Sáez de Heredia | Abad de la cofradía de la Virgen Blanca ·

«Puse los papeles sobre el atril. ¡Estaba mojado! Vi cómo se desfiguraban las letras»

Lunes, 27 de julio 2020

La tarde del 2 de agosto de 2004, la Virgen Blanca perdió toda su influencia divina. Si intercedió ante el encargado de abrir y cerrar las compuertas del cielo, donde se cuecen las sacudidas, está visto que obtuvo escasa o nula respuesta pues sobre Vitoria descargó ese día un chaparrón que refrescó el ambiente y amargó la escena prefestiva a más de uno.

A Ricardo Sáez de Heredia, por ejemplo, ya por entonces abad de la cofradía de la Virgen Blanca, cargo que asumió con ánimo y orgullo cuatro años antes y que todavía hoy, y van veinte, sigue ostentando con indisimulado vitorianismo y abnegación mariana. Es muy riguroso con los secretos, hombre custodio, pero esta vez, a petición de EL CORREO, se ha animado a desvelar esas fiestas que jamás olvidará. Y aparece en su relato, después de revisar los muchos acontecimientos que vivió entonces, una curiosidad que en su momento no trascendió, que se sepa, y que con el tiempo parece que tampoco lo había hecho en una ciudad recatada.

Ahora, con la confesión, los lectores se van a enterar de que al pregonero de La Blanca'04 aquel aguacero irrefrenable le chafó la cita. La cofradía había recibido con agrado de parte del Ayuntamiento el encargo de llamar a la fiesta en conmemoración del 50 aniversario de la coronación de la patrona de la ciudad. Allí estaba, en la plaza de España, Sáez de Heredia, en camisa recogida por las mangas hasta el codo, con el pañuelo blanco de la institución anudado al cuello, dispuesto a leer solemnemente las cuartillas que había escrito, cuidando su contenido y el tiempo asignado, 40 minutos, frente a las autoridades y público expectante.

Tan dispuesto estaba el hombre que... ¡Dios santo!, debió exclamar. «Lo tenía todo preparado. Para no ponerme nervioso, pensaba leer despacio. Había caído una tormenta un poco antes. Subí al escenario y con toda la tranquilidad puse los papeles sobre el atril. ¡Estaba mojado! Vi cómo las letras empezaban a desfigurarse». Rayos y centellas.

«Escrito con todo cariño»

«Todo lo que quería decir estaba escrito con cariño», significa el abad al cabo de 16 años. Josu Alberdi, de punta en blanco como siempre, exjefe de protocolo del Ayuntamiento, fue su cómplice, también salvaguarda. Ricardo salió del apuro, cómo no, acostumbrado a lidiar en público. Libró la papeleta, que no los papeles, y quizás nadie se percató del destrozo porque, encima, aquella megafonía tampoco estaba para expandir sonidos. «Tuve que hacer esfuerzo de memoria, improvisé algo, aunque la parte de euskera no llegó a mojarse». Eran los folios de encima.

¿Y qué dijo? Recordó que la devoción a la Virgen de las Nieves «es casi milenaria. La introdujo el fundador de Victoria, el rey navarro Sancho El Sabio» y puso a Celedón como ejemplo de «personaje solidario y trabajador honesto, honrado y alegre». Citó también a los periodistas Venancio del Val y Cayo Luis Vea-Murguía y al «recordado» Fernando Buesa, político asesinado por ETA en 2000, para pedir que por La Blanca se «celebre la vida, el nacimiento y no la muerte» y animó a «disfrutar de las fiestas a tope aparcando vuestras diferencias y miedos», trasladó a los asistentes. De aquello le queda una réplica de El Caminante a modo de regalo.

«Hice esfuerzo de memoria, improvisé, aunque la parte de euskera no se mojó»

Pero sobre todo conserva el recuerdo de un 2004 repleto de reconocimientos y actos para la cofradía que preside. Entre los primeros, el Celedón de Oro, extensivo a todos los cofrades y expuesto en la capilla de la virgen en San Miguel, y la Medalla de Oro de Vitoria otorgada «por todos los partidos políticos, incluido Izquierda Unida», concreta. Especialmente satisfecho se siente de las celebraciones por el cincuentenario de la coronación. El sello de Correos conmemorativo, el encuentro de cofradías en Escoriaza-Esquível, un mural de flores y el 17 de octubre, un pequeño Rosario de los Faroles, la exposición pública de la Virgen coronada en la balconada y el aurresku que a ella rindió en la capilla de San Miguel. El segundo en su vida; el primero se lo bailó a su mujer en la boda.

¿Y estas fiestas?

  • «Evitar aglomeraciones» Aparte de presidir los actos que la cofradía mantendrá en la nueva normalidad, Ricardo vivirá las fiestas en familia. «Evitar aglomeraciones» es su idea.

LA BLANCA 2004

Vitoria ya apuntaba a ciudad verde

Se batió el récord Guinness de reciclaje de vidrio.

Vitoria-Gasteiz ya apuntaba maneras de ciudad sostenible y verde bastante antes de que fuera reconocida en 2012 como 'Green Capital'. Así que vamos a dar por bueno ese mural de plantas crecidas sobre la fachada del Europa y por supuesto, la escultura de musgo plantada y regada en la mismísima plaza de la Virgen Blanca que se ha convertido en genuino 'photocall' y atractivo turístico para los forasteros incrédulos por la existencia de dos monumentos tan dispares en tan poco espacio público.

Como ocho años antes del reconocimiento del universo ambiental a la exquisitez natural de V-G, la ciudad verde anillada ya montaba saraos que miraban en la dirección correcta. En 2004, horas antes del descenso de Celedón, las señoras y los caballeros se enzarzaban como posesos por una de las 6.000 begonias blancas, rojas y fucsias que el Ayuntamiento regaló al vecindario para evitar que fueran salvajemente pisadas por la muchedumbre festiva en los parterres que adornaban. En 45 minutos y por sexto año, las plantas volaron. En esta dichosa ciudad, la tendencia a lo gratuito ha sido siempre una chifladuría marca de la casa.

Por la tarde de ese mismo 4 de agosto, un notario al que se había debidamente contratado dio fe del reciclaje de 10.720 kilos de vidrio entre los 22 contenedores distribuidos en la Virgen Blanca para incitar al personal a corregir esa otra tendencia, esta de faquir, de la misma ciudad en su momento más grandioso, el chupinazo.

14.000 claveles para componer el mural por el cincuentenario de la coronación de la Blanca. E. C.

El gesto estuvo bien y sirvió para que Vitoria entrara en el Libro Guinness de los records por su ordenada acumulación de desperdicios, aunque en realidad lo reciclado ni siquiera equivalía a un tercio del peligro colado a la bienvenida a Celedón. Segundos antes de las seis de esa tarde se pasó lista a la concurrencia y faltaba un vitoriano -bueno, miles-; faltaba el alpinista Juanito Oiarzabal, que se recuperaba en Zaragoza de las gravísimas congelaciones que había sufrido en el ochomil K2, donde por poco deja la vida aunque la salvó a cambio de perder todos los dedos de los pies. «Se me apareció la Virgen», dijo el montañero al teniente de alcalde Miguel Ángel Echevarría, que le visitó por la mañana en la clínica MAZ. En un arranque de sinceridad, de reconocimiento a su genio, el herido confesó: «Soy lo que soy, pero ante todo me siento muy, muy vitoriano».

Aún hubo más 'green' en ese 2004 que jamás olvidará Ricardo Sáez de Heredia. La mañana del 5 de agosto, la cofradía de la Virgen Blanca, los floristeros vitorianos y los ciudadanos que soltaron un euro por un clavel armaron entre todos en tres horas y media un panel floral de 14.000 unidades que reprodujo sobre la escalinata de San Miguel la patrona coronada cincuenta años atrás.

El Juli y las mujeres

En aquellas fiestas, el teatro lo petó y el coso taurino seguía descubriendo excesiva piedra en el graderío. En menudo jardín de espinos se hubieran metido hoy dos de las estrellas del momento por sendas declaraciones desafortunadas, trufadas de machismo. Ahí van. El Juli: «Cada toro tiene su lidia, al igual que las mujeres». ¡Vaya! Y Juanito Navarro, al frente de la obra 'A mi mujer la aguantas tú (un año más)': «Solo madrugo si hay que hacerlo por una señora. Por ella sí me levanto».

Quedémonos con los lloros que provocó 'Mariano El Corto' con su delirante monólogo en la plaza de la Provincia. «¿Cómo se ha levantado hoy, Santo Padre? Pues no muy católico». Retumbaron las carcajadas.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo El pregón pasado por agua de tormenta