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Fiestas de Vitoria
Un paseíllo por el teatro callejero de La BlancaSecciones
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Fiestas de Vitoria
Un paseíllo por el teatro callejero de La BlancaEl que estos días no encuentra un plan que se amolde a sus gustos es porque no quiere. Más de 400 actividades desbordan el programa oficial de La Blanca. Pero es que este atracón artístico es, por mucho que pueda sorprender, más amplio. Al buffet habría que sumar a esos otros músicos, bailarines, hombres estatua, pintores o malabaristas de fuego que montan –a veces basta con una tela en el suelo– su función ahí, en plena calle. En una sesión continua. Nómadas en estas lides que un año más incluyen Vitoria en su tour a cambio de unas propinas –reúnen entre «40 y 200 euros diarios»– con las que mantener el pulso.
Y para ser sinceros, sumergirse en este paseíllo artístico, tan variopinto como extenso, es todo un descubrimiento. La plaza de la Virgen Blanca vive tras la Bajada de Celedón varias réplicas de ese vibrante seísmo, aunque a menor escala. Desde hace trece años, el grupo 'Fusión callejera' consigue reunir a varias decenas de personas hipnotizadas por sus mareantes acrobacias. La multitud que se arremolina a su alrededor forma un círculo tan amplio que ya le gustaría al aldeano de Zalduondo en su camino hacia la balconada.
Pero no es por timidez. Es el espacio que necesitan los argentinos Toto, Pioli, Tarick y Pumba para desafiar a la lógica. Y no traten de imitar a estos campeones en artes marciales, a menos que quieran pasar en la cama lo que resta de verano. Despertar esos «ooohhhh» entre el público solo está al alcance de los más hábiles. También esas carcajadas que Toto desata con sus ingeniosas bromas con las que rebajar la tensión. El equilibrio perfecto.
Y un plan a pedir de boca. Imagínese estar sentado en una terraza -si es que consigue un sitio- y de pronto, frente a sus ojos y su caña, se empieza a construir un improvisado teatro de calle. Aunque claro, aquí no hay palco VIP y para conseguir el mejor sitio uno debe levantarse. Pero siendo realistas, lo más probable es que se tropiece con el anuncio de un nuevo pase de estos espectáculos mientras avanzan entre la multitud que abarrota estos días el centro. «Nunca sabes con qué te van a sorprender. Tienen mucho talento. Para los pequeños es un planazo», reconoció Xabier Narváez, haciendo con su familia un alto en el camino.
«Toma, entrégale tú los dos euros», le comentó Idoia Cabrera a su hija. «Nos ha parecido muy bonito y entretenido. Cada rincón es un descubrimiento», añadió ella. Entusiasmada por la responsabilidad, la pequeña depositó la moneda dentro de la hucha que Juan Luis Pérez, alias 'Bombita', colocó al terminar su función al comienzo de Dato. Fue entonces cuando se descubrió que debajo de esos dos muñecos de bailarines a escala real había una única persona encorvada que con sus manos movía a la mujer y con los pies al hombre. Uno aún se pregunta cómo consigue no desorientarse entre tantas y frenéticas vueltas. Y regalar ese vals a sus 72 años. Ahí es nada.
Roban a un artista
«Pues que sepas que doy doce pases por la mañana y doce por la tarde. Y así seguiré hasta que el cuerpo aguante», confiesa en uno de los descansos. «Vitoria es una muy buena plaza, por eso la incluí en la ruta. Me paso toda la vida viajando en mi autocaravana. Cada año visito unas treinta ciudades. Antes trabajaba en una compañía de teatro y a veces no sabías si ibas a cobrar. De esta forma sabes que algo siempre sacas». Aunque el sabor este año es agridulce. «El lunes me robaron una bolsa mientras me cambiaba. No había dinero, pero sí el pendrive con la música del espectáculo».
El público
Es la 'cara b' de este oficio. Pese a ese riesgo, Pablo Pérez confesó que no lo cambiaría. «Descubres gente maravillosa y ves mundo». Hace diez años que pasó de grafitear paredes a pintar cuadros en la calle. Pero de una forma que más bien parece un tutorial para que los vitorianos se animen a dibujar. «Cogemos este cuadro y le hacemos estas líneas. Parece que lo estamos estropeando, ¿verdad? Bueno, pues con un trozo de papel y una cuchara de madera conseguimos esto», explicó ante un público asombrado.
Esos cuadros luego los sortea entre los asistentes que compran los boletos: un ticket por 3 euros y cinco por 5 euros. Es su fuente de ingreso para seguir viajando. «Tomo como referencia lugares o escenas de ciudades que he visitado. De Vitoria me gustaría hacer el Monumento a la Batalla o el quiosco de la Florida».
Y cuando se dice que dan vida a las calles no es una mera forma de hablar. Con el permiso de las charangas, altavoces de la fiesta, los músicos callejeros también ambientan el ajetreado tráfico del centro. Un variado 'festival' en el que uno puede descubrir a José Manuel Bermejo, llegado de Madrid con su guitarra. «Aunque los temas sean parecidos, adaptamos el repertorio a cada ciudad. Aquí he traído pop y algunos clásicos». Del tango se encarga Vidal Poma, todo un virtuoso que fusiona música y marionetas. Porque con un pasmoso juego de manos logra que Diego, el menudo muñeco, toque el violín. «Es mi apuesta de este año. El año pasado vine con un photocall de Los Simpson. Si la cosa va bien puedes sacar hasta 200 euros. O solo 40», apunta, con una precisión de cirujano que mantiene con vida este trabajo.
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