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La de veces que te lo imaginas. Antes de que llegue el gran momento todo son expectativas. Lo idealizas, lo mitificas tanto... para que después todo ocurra en apenas unos poquísimos minutos. Y con suerte. Así que toca después lidiar con esa inevitable decepción, gozosa, pero decepción al fin y al cabo. En esa plaza abarrotada con las hormonas a punto de nieve, este domingo muchos se han enfrentado al rito, a esa experiencia tan primaria. Forasteros que nunca antes habían vivido aquí un 4 de agosto, que ni siquiera tenían del todo claro de qué iba semejante tinglado. También mozos y mozas con el pavo subidísimo que jamás se habían sentido tan libres, sin la protectora supervisión de sus padres. Y, sobre todo y sobre todos, él. Fue la primera vez de Iñaki Celedón Kerejazu. La suya no tuvo nada de frustrante, qué va. Todo éxtasis, todo disfrute, él, Vitoria entera, no la olvidará jamás.
Una marea humana palpitante, todos los latidos sincronizados, aguardaba ese momento que, puntual, llegó a las 18.00 horas. En ese momento el Chupinazo desencadenó un mecanismo festivo que funciona con la precisión de un reloj suizo. La música de la Banda Municipal, el muñeco que desciende con parsimonia de los cielos para, al fin, obrar ese milagro profano y reencarnarse en un tipo de metro noventa que, nerviosísimo, aguardaba a hacer su aparición tras el banderón blanco y rojo.
Asomó con su paraguas y los vitorianos le recibieron con una tremenda ovación. Como Moisés hizo con las aguas, a Kerejazu sus acompañantes le abrieron paso entre esa marea empapada de tintorro y sudor. Sabía muy bien a lo que se enfrentaba: tantas y tantas veces él se ha encargado de hacer con Gorka como Kevin Costner con Whitney Houston en la peli aquella. Y, aunque por supuestísimo que no hay color ni punto de comparación, hace justo 20 años interpretó a la versión txiki del Celedón hecho y derecho que es hoy.
Como pasa con los púgiles en el ring, al llegar a la Balconada a Kerejazu le tendieron una toalla para enjugarse el sudor. Seguro que alguien con visión de negocio habrá optado por guardarla a buen recaudo: habrá fetichistas que pagarían lo que fuera por ese trapo empapado en Eau de Celedón. Tras cumplir con el protocolo, con gran aplomo se dirigió al personal. Vozarrón de barítono se gastó el tío para entonar esa canción suya que repitió y repitió. A esas alturas ya se había metido en el bolsillo a todas y cada una de las 60.000 almas que se congregaron en la plaza y sus aledaños. Aunque la verdad es que Kerejazu ya había conquistado al personal antes, incluso, de ponerse las abarcas.
«Tiene pinta de ser un chaval jatorra», valoraba Dani Murua entre tragos de fría birra. «Tiene buena planta», comentaba Rosa Martínez de Mendibil. En efecto, una encuesta callejera horas antes de La Bajada con casi el mismo rigor que las del CIS revelaba que Iñaki ya alcanza unos niveles de aceptación que rozan el 100% que ya quisiera para sí algún que otro prohombre de la cosa política. «Parece un chico divertido», apostillaron las hermanas Ainhoa y Silvia Armentia, que, como el resto de la chavalería, lo dieron todo en la plaza ya una hora antes del Chupinazo.
La lista de canciones con las que se ameniza la espera antes del lanzamiento del cohete se ha convertido ya en un elemento esencial del asunto. Rosamari DJs decidió abrir con la muy pertinente 'Rayos de sol' de Henry Méndez: en ese momento, la plaza se derretía a más de 30 grados. Esta es la única playlist en la que pueden convivir sin mayores problemas Karol G con Abba, David Guetta y Nino Bravo: oiga, los pelos como escarpias al ver a la muchachada extasiada con el estribillo de 'Libre'. Pasó con el 'Quédate' de Quevedo. Y ha vuelto a ocurrir con 'Potra Salvaje' de Isabel Aaiun. La Bajada sirve para confirmar oficialmente la canción del verano. El personal enloqueció con ese temón inclasificable que reserva en su letra estrofas como esta: «No quiero hierro ni sed de venganza/Quien odia muere y quien perdona avanza». El personal botó y se desgañitó tanto que seguro que los sismógrafos han registrado un movimiento tectónico. Iñaki, lo de ayer, tu primera vez fue memorable. Jamás lo vamos a olvidar.
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Edurne Martínez y Sara I. Belled (gráficos)
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Jon Garay
Jon Garay e Isabel Toledo
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