Imagen y culto de la Virgen Blanca
el sfumato ·
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Desde la caída del Imperio romano en el 476, el mundo conocido, el de Occidente originariamente, cuál si no, se halla en crisis. Entre las causas exógenas de aquel derrumbamiento se encuentra -nunca se nos ha olvidado- la invasión de las huestes bárbaras y cerveceras ... del norte de Europa. Arrumbaron temporalmente con la cultura mediterránea del vino, entre otras cuestiones y materias. Desde entonces, hasta ahora, vamos cuesta abajo y tomando cada vez más velocidad. Qué decir también, por ejemplo, del cambio climático experimentado desde aquellos tiempos tan remotos hasta acá.
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Así en la capital 'urbi et orbi' del mundo civilizado por entonces, más de un siglo antes de aquella hecatombe, un 5 de agosto del 352 más o menos, ya iniciado en cualquier caso el pontificado de Liberio, nevaba sorprendentemente sobre uno de los promontorios de Roma; en el monte Esquilino, una de las siete colinas de la Ciudad Eterna. Entre sueños y leyendas se determinó que en ese lugar de estampa blanquecina, caray entonces con el ferragosto romano (curiosamente es el día de la Asunción de la Virgen María), se tenía que edificar la basílica de Santa María la Mayor. Nace así tan frescamente la advocación primera hacia Nuestra Señora de las Nieves, la Virgen Blanca.
Protectora de Roma y del pueblo romano, este culto mariano, uno de muchos, conoce una inusitada reverberación a partir del segundo milenio. Y en la fundación navarra de Vitoria-Gasteiz, el rey Sancho VI el Sabio introduce esta veneración desde su tierra de procedencia, que ya gozaba de predicamento considerable. Con los siglos, el Canciller Ayala también resultó un gran devoto de la Virgen Blanca. Y en 1517 la devoción se alimenta todavía más con una imagen de esta Virgen en la Capilla de San Miguel; antecedentes históricos y religiosos que desembocan en la creación en 1613 de la Cofradía de la Virgen Blanca por el gremio de los cereros -fabricantes y vendedores de cera y de velas-. Tres años después se instala una capilla en honor de la Blanca próxima al tramo de escaleras que conecta la iglesia de San Miguel con la subida a la Plaza del Machete. La imagen dispone de su propia procesión precisamente desde esa fecha de 1616.
Y de los portales de acceso a la ciudad, el orientado hacia el sur, el más soleado, también el más transitado y estratégico, aunque todos tenían su importancia, el camino de Castilla, desde el último cuarto del ilustrado siglo XVIII en el pórtico de San Miguel se alza una hornacina con la escultura más reconocida y reputada de la imagen de Nª Sª la Blanca: talla que recibía, saludaba y acogía divinamente a los forasteros a partir de 1788.
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Ha sido costumbre pasar de puntillas -por si las ascuas rebrotan en flamígeras llamas- cualquier elucubración acerca del origen más remoto de esta estatua, aunque se manejan fechas hacia 1580-1590 como las más aceptadas. Algunos incluso la datan de tiempos tardo-medievales. El que no posea además esta talla original un estilo artístico definido, en ese sincretismo, en esa ambigüedad estilística, recae una parte de su gracia. Y de su arte, sin duda. Retirada definitivamente de su hornacina en 2007 para un laborioso proceso de restauración, desde diciembre de 2016 se halla expuesta en el Museo Diocesano de Arte Sacro. Desde hace entonces 14 años se levanta en su lugar una réplica «con un parecido increíble» con la talla auténtica.
A destacar también, sobre manera, otras tres imágenes más de la Patrona de la Ciudad: así la talla de la Virgen Blanca situada en la capilla de su mismo nombre en la iglesia de San Miguel, confeccionada en 1854 por los santeros de Payueta, esa dinastía de grandes imagineros locales; se encuentra también la otra imagen tallada en madera por el escultor catalán Francisco Font que preside la multitudinaria Procesión de los Faroles desde 1897 gracias a la donación de Felicia Olave -¡ah! Cristina Fructuoso para cuándo esa otra biografía revisada y actualizada con nueva documentación sobre esta santa católica, beata y gran mecenas-; y por último 'La Peregrina', que sale en procesión desde sus orígenes en 1954 -octubre de aquel año, domingo día 17, es la Coronación de la Virgen Blanca- en el Rosario de la Aurora cada 5 de agosto.
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Imágenes marianas de devoción, todas, pero que trascienden su religiosidad y su misticismo, y los hechos históricos, para proyectarse en la sociedad vitoriana y alavesa. Como imágenes de armonía y confraternización, o sea, su génesis en esencia. Y que en los tiempos actuales renueva horizontes entre lo sacro y lo profano. Eso.
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