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Fuera de contexto. El paisaje es el mismo, pero falta el paisanaje y la presencia en la Virgen Blanca de Celedón se hace tan extraña que... sobra. Igor Martín
El rey de la fiesta tiene una crisis de identidad

El rey de la fiesta tiene una crisis de identidad

Gorka Ortiz de Urbina | Celedón ·

Menos mal que tiene casa nueva, con ventana y balcón, porque ahí se quedará, aguardando al 2021

Lunes, 27 de julio 2020

Celedón es víctima de una profunda crisis de identidad. Sin gente que lo jalee, sin festejos que traer a la ciudad desde allá, desde Zalduondo, sin agarrones, sin esa atmósfera de alegría pegajosa, cargada de sudor acre y dulzón champán barato. Si este virus lo ha despojado de su papel y de su sino, ¿quién es él? Por mucho que se ponga la bata de cuadros, el pantalón milrayas, la txapela bien calada y esas abarcas endemoniadas que le aprietan los pinreles como a una Geisha desproporcionada, Celedón no es. No existe. Como mucho, su figura queda reducida a una poética evanescencia. Hoy es 4 de agosto y por primera vez en 19 años él es Gorka a secas.

Dan las siete y media de la mañana y ahí viene, convocado por EL CORREO, transmutado en su álter ego festivo. Aparece en medio de una plaza desierta y al verle a él, vitorianísimo morrosko, la sensación es extrañísima, como si estuviera fuera de lugar. Pasa un poco como en esos errores de racord que tienen las pelis cutres (unas zapatillas deportivas en medio de una lucha entre espartanos, un Cristo con reloj de pulsera...). El paisaje, la Virgen Blanca, es el mismo de siempre pero le falta el paisanaje.

«Afronto este año con preocupación y mucha tristeza por no poder celebrar las fiestas pero sobre todo, por echar la vista atrás y pensar en todas esas personas que nos han dejado y que no volverán a estar con nosotros», confiesa Gorka Ortiz de Urbina. Hace ahora 19 años este día fue tan, pero que tan distinto para él. «Siempre recordaré las fiestas de 2001, mi primera bajada, aquellos nervios, el momento en que estalló el txupinazo, cuando ves bajar el muñeco por el cable y te toca salir de la Vital... todo pasó tan rápido la primera vez, estaba tan concentrado en hacer todo bien se me olvidó darme la vuelta al salir a la plaza», recuerda Gorka.

Prometió estar 22 años en el cargo. Y cumplirá. Las 'nofiestas' no computan y lo dejará en 2022

Aquel chaval de 28 años no tiene nada que ver al tipo de hoy, padre de familia, que durante este tiempo ha visto cómo su vida se transformaba: durante su 'reinado' se ha casado y dos vástagos le han venido al mundo. «También el 2007 fue un año muy importante para mí, porque fui padre por primera vez y porque celebramos el 50 aniversario de Celedón, en aquella subida con Iñaki Landa», rememora. «Pero, sin duda, cuando esto pase, el 2020 se nos quedará grabado a fuego», evidencia Gorka, que este año no animará a la fiesta, sólo invitará a ser responsables. «Toca respetar las medidas de seguridad, dar un paso atrás para seguir avanzando», ruega.

De haber sido las fiestas que no serán, este sería su penúltimo año encarnando al personaje festivo. Prometió no sobrepasar los 22 años que estuvo en el cargo de comandante en jefe de la fiesta José Luis Isasi. ¿Lo va a cumplir? ¿Este año computa en su currículum? «Por supuesto que lo voy a cumplir, pero hemos considerado que este año no hay fiestas, así que mi último año será el 2022... si Dios quiere», anuncia Ortiz de Urbina, convencido de que, para entonces, esta maldita pesadilla habrá pasado y podremos retomar la fiesta, nuestra vida, como fue y hoy ya no es.

¿Y estas fiestas?

  • «Me vestiré de blusa». Vivirá unas fiestas en la intimidad. «El día 4 va a ser un día sin presión. Si podemos, quedaré con algunos amigos, daré un paseo y me vestiré de blusa».

LA BLANCA 2001

Gorka I inicia su reinado de la dinastía celedonesca

1. En 2001 el vidrio volaba en los chupinazos. 2. Todos los Celedones posaron en La Unión. 3. Carlos Hipólito y Paco Valladares.
Imagen principal - 1. En 2001 el vidrio volaba en los chupinazos. 2. Todos los Celedones posaron en La Unión. 3. Carlos Hipólito y Paco Valladares.
Imagen secundaria 1 - 1. En 2001 el vidrio volaba en los chupinazos. 2. Todos los Celedones posaron en La Unión. 3. Carlos Hipólito y Paco Valladares.
Imagen secundaria 2 - 1. En 2001 el vidrio volaba en los chupinazos. 2. Todos los Celedones posaron en La Unión. 3. Carlos Hipólito y Paco Valladares.

El nuevo monarca festivo lo opacó todo en un año en el que el obispo Asurmendi sacó los pies del tiesto con las bodas homosexuales.

La sombra del emérito Iñaki Landa era alargada, pero, tras su abdicación, todos los ojos estaban puestos en él, mancebo fornido, ojos azules principescos, más plebeyo que regio, pero llamado a cimentar un reinado jaranero estable. Las fiestas de 2001 tuvieron como gran protagonista a Gorka Ortiz de Urbina, un perfecto desconocido entonces, tercero en la línea de sucesión. Llegó el momento de su entronización y el chico no defraudó en un paseíllo de 6 minutos y 15 segundos, en el que acabó exhausto, con la txapela a la virulé y el paraguas para el desguace. Los muy monárquicos de la dinastía celedonesca coincidieron en que el chaval daba la talla (nunca mejor dicho) y en este periódico, el compañero Aitor Alonso le coronó en su crónica como Gorka I, rey de Vitoria. Larga vida al rey de la farra. Hasta hoy.

El personal brindó por el nuevo monarca con 38.000 botellas de cava, que, por aquel entonces, todavía era tradición descorchar botellas de espumoso barato. También se fumaba algún que otro puro en plena plaza. Nadie se esperaba que aquel joven, que se limitó a gritar «Gasteiztarrak, Gora Gasteiz!» en la balconada libraría una personalísima batalla para prohibir el uso del vídrio.

1. Las Azúcar Moreno subieron la temperatura de Fueros. 2. Los animales desfilaban sin vetos por la ciudad.
Imagen principal - 1. Las Azúcar Moreno subieron la temperatura de Fueros. 2. Los animales desfilaban sin vetos por la ciudad.
Imagen secundaria 1 - 1. Las Azúcar Moreno subieron la temperatura de Fueros. 2. Los animales desfilaban sin vetos por la ciudad.

La verdad es que el nuevo Celedón opacó el resto de las fiestas, en la que en lo taurino Ponce cortó dos orejas en el coso vitoriano, que aquella sí fue una faena y no lo de sus líos extramaritales de este verano. Todavía había toros en las fiestas, el paseíllo de los blusas tenía todo el sentido del mundo y eran tiempos en los que la cabalgata circense con bichos, con elefantes y todo, por el centro de la ciudad era algo que se percibía en el terreno de lo entrañable y no en lo de lo políticamente incorrecto.

¿Y la polémica del año? Porque siempre la hay, la protagonizó el obispo del momento, Miguel Asurmendi, que levantó ampollas durante la misa pontificial en honor a la Virgen Blanca. «Las bodas de gays y lesbianas tergiversan la antropología y ponen en peligro el bien social de la familia», soltó el hombre. Y se quedó tan ancho. El alcalde, Alfonso Alonso, trató de hacer un ejercicio de contorsionismo para afear (un poquito) las palabras de monseñor y es de suponer que por allí algún colega de partido carraspeó un poco al escuchar aquello. Todavía faltaron cuatro años más para que España se convirtiera en el tercer país del mundo en reconocer este derecho.

La cosa musical de tuvo a M-Clan como plato fortísimo. Aquel fue su año, el de la dulce niña Carolina, que lo petaba en las listas de éxitos y todavía no tenía edad para hacer el amor. Raimundo Amador y Azúcar Moreno -one, two, three, ¡caramba!-, recogieron las migajas en Los Fueros.

Entre las celebrities del faranduleo teatrero que se dejaron caer por la ciudad estaba Paco Valladares y Moncho Borrajo. Ejem. Se ve que el Consistorio no estaba muy bollante por aquel entonces. O que se lo gastaron todo en la coronación de Gorka I.

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