El dragón y el pan reinan en el parque de Arriaga

Este año, la zona de 'aventuras' está claramente dividida en dos. Alrededor de la ermita están las actividades más tradicionales (camas elásticas, hinchables, coches a pedales, ping pong, futbolín...) y cerca del estanque, un espacio que gestiona la compañía de teatro y animación PAI. Allí, además de la diversión, se busca concienciar a los más pequeños sobre el reciclaje, la reutilización de materiales y la igualdad entre géneros.

«Puedes montar un barco con todas estas piezas, hacerlo flotar y cuando acabes lo desmontas para que luego lo pueda utilizar otra persona», explicaba Olatz Pagaldai a un niño que acababa de estar en la panadería que se ha levantado sobre el amarillo césped de Arriaga y que incluso cuenta con un horno que lanza humo. «¡150! ¡150 panes nos han pedido desde el Casco Viejo! ¡Vamos chicos!», gritaba uno de los monitores de un taller que busca «lograr la igualdad entre géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas». Todos se divirtieron amasando.

Pero el nuevo rey del parque es el dragón Mintxo. Este ser mitológico no escupe fuego por la boca y «le encanta el reciclaje», por lo que los asistentes lo visten con vasos de yogur, cedés y tapones. Al lado se pueden construir torres con baldes y latas. «Aitite, he hecho un edificio más grande que tú», interrumpía el nieto de José Luis, que respondía con una sonrisa de oreja a oreja.

Lo que no hay duda es que entre los asistentes a Arriaga hay aspirantes para ser el relevo de Fernando Pacheco o Matt Costello. Y es que es un auténtico espectáculo observar la manera de lanzarse en las colchonetas. De ahí también saldrán quienes le tomarán el relevo a los hermanos Pou. «Estoy flipada. En casa son unos vagos y aquí parecen Spiderman», decía Blanca mientras observaba sorprendida a Xabier y Aitor cogiendo altura amientras montonaban cajas de plástico, claro está, agarrados con una cuerda y un arnés. «Creo que si cogen como nombre artístico los primos Gutiérrez no suena tan bien», bromeaba.

Los más madrugadores no tuvieron que hacer cola, pero a aquellos que prefirieron remolonear en la cama les tocó esperar. «Nosotros venimos aquí todos los días. Salgo a comprar el pan, paso por casa de mi hija, recojo al 'txiki' y nos venimos», comenta José Luis, aunque no parece ser el único caso. «Mañana volvemos», trataba de consolar un padre a su llorosa hija.