La plaza del palacio Escoriaza-Esquível se abre en toda su amplitud tras la saxofonista vitoriana. Igor Martín

El día que conocí a Celedón

Iruri Knörr | Saxofonista de la fanfarre Ezberdinak ·

Aquel 4 de agosto quedó grabado en el álbum familiar

Lunes, 20 de julio 2020

3 añitos tenía la pequeña Iruri Knörr aquel 4 de agosto de 1982, el día que 'conoció' a Celedón. En carne y hueso. Da fe de ello la instantánea que esta vitoriana y su familia protagonizaron aquella tarde junto al célebre aldeano de Zalduondo, al que por aquel entonces daba vida un joven Iñaki Landa. Una estampa que todavía hoy, casi cuatro décadas después, «preside» el domicilio familiar, evoca la protagonista menuda de la captura. «Es una foto que está en primer plano en el salón de casa desde que tengo uso de razón, y recuerdo desde muy pequeña enseñarla con mucho orgullo», subraya esta saxofonista vitoriana que desde 2012 pone música a La Blanca desde su fanfarre Ezberdinak.

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En aquel curso, rememora Iruri, su padre -el académico alavés y catedrático de Filología Vasca Henrike Knörr, fallecido en 2008- fue designado pregonero de las fiestas de San Prudencio y «probablemente le habrían invitado por ello a la balconada». También porque los Landa «son de Ali-Ehari, el pueblo de mi familia materna, y tenemos mucha relación y también por eso me hace especial ilusión». Y pese a que, por su corta edad, Iruri no guarde muchas remembranzas de aquella tarde tan especial, esa foto «irrepetible» donde la sujeta su madre Txari junto a su aita y sus hermanos Eneko y Garikoitz «representa algo muy significativo y todavía mantengo ese cariño por el 4 de agosto». Aquella, sin embargo, no fue la única 'Blanca' especial de Iruri. «Las fiestas siempre han sido muy importantes y tengo múltiples recuerdos de muchas desde entonces». Unos años más adelante de nuevo aparece el vínculo paterno, en 1993, cuando Henrike protagonizó la llamada, esta vez sí, a las fiestas de la patrona de Vitoria. «Recuerdo ir a escucharle y cómo pregonaba las celebraciones desde la cultura, ese mundo que tanto le gustó siempre y al que tanto ha aportado».

«Esa foto con Iñaki Landa preside aún el salón de casa. Recuerdo enseñarla con gran orgullo desde muy pequeña»

En la particular partitura festiva de esta alavesa dedicada profesionalmente al marketing 'on line' se suceden innumerables memorias especiales; «para mí todas las fiestas lo son, todos los veranos giran en torno a ellas, son días completamente inamovibles». En especial, el 5 de agosto, jornada grande cuando tiene lugar la comida familiar que es tradición. «Son fechas en las que nos juntamos todos». No solo entre hermanos, sobrinos, etc, también entre instrumentistas discurren esos instantes clave de los festejos para esta intérprete musical, amén de fiel seguidora baskonista. «Todos mis momentos especiales de la vida los vinculo con la música y La Blanca tiene también una banda sonora, la música de las txarangas».

Este verano iba a cumplir su octavo curso desde que en 2012 tuvo «la suerte» de entrar en Ezberdinak «gracias a su director, Xabier Moraza». «Es todo un privilegio formar parte activa de esa banda sonora de las fiestas tocando por las calles del centro, del Casco Viejo o en el toro de fuego, y es una gozada ver cómo cuando pasas la gente se gira y aplaude». Son horas y horas de pasacalles ejercitando los pulmones con el saxo para entonar temas del repertorio tradicional alavés. «Acabamos baldados, pero muy satisfechos».

¿Y estas fiestas?

  • «Me gustaría que hubiera algo de música» «Aunque estas fiestas sean diferentes y no sepa qué actos habrá, de algún modo quisiera que hubiera música y tocar».

LA BLANCA 1982

Landa, 'Garaiko' y Mayor, diplomacia entre habanos

1. Iruri, en brazos de su madre, junto a su padre, hermanos e Iñaki Landa. 2. 1.800 mozos animaron las calles de Vitoria en aquella edición de los festejos. 3. Un momento del distendido saludo entre Garaikoetxea y Mayor Oreja.

4 de agosto. Miles de vitorianos acuden a la Virgen Blanca en el 25 aniversario de la bajada de Celedón. La jornada siguiente, día de la patrona, salieron 1.800 blusas

Un cuarto de siglo después del 'invento' que en 1957 idearon varios amigos blusas con un muñeco que descendía por una cuerda y se reencarnaba en ser humano, los vitorianos conmemoraron esas singulares bodas de plata desde una abarrotada plaza de la Virgen Blanca. Claro que eran otros tiempos y el gentío lo festejó como entonces era costumbre: pañuelo al cuello, puro en ristre y alpargatas. La alegría bajó del cielo por vigésimo quinta vez y Celedón fue recibido con una estruendosa ovación a la que siguió el peregrinaje musical hacia todos los rincones de la capital alavesa.

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Entre manotazos, apretones de manos y efusivos saludos, el aldeano protagonista llegó a la terraza de San Miguel (4 minutos tardó) donde se convirtió, como si dijésemos, en el singular ingeniero que tendió un puente entre dos gobiernos, el central y el vasco, que tras un primer lustro en democracia apenas se hablaban. La inesperada llegada del nuevo delegado del Ejecutivo de Madrid en el País Vasco, un 'treintañero' Jaime Mayor Oreja que no pasaba las fiestas en Vitoria desde su niñez, sorprendió al lehendakari, Carlos Garaikoetxea. El dirigente nacionalista, cuyo desenfadado atuendo (en mangas de camisa) contrastó con la protocolaria chaqueta del representante de Madrid, ironizó sobre ese inusual primer encuentro institucional y que discurrió entre el humo de los habanos. El político de Pamplona se refirió con sorna a la inmediata entrevista con Mayor y el supuesto tratamiento de los conflictos entre Vitoria y Madrid ya de forma oficial. «En profundidad -por el calado de las diferencias entre ambos ejecutivos- estamos desde hace tiempo», decía el lehendakari. Mayor (cuya familia donostiarra veraneaba en su infancia cerca de Vitoria) ensalzó por su parte la explosión de alegría local. «Es la imagen que debemos aspirar a dar en el resto de España».

Cuerda 'disparó' el Chupinazo ante un gentío pañuelo al cuello y puro en ristre

No menos retranca mostró 'Garaiko' con el gobernador civil de Álava, Fernando Jiménez, por su ajustado pañuelo. El «no te vayas a ahogar» y «no vayan a pensar que te lo he puesto yo» formaron parte del tono distendido entre autoridades que reinó en la balconada. Un plantel que completaron Alberto Schommer, pregonero de ese curso; el alcalde nacionalista José Ángel Cuerda, encargado de encender el cohete; el obispo de Vitoria, monseñor Larrauri, y otras personalidades.

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Una bonita baraja torera

Con ese calificativo describieron las crónicas taurinas de la época el cartel de matadores que desembarcó en la Feria de La Blanca, relevante ciclo que por aquel entonces inauguraba la campaña en el Norte y que tenía entre sus asiduos, además de los propios vitorianos, a bilbaínos, donostiarras y navarros. Paquirri, Ruiz Miguel, El Soro, Espartaco y otros diestros lidiaron para deleite de los aficionados. En la tradicional ida a los toros, que como siempre reunió a numerosísimo público, así como en las calles aquella edición de los festejos contó con 1.800 blusas.

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