Luz Casal deslumbra en la plaza de Los Fueros

En el concierto de la noche del martes en la plaza de Los Fueros quedó claro que queda mucho de ese pulso más duro. De esa rebeldía y de un compromiso social que manifiesta de una forma sutil en muchos momentos. A las 23.55 salía a escena la diva gallega con una chaqueta llena de brillos. En su hora y cuarenta minutos -con 17 canciones y prácticamente todos sus clásicos-, la artista de 65 años demostró estar en forma ante la audiencia con mayor edad media de los conciertos que se celebran allí durante las fiestas de La Blanca. «Estamos aquí para celebrar vuestras fiestas y entregarnos en cuerpo y alma para que disfrutéis de la manera más amplia posible», dijo. Por los rostros de los asistentes al acabar el recital en una plaza que no llegó a abarrotarse (pero con buena entrada) fue una misión cumplida.

Tan solo los dos primeros temas del directo, 'Hechizado', y 'Detrás de tu mirada', con el sonido de la banda por encima del volumen de la líder, hacía pensar que no iba a ser una gran noche. Sin embargo, ese calentamiento dio paso a 'Que corra el aire', donde sus inflexiones de voz dejaban un gesto de aprobación entre el público. Como diciendo 'sí, es esa voz única'. Con 'La inocencia', un tema de su último álbum 'Las ventanas de mi alma', pedía palmas y en 'Sentir' se quitaba la chaqueta e inundaba la plaza. Elegantísima en sus primeros compases junto a las teclas de Josep Maria Baldomà. El pianista es uno de los miembros de un conjunto excelso -«los mejores», reivindicó Luz Casal- que completan Jorge Ojea y Borja Montenegro (Sabina) como guitarristas; Peter Oteo al bajo; y Tino di Geraldo a la batería.

El caso es que habían pasado veinte minutos volando cuando enlazó tres temas cargados de emoción que se sitúan entre sus más conocidos. El primer gran éxito que le puso el brillo a la mirada de muchos fue 'No me importa nada', acompañada de una proyección en la que se veía el rostro dibujado de mujeres que han destacado en diferentes ámbitos (desde Emilia Pardo Bazán hasta Marie Curie pasando por Gatta Cattana). «Va por vosotras, bravas mujeres», introdujo para después mencionar a su madre, Matilde Paz Blanco, «la mujer que me parió», entre aplausos. Esa canción la concluyó dibujando el gesto del 'no' hasta tres veces con sus manos. Precedía a 'Entre mis recuerdos' y 'Besaré el suelo', en la que retumbó el verso «no habrá un hombre en este mundo que me vuelva a hacer caer».

La artista puede estar orgullosa de un repertorio sin estridencias, sabedora que su voz es el mejor arma. Meció al público en un concierto que transitaba de lo más delicado a las composiciones con más garra y sarcasmo. Su humanidad va más allá del autobombo y la impostura. Quedó manifiesta cuando apeló a la soledad no deseada para explicar la historia tras la canción 'Hola, qué tal', motivada por una iniciativa que llevó a cabo en pandemia para ofrecer acompañamiento por medio del teléfono a las personas que se encontraban solas en el confinamiento. En ese momento a más de uno de los presentes le asomó la lagrimilla.

Uno de los himnos de su repertorio más roquero, 'Rufino', hizo que muchos se atrevieran a bailar en un arrebato de nostalgia. Los riffs de guitarra se pusieron al servicio de la intensidad con 'Loca por volver' y 'Un pedazo de cielo', en la que sacudía la cabeza como muestra de fiereza. Para los bises dejó 'Piensa en mí', ese bolero de Agustín Lara que muchos ya piensan que lleva su firma, y 'Te dejé marchar', en un cierre redondo sobre soltar lastre. Al acabar el concierto se escuchó el grito de un «guapa, superguapa» desde el público. Luz Casal se quedó bailando por el escenario mientras sonaba su música ya pregrabada. Lo cierto es que los superlativos fueron recurrentes a la hora de describir la actuación. Seguramente una de las de mayor calidad musical de los últimos años en el programa de fiestas.