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La plaza de Los Fueros, en la noche del lunes, con la actuación del grupo de rap Lágrimas de Sangre. Igor Martín
Lágrimas de Sangre; una atracción juvenil y coreable

Concierto en fiestas de Vitoria

Lágrimas de Sangre; una atracción juvenil y coreable

El grupo catalán encandila a un público joven que le votó en una encuesta promovida por el Ayuntamiento de Vitoria para programar conciertos en fiestas de La Blanca

Martes, 8 de agosto 2023, 07:22

Es habitual cuando un grupo empieza a ser conocido por una canción que el juicio a ese éxito más escuchado acabe eclipsando casi todo el repertorio. En el caso de Lágrimas de Sangre, la etiqueta sobrevenida ha sido la de un grupo de rap vitalista, reivindicativo, con pellizcos de rock y pulsión reggae por temas como 'Voy a celebrarlo', 'Buen viaje' o 'Quemar el mar'. Y sí, también parecen tener un imán para el público juvenil a pesar de su rap denso.

En el concierto de la noche del lunes en la plaza de Los Fueros de Vitoria se cumplieron esos clichés en una actuación en la que espolearon a un público, tan joven como en el del arranque del viernes de En Tol Sarmiento (ETS), para que saltara, bailara y coreara sus estribillos. Por momentos, la intención de conectar con los asistentes se movía en esa fina línea entre la gracia y lo demasiado pedigüeño. «Se viene baile y coreografía», decía el grupo catalán a la media hora. Para entonces, las palmas, flexionar las rodillas y los brazos al son de la música empezaba a parecerse a una clase de 'spinning'. Buena parte del público rozaba la mayoría de edad y, en general, no superaba los 30 años.

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A pesar de que la actuación de Lágrimas de Sangre coincidió con la de Los Chikos del Maíz en las txosnas, se estima que se superaron los 5.000 asistentes, a falta de cifras oficiales. Esto hizo que muchos seguidores de ambos grupos de rap reivindicativo se tuvieran que decidir por uno. En todo caso, la programación de dos actuaciones de este género en dos escenarios diferentes da una pista de cómo cada vez va ganando espacio al rock.

Para el arranque, el grupo catalán formado por Neidos, Still Ill y Microbio, raperos, junto a Acid Lemon, deejay, y Ramón Anglada, guitarrista y bajista, eligieron 'Pan de Lembas' y 'Huele', dos de sus composiciones más «izquierdistas», como definen un repertorio que tiene sus primeras pistas en el 2007. «Venimos a cantar unas canciones, bailarlas y darlo todo. El que no las sepa que las baile», decía Microbio, de gafas y coleta, antes de 'Salsa boloñesa', en la que la base jugaba con el sonido afrocaribeño. Antes, con 'Buen viaje', cuyo videoclip se grabó en 2015 en la capital alavesa, los asistentes corearon y alzaban sus brazos de un lado a otro.

Fue uno de los momentos en los que esa marea de móviles grabando al escenario se notó (y mucho) en la 'platea' de la plaza. 'Quemar el mar' fue otra de las más celebradas con las linternas de los teléfonos alumbrando el lugar. La banda catalana, curtida entre referencias del rap nacional de los noventa -Violadores del Verso, Dogma Crew, CPV...- agradecieron repetidamente al público su entrega. «Los mejores sois todos vosotros y vosotras. Ha habido un proceso de votación y hace que estemos aquí», señalaron. Se referían a la encuesta realizada por el servicio de Juventud del Ayuntamiento de Vitoria de cara a conocer las preferencias de los jóvenes de entre 16 y 30 años. Por encima de grupos como Marea, Bizarrap o Juan Magan aparecían.

Aunque la comunión con sus oyentes fue casi instantánea, para el público que no está habituado al rap protesta y el reggae el espectáculo resultó grotesco. En esa veintena de canciones, los momentos de pausa duraron poco. Tan solo encajó ahí el enlace de 'Chispa y oxígeno' -presentada de manera algo pretenciosa como el tema de «los acordes mágicos del amor»- con 'Senderos a Roma' cuando se acercaba la media hora del directo que se inició a las 00.00 horas. No cabe duda de que el repertorio capturaba el ambiente jaranero. La mejor prueba de ello eran los abrazos de los asistentes y las voces al unísono cuando rapearon 'Voy a celebrarlo' hacia el final. Una suerte de oda a disfrutar cada momento y eco de ese tópico 'carpe diem'.

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