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Víctor Manuel: «Aprendí a hacer canciones a base de prueba y error»Tiene su propio universo, donde Mari Luz y Antonio pasean de la mano por el jardín o el abuelo Vítor busca su tabaco. Es un mundo con recuerdo, con experiencias humanas y con emociones y corazón. Es lo que Víctor Manuel ha bautizado como 'La vida en canciones', algo que el 6 de agosto a las 23.00 horas (Plaza de Los Fueros) resonará en incontables vivencias del público de Vitoria. Incluso en las de quienes le vieran en su primera visita, «en la discoteca La Coquette. Creo que no tenía ni sitio para cambiarme y lo hice entre cajas», recuerda. Y siempre ha tenido buena memoria. También, histórica.
– Su gira se subtitula 'El escenario lo cura todo'. ¿Antes hay que pasar nervios en la sala de espera del médico?
– Ja, ja. Bueno, cura todo lo curable. Es una frase de una canción del año 85 que era 'No seré nunca juguete roto'. Es la sensación que tuve cuando volví a cantar después de la pandemia, fue una curación. Todavía con restricciones y la gente con mascarillas. Pero me sentía tan bien que tenía como la necesidad de bajar al patio de butacas y agradecer a la gente que hubiese salido de casa y estuviese allí, después de esa travesía.
– Un trago muy difícil.
– Para unos más que para otros pero para el espectáculo, demoledor. No se movía ni una hoja. Y ahora estoy difrutando mucho con esta gira. Es como si hubiesen encajado no sé qué piezas que había por ahí sueltas. A la gente el toque que le doy hle gusta mucho y realmente estoy haciendo lo mismo de siempre.
– Hasta el punto de que el 75 aniversario ya ha pasado y aún tiene muchos bolos por delante...
– La verdad es que se ha alargado más de lo previsto. Y las entradas se acaban a una velocidad tremenda. Después de tantos años cantando, te da un subidón. Puede que alguien se haya quedado con ganas de verte en un sitio donde estuve hace 30 años, pero hay también gente que se suma, que no había nacido entonces. Han encontrado las canciones por otros caminos, desde la familia a las redes. Uno se pregunta por qué está cantando con esta edad y, sobre todo, por qué lo hace con cierto éxito.
– ¿Cuánta 'culpa' de todo esto tiene un tal David San José (su hijo y director musical)?
– Hombre, claro que es responsable. Tiene mi repertorio en sus manos desde hace algo más de veinte años. Ha renovado todos los arreglos y la manera de plantear las canciones. Y es algo que yo no puedo hacer: estoy muy condicionado por mi tiempo, por mi edad, por mi espacio musical. Él llega de repente, le pega una patada a todo y lo renueva, para bien. La gente comenta que está muy bonito. Que se lo digan a él.
– Ahora gira en septeto. En su día Dylan decía que no buscaba ser cantautor, pero al principio no tenía medios para llevar banda como Little Richard. ¿Qué pensaba usted en sus inicios?
– Cuando empezaba, lo que tenía yo en mente era muy cortito, muy de andar por casa. Buscaba lo que se llevaba entonces: una carrera de un cierto éxito, y luego desaparecer. Ahí han estado el Dúo Dinámico o Serrat, toda la vida cantando. Pero aprendí a hacer canciones, algo de lo que yo no tenía ni puta idea entonces, a base de prueba y error. Cuando me sentí reconocido en un escenario fue cantando 'El cobarde', en un festival en Puerto de la Cruz. Un tema insólito. Me sentí aplaudido, porque hay quienes lo hacen por educación pero arriba notas cuándo no es por compromiso.
– ¿Cómo era eso?
– Fue la primera vez. A medida que escribía canciones, notaba que le importaban a mucha otra gente. Pero ni sabía por qué. No pensaba ni grabar 'El abuelo Vítor', pero se la canté a un amigo en casa y se puso a llorar. «Yo también tengo un abuelo, joder». Para mí fue como un despertar. Llegas a los sentimientos y vidas de otros y vas dejando como un poso ahí. Se va acumulando y es una base que te sustenta.
– Tanto su familia como otras personas y colectivos le han inspirado. ¿Cuántas veces lo ha hecho Ana Belén?
– Ana, yo qué sé. He perdido la cuenta. Tampoco me he dedicado a sumarlas, pero son un huevo de canciones. Muchísimas.
– ¿Cuánto les debe a Mari Luz y Antonio por 'Sólo pienso en ti'?
– Ella es más consciente y a veces alguien la busca en la residencia. Y dice por los pasillos «están hablando de nuestra canción». Son esas historias mágicas que te reconcilian con la vida, que a veces es tan jodida. Ves que a una pareja de discapacitados les encaja la vida, quieren casarse y se lo prohibe el arzobispo de Córdoba. Pero el cura del pueblo dice que él sí les casa. Están enamorados como burros, quieren tener hijos y la residencia –pionera en acoger a ambos sexos– les protege. Tienen tres: dos son universitarios y el tercero, mecánico. Son cosas que no pasan.
– Nacido un 7 de julio, ha tenido el valor 'sanferminero' de ponerse ante los toros, con su visión política en tiempos complicados. ¿Se ha arrepentido?
– No. Me di cuenta muy joven de que no se podía gustar a todo el mundo. Si tienes opinión, no mayoritaria ni más pastelera, hay gente que te pone la proa. El camino es elegible, sabes lo que quieres y también lo que dejas atrás. Julio Iglesias me dijo una vez «hay que ver, con lo que tú has podido ser». «¿Y a ti quién te ha dicho que no soy lo que quiero ser?».
– Pero no me negará que la censura, no poder sacar temas como 'Planta 14' en su día, sí le incomodaba.
– Hombre, te jode. Pero yo hacía las canciones y no tenía ni idea de política. Era un chaval que se creía los telediarios de la 1 y no sabía nada más. Hacía esos temas por pura intuición, no porque militase. Seguramente, también estaba marcado por la familia, sin yo saberlo.
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