Un Chupinazo con los acentos de Vitoria

«Ha sido una conjunción de los planetas. Se han unido el Chupinazo, el inicio de un nuevo Celedón y el 40 aniversario de la federación», decía tan solo unos minutos después de haber prendido el cohete. Lo hizo en nombre de las ocho casas regionales.

– ¿Pero ese apellido, Ortiz de Urbina, tiene que ver con Gorka, el anterior Celedón?

– Nada que ver. Yo soy nacida en Vitoria. Mi padre es de Araia y mi madre es de Navarra, y es la que nos ha inoculado el veneno de Navarra. Es de un pueblo llamado Astiz. Al final, Álava y Navarra somos como primos hermanos...

Esa hermandad, esos lazos más allá de la fecha de nacimiento que pone el DNI, se notaba en los abrazos y gestos de cariño que tenían Mari Asun Lobera (Casa de Aragón); Mónica Calvo (Centro Gallego), Marc de Villalonga (Círculo Catalán), Diego Carrio (Hogar Asturiano), Julia Hernández (Hogar Extremeño), Iñaki Iglesias (Centro Andaluz 'Séneca'), y Aurelio Lobos (Palencia).

Unidos por ese hilo que es migrar hasta Vitoria y en representación de miles de asociados, ellos contemplaron el rugido de la plaza con una alegría desbordante que se acompañó de muchas fotografías. Con autoridades de todo signo político y con Celedón... «Vitoria es mi segunda casa y poder tirar el Chupinazo ha sido un subidón y una total sorpresa», decía Marc, que lleva ocho años en la ciudad junto a su mujer y dos hijos y confirmó una sensación generalizada acerca del estreno de Kerejazu como Celedón. «Es un chaval majo, cercano y que nos ha caído de lujo. Además, ha clavado el discurso», añadía.

«Esto es de película, desde arriba todo es increíble», comentaban entre los presentes en la balconada junto a la enorme bandera de Vitoria. Si esa producción se resumiera en un planosecuencia, la cinta arrancaría con los nervios, con un gran baile seguido de un runrún en el que con diferentes acentos e idiomas se escuchaba 'qué poco queda'. La cuenta atrás concluía con la canción de 'Mari Carmen, Mari Carmen, tu hijo está en el afterhour', de La Pegatina, que va camino de hacerse habitual en la plaza. El 'puuuum' devuelve una gran sonrisa y todos miran hacia ese gran muñeco. Poco antes Icíar, vitoriana y navarrica, se emocionaba y no podía disimular la lagrimilla. «Se han alineado los planetas», repetía. Era la mejor metáfora que encontraba.

En ese carrusel de emociones, los chupineros eran una viva imagen de la diversidad e integración. Hasta el punto de que en el Centro Andaluz se encuentran vitorianos de nacimiento y entre los socios de la Casa de Aragón había hasta un bilbaíno. ¿Cómo? Iñaki se definía como un «amante del pueblo aragonés». «Los centros regionales son para todo aquel al que le guste una tierra». Ahí queda.

Otro Iñaki (Iglesias) es el presidente del centro andaluz Séneca y también es vitoriano de nacimiento. Su mujer Juani Villarosa llegó con un «añito» desde Alhama de Granada. «Llevo 70 años. Toda una vida. Y cuando llegué recuerdo que la mitad de Vitoria eran huertas y campo», decía ella al recordar el barrio de Ariznabarra, en el que la mayoría eran extremeños y andaluces. Sus dos hijos se llaman Aitziber e Iñaki.

Sobran los ejemplos de cómo la migración, ese camino que es un billete de ida sin saber si habrá vuelta, ha contribuido al crecimiento de la ciudad. Antonio Rincón, relaciones públicas de la directiva del Hogar Extremeño, llegó a finales de los ochenta. «Voy para cuarenta años en Vitoria». ¿Alma vitoriana?«Mi espíritu es de aquí», suelta Antonio. Sin perder el acento. Con algo de orgullo. «No es que lo diga yo, pero soy de uno de los pueblos más famosos de Extremadura, Orellana la Vieja, que presume de tener una playa con bandera azul».