
Aquella bendita inocencia perdida
Estíbaliz Canto | Concejala de Cultura ·
Recuerda el último año en el que su padre se vistió de blusa ¿y nació su conciencia feminista?Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Estíbaliz Canto | Concejala de Cultura ·
Recuerda el último año en el que su padre se vistió de blusa ¿y nació su conciencia feminista?Dentro del organigrama municipal, teñido de gris marengo burocrático, Cultura y su derivada cosa festiva parece de lo más liviano. Igual que Ética era la 'maría' en el instituto, esta concejalía, tan hedonista ella, es la más cómoda, la más agradecida. O eso parece. Es de suponer que cuando a ella, la concejala más joven de aquel primer gobierno Urtaran, le propusieron coger las riendas de este negociado también vio eso, un destino plácido e ilusionante. Pero pronto pudo comprobar que, en realidad, organizar unas fiestas te entierra en toneladas de correos electrónicos, de contratos, de llamadas a productoras y a managers y a compañías de todo pelaje. Y, sobre todo, te mete en un espinoso jardín de polémicas, de críticas airadas, del que es dificilísimo salir sin unos cuantos rasguños. En sus primeras fiestas como edil, Estíbaliz Canto perdió la inocencia. Pero antes, mucho antes, en 1996, aquella cría la conservaba intacta.
Le daba pavor el Gargantúa y su madre todavía guarda como oro en paño plastificado una fotografía en la que, aterrorizada, se ve a una cría que se niega en redondo a meterse por la boca del gigantón. Tampoco le convencía mucho lo de los cabezudos y los gigantes. Sin embargo, a Estíbaliz le flipaba montarse en las atracciones de las barracas, con esa sensación de vértigo y velocidad, esa felicidad que se te pone en la boca del estómago cuando eres niño y que, con el paso del tiempo, torna en náusea. Pero, sobre todo, disfrutaba tremendamente viendo a su padre vestido de blusa. Ese año fue el último.
Pronto, muy pronto, ese padre en paseíllo mientras ella, con mamá y su hermano mediano, viéndolo desde la acera, como espectadoras, ajenas a esa fiesta que entonces era cosa de hombres le originó a la pequeña una pregunta: ¿Y por qué mamá no puede? Quizás ahí surgió un chisporrotazo de conciencia feminista. «Quizás esa pregunta hizo que mi padre se planteara muchas cosas, no lo sé, pero La Blanca del 96 fue la última en la que salió de blusa, con Bereziak, y fue por, entre otras cosas, la negativa a aceptar a las mujeres en las cuadrillas», sostiene la edil socialista.
Se pasó varios años en los que vivió La Blanca desde la distancia, fuera de la ciudad, pero siempre con un recuerdo muy vívido. «Con esa emoción de que llegaran esos días, esa sensación, esa excitación de que estaba pasando algo de mayores que era ajeno a ti», rememora. Atesora con un cariño profundo las noches en el toro de fuego, ver los fuegos con una tortilla de patatas y esa visita obligadísima a casa de la abuela Rosita y el abuelo Carlos el día de la bajada.
Allí, desde aquel balcón con unas vistas privilegiadísimas, a Estíbaliz le aluzinaba tirar cubos de agua para remojar al personal, sofocado en esa plaza en ebullición convertida en una olla exprés y que este año tendrá el fuego apagado. «Recuerdo que la gente gritaba todo el rato 'no seas rata, que el agua está barata'», cuenta. Este año, Canto anima a vivir las fiestas así, solo en el recuerdo. Cuando todo era inocencia.
«No es momento de celebrar» «¡Es que no hay fiestas!», dice cuando al preguntarle por sus planes. «Todo queda guardado en el cajón para el año que viene».
LA BLANCA 1996
La concejala de Cultura, Estíbaliz Canto, puede consolarse con que en cada edición de las fiestas, siempre hay un edil del ramo que sale más o menos trasquilado por alguna decisión que, sobre el papel, se antoja una minucia y que, en la calle, se convierte en un tremendo escándalo. El también socialista Andrés Sánchez fue muy criticado en La Blanca del 96 por la eliminación del escenario charanguero de la plaza del Arca. Que mire usted, que ha dejado el centro desangelado, le afearon al pobre hombre. Y eso se que decidió llevar el tablao a tan solo unos metros de distancia, frente a la estación del ferrocarril. Primer y último año. El concejal tuvo que envainársela y devolver los ritmos sandungueros al año siguiente a su ubicación original. Si algo funciona...
Bastante mejor aceptación tuvo el variadísimo programa, con 258 actividades culturales, en el que destacó el concierto de Ketama, que consiguió reunir a 15.000 personas en Los Fueros. Lo estaban petando entonces los hermanos Carmona, que presentaron su 'De akí a Ketama'. Con tanta k, tenían al público gasteiztarra ganado. También tocó Mikel Erentxun, que para entonces todavía no había logrado averiguar dónde demonios habían ido a parar sus puñeteras cien gaviotas. Ni con alpiste, oiga. El cartel de rutilantes actuaciones de aquellas fiestas lo cerraron Fórmula V -ya en el 96 lo suyo sonaba a puro revival con pestazo a formol-, Los Diablos y La Frontera.
Pero, desde luego, aquellas fiestas se recordarán por el maestro de ceremonias que tuvieron. Jorge Valdano ejerció de pregonero en una época en la que se apostaba por celebrities para esto de abrir la farra. Al año que viene, llamaron a Gabilondo que, bueno, también es vasco. La justificación para elegir a Valdano, exjugador del Alavés, estaba cogida un poco con alfileres. «Es uno de los personajes que mejor buena propaganda ha hecho de Vitoria», justificó el edil de Cultura, en un año en el que el Ayuntamiento quiso recordar el 75 aniversario del club y celebrar el ascenso a... Segunda Divisón A. Eran otros tiempos.
En aquellas fiestas, la cuadrilla Bereziak, unos visionarios con abarcas, introdujeron una tremenda novedad: llevaron el programa de sus actividades a Internet. «Lo han visto unas 100 personas», se felicitaba un portavoz de la cuadrilla. Todo un logro en un momento en el que la conexión pasaba por una sinfonía de ruiditos crepitantes con el módem y el Internet era una cosa bastante exótica, como los pies negros que se dejaban caer por esa Vitoria que se vestía con Libertos y que, en la balconada, se hacían guiños a Martín Fiz, cuarto en las olimpiadas de Atlanta.
En el balance de la cosa taurina, el crítico Pedro Mari Azofra se lamentaba de lo decepcionante de aquella feria. «Abundó la flojera y la sosería», valoraba una de las mejores plumas del periodismo taurino de por estos lares. Vinieron Ponce, El Litri, Manzanares, El Cordobés y Jesulín, en aquella época en la que las señoras le tiraban bragas al albero, mucho antes de que La Esteban le fagocitara como icono pop.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El mastodonte de Las Contiendas y las diferencias con un mamut
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.